martes, 26 de enero de 2010

LA MUERTE SEGÚN MARIO CAMUS


LA MUERTE Y LOS SANTOS INOCENTES.

Antonio Campillo Ruiz

Podríamos hablar de la innecesaria muerte. Siempre es malvenida y, a pesar de ello, muchas veces se considera un juego: la caza no posee un fin imprescindible, es un divertimento. La muerte de Milana Bonita es injusta, innecesaria y fruto de la ira inútil. La muerte del señorito Iván es fruto de la humillación y la venganza, tan inútil como la anterior.

Sin embargo, siempre que he visionado la película en un cine, cuando Azarías, triste, desconsolado y sin comprender cómo le han arrebatado la vida a su única amiga, cuelga a Iván del árbol en donde se encuentra, siempre se ha producido entre los espectadores un clamor general de alegría e incluso numerosos aplausos. No. No deberían producirse estas manifestaciones de rencor. Se tratan de justificar por la irritante altivez, falta de consideración y humillación que continuamente el señorito Iván expresa con los débiles trabajadores de su cortijo. Pero, a pesar de ello, nunca, nunca debemos justificar ni la venganza ni la muerte.

Juan Diego interpretó un papel difícil de forma magistral. Como el resto de los actores, su intervención en la película crea el clima perfecto que sucedió durante un largo período de nuestra historia reciente.

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