miércoles, 31 de marzo de 2010

EL REINO DE SATURNO


SATURNO, EL GIGANTE BELLO

Antonio Campillo Ruiz


   La gran velocidad de su movimiento de rotación produce un efecto, visible desde la Tierra: el achatamiento de sus polos. Su densidad, de solo 690 kg/m3 frente a la del agua, 1000 kg/m3, se debe a su composición química: hidrógeno, helio, metano, vapor de agua y, en cantidades muy pequeñas, amoníaco, etano y fosfina. Todos ellos gases.

 Fases de Saturno

   Es el segundo planeta más grande de nuestro Sistema Solar y posee un radio ecuatorial diez veces mayor que el de nuestro planeta, a pesar de ello su gravedad es menor que la que soportamos nosotros.  


   Como su período de rotación es de solo unas diez horas y media (teniendo en cuenta el ecuatorial y el interno), la velocidad de movimiento de sus gases en el ecuador es de unos 500 Km/h, velocidad inconcebible del viento en nuestra Tierra. Posee sesenta y un satélites conocidos aunque diversos autores consideran que solo son dieciocho, además de estar en estudio cuatro o cinco no determinados próximos al planeta. De entre ellos, destacaremos por ser los más estudiados a Enceladus, Titán, Mimas, Rea, Jápeto, Dione Hiperión, Febe y Tetis.


   Pero, en un Sistema Solar algo aburrido y pequeñito, Saturno es una belleza debido a sus anillos. Son visibles con unos simples gemelos cuando se encuentran perpendiculares a nuestro campo de observación. Son preciosos. Poseen el encanto de lo desconocido, del orden perfecto y de su juventud. Son muy jóvenes y por ello son tan visibles. Si fuesen de materia vieja (lo joven y lo viejo en nuestro sistema solar están medidos por unidades incomprensibles para nosotros, como el millón de años) estarían ennegrecidos por el polvo cósmico.


   Las fuerzas de gravedad de los satélites y la fuerza centrífuga del planeta mantienen este perfecto orden en las partículas de sus anillos, las cuales van desde el tamaño microscópico hasta el macroscópico (como edificios de dos plantas).

 Saturno. Colores digitalizados.

   Más de cuatrocientos años después de descubrirse los anillos y, tras muchas suposiciones, siguen siendo el maravilloso misterio de Saturno.  


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