domingo, 11 de abril de 2010

LA IDEA GERMINAL COMO BASE ARGUMENTAL


LA IDEA GERMINAL COMÚN

Antonio Campillo Ruiz

   Hablar de idea germinal en el cine no es frecuente pero sí muy importante: se trata de la idea base en la que se sustenta el guión literario y cinematográfico.


    Hoy, para iniciar la introducción a este tema, hablaremos de dos películas muy separadas en el tiempo, noventa años: “Das Kabinett des Dr. Caligari”, de Robert Wiene, (1920), y “Shutter Island”, de Matin Scorsese, (2010). La idea germinal de ambas películas es idéntica y la diferencia tecnológica es sencillamente la normal, habida cuenta del espacio de tiempo transcurrido entre ambas producciones.


   No se trata de un “remake” de la primera película, sino de una misma idea germinal que origina otros acontecimientos. Pero sólo se trata de la idea germinal, repito. Existen tantas diferencias entre uno y otro filme en cuanto a su forma narrativa que parecen obras distintas en su argumento, si bien la realidad es que el fondo de su trama es la misma.

 

   En general, los espectadores estamos acostumbrados a visionar películas, cuyo contenido, conocido o no, se repite a lo largo del tiempo. Son los “remakes”. Esta palabra es el término inglés para denominar las producciones audiovisuales de semejante contenido al de otras realizadas con anterioridad. En español se traduce como “reedición” o “refrito” aunque, en verdad, son voces diferentes entre sí, pues mientras la reedición es el término más acertado para traducir “remake”, el refrito es un conjunto de reediciones de varias producciones en una sola realización.


   Es ya un tópico el que la trama, los personajes, la escenografía, y prácticamente todos los detalles de la obra anterior, se repitan en la siguiente realización, de ahí el apelativo de reedición (“remake”), a veces, de manera tan perfecta que incluso los puntos de vista de la tomas son idénticos. No obstante, esto es infrecuente porque las nuevas producciones poseen la impronta personal del realizador, que, por lo general, suele ser distinto del de la primera película, máxime si entre dos obras el tiempo pasado es enorme. Hasta puede suceder, bien es verdad que en contadas ocasiones, que la reedición, a causa de su encomiable estilo narrativo o por el empleo de mejores medios tecnológicos, nos parezca de mejor calidad que su antecesora. Pero no debemos perder la perspectiva. En todo caso, siendo ecuánimes y soslayando la cuestión de oportunidad, deberíamos de ser capaces de analizar sendos productos como obras exclusivas, puesto que fueron concebidas y rodadas en un momento histórico diferente y los realizadores no pueden dejar de ser hijos de su tiempo.




    Los espectadores, sin embargo, tendemos a comparar ambas obras, ora  alabando, ora denostando, esta o aquella escena de una u otra película. Pero este ejercicio es un poco baladí y muy difícil de valorar objetivamente. No es necesario reiterar que de uno a otro filme, no solo varían las características técnicas de la producción, los actores, el director, etc., sino que todavía hay más, pues, aun coincidiendo estos en su mayor parte (algo tan raro que creo que no se ha dado en la historia del cine), el momento social de los espectadores y hasta su estado de ánimo son peculiares, personales y, tal vez, tan separados por el tiempo, que puede haber cambiado, incluso, la teoría de la narración cinematográfica.


   Sólo vamos a ver dos ejemplos sobre las películas reseñadas ya que pueden ser significativos y aclaratorios acerca de algunas diferencias fundamentales entre ambas.

   Wiene desarrolló la idea germinal en tan solo setenta y un minutos: un mediometraje con los medios técnicos propios de 1920, pobres pero imaginativos. La trama argumental es “descubierta” por el espectador mediante una gran sorpresa cinematográficamente muy eficaz, es decir, por medio de imágenes demostrativas de toda la acción argumental y con escaso diálogo explicativo de la historia. Hasta se podría argüir que los espectadores son cómplices de lo sucedido en el relato fílmico porque, sorprendidos, se erigen en descubridores de una realidad imaginada. 

  
   Scorsese, por el contrario, sin menoscabo de su buen hacer como realizador cinematográfico, ha necesitado ciento treinta y ocho minutos para desarrollar la misma idea germinal con medios técnicos de 2010, siendo los espectadores susceptibles de captar lo sucedido solo cuando les es explicado “radiofónicamente” el caso, es decir, cuando por medio de los diálogos se revela la trama argumental. En otras palabras, la imagen no tiene relevancia ni muestra, por tanto, ninguna fuerza expresiva que desencadene la percepción causal de la historia para el espectador. 


   Como procuro no emitir jamás ni juicios subjetivos ni estudios comparativos, solo quiero indicar a los lectores interesados en el desarrollo de las ideas germinales que, después de haber visionado ambas realizaciones, cotejen sus propias conclusiones.

 “Das Kabinett des Dr. Caligari”, representativa por excelencia del Expresionismo alemán, se puede visionar por el celo que ha tenido la Deutsche Kinemathek en su restauración y conservación (se puede también ver en formato digital). “Shutter Island” se encuentra todavía en cartelera de la gran pantalla.

NOTA: La diferencia de formato entre ambas películas imposibilita la  igualdad en el tamaño de los fotogramas que se incluyen en el texto.






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