jueves, 27 de mayo de 2010

A DESHORA

SOBRE LAS HORAS

“Omnes ferunt, ultima necat”                                        
‘Todas las horas hieren, la última mata’

María Luisa Arnaiz Sánchez
Antonio Campillo Ruiz


   Si bien en la antigüedad se medía el año y el mes, además de haber quedado establecida la semana que aún utilizamos, las unidades de tiempo más pequeñas continuaron sin ser definidas y tuvieron muy poca importancia para la humanidad hasta hace pocos siglos. Nuestra hora, exacta y uniforme, es una invención moderna pero el minuto y el segundo lo son todavía más. Conocer hoy la hora por el reloj que configura el monte Saint Michel (Francia) es una curiosidad más.

Saint Michel

   Cuando el día laborable lo constituía el período de iluminación solar, el paso del sol a través del cielo fue el fenómeno empleado para medir el tiempo. La medida universal del tiempo la constituyó durante varios siglos la sombra del soL, de forma que los relojes de sol o de sombra fueron los primeros instrumentos que se construyeron para saber y fijar el discurrir del tiempo. 

Reloj de sol primitivo

 Reloj de sol moderno

   El fundamento del reloj de sol estriba en que la sombra que proyecta el gnomon se desplaza cada hora formando un ángulo, cuyo esquema se muestra a continuación:

Izq. = latitud del reloj de sol. 
Dcha = altitud del sol sobre el horizonte

   Un tipo de reloj solar portátil fue el llamado “anular”, por tratarse de un anillo en que están inscritos los meses y las horas y cuya parte central, móvil, posee un agujerito. Su funcionamiento es sencillo: se coloca el orificio en la fecha correspondiente, se orienta hacia el sol y el rayo que atraviesa el agujero señala la hora en la cara interior del anillo.

Reloj anular

   Ahora bien, como la noche y el tiempo nublado inutilizaban los relojes de sol, se posibilitó el cavilar acerca de cómo medir el tiempo por otro medio, de ahí que comenzaran a construirse también relojes con todo lo consumible: el agua, el aceite, la arena, las velas, etc. 

   La clepsidra (del griego < quitar + agua) consiste en un recipiente con una abertura en el fondo para contener agua. El líquido sale por goteo a una velocidad determinada durante un espacio de tiempo fijo y por las rayas grabadas en su interior se estima el tiempo transcurrido. Si las hubo en Egipto, también en Atenas y Roma, donde se utilizaron con el fin de controlar el tiempo asignado a los oradores. 

Clepsidra del templo de Karnak

   El monje budista L'HSING construyó en 725 la primera clepsidra con escape. El escape, que tenía la sencillez de las grandes creaciones, no es más que un dispositivo que interrumpe con regularidad la fuerza producida por la caída de un peso, pero, como pieza que regula el movimiento, es fundamental en cualquier reloj hidráulico o mecánico. 

 Mecanismo de la clepsidra de L’Hsing

   Los relojes de arena funcionan bajo el mismo concepto físico de las clepsidras: la arena se encuentra contenida en un recipiente de vidrio (dos vasos comunicados), al que hay que dar la vuelta cuando pasa el último grano. Su inconveniente es el tamaño, aunque Carlomagno poseyó uno que bastaba con girar cada 12 horas.

Reloj de arena con diamantes

   En el siglo XI el funcionario chino Su Song inventó un complejo reloj astronómico accionado por agua. El reloj, una máquina de 6 metros de altura, funcionaba a partir de un chorro de agua constante que caía sobre una rueda, la cual accionaba diversos mecanismos que no solo hacían aparecer figuras que señalaban las horas, sino que movían una esfera con las estrellas y las constelaciones. Su precisión impresiona todavía  ya que la desviación diaria es inferior a 2 minutos.

Reloj de  Su Song

   En Occidente se conoce mejor la edad de oro de los árabes (del VII al XV), uno de cuyos representantes más ilustres fue al-Jaziri que a principios del XIII en “Libro del conocimiento de ingeniosos dispositivos mecánicos” (1206) describe un sinnúmero  de prodigiosos artefactos.

Reloj elefante de al- Jazari

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Replica actual del reloj elefante en el Ibn Battuta Mall de Dubai

Pero, ¿cómo se liberó la humanidad del sol? ¿Cómo se conquistó la noche y se hizo parte del mundo inteligible?

 El sol naciente

   Dado que el ritmo de la vida había estado vinculado desde tiempo inmemorial a las estaciones y había imperado el calendario “agrícola”, la iglesia cristiana no solo se adaptó para sus propósitos a ese ciclo vital, sino que reconvirtió toda conmemoración ancestral en propia, ya que no iba a prescindir de la ignorancia ni de la necesidad de esperar protección de los dioses, que acuciaban a la humanidad. Así pues, el control del tiempo también estuvo bajo su férula y ajustó la división del año eclesiástico al ciclo estacional: el invierno fue Adviento con el nacimiento de Jesús, copia del nacimiento de Mitra, el sol naciente; la primavera fue Pascua florida con la resurrección de Jesús a imitación del renacimiento de las plantas, garantía de alimentos y por tanto de salvación; el verano, abierto con san Juan, conmemoró, como fiesta grande, la Asunción de la Virgen precisamente el mismo día, 15 de agosto, en que se celebraba la de Diana; y el otoño, época de rendir cuentas, fue puesto bajo las advocaciones del recaudador san Mateo y del pesador de almas san Miguel, finalizando más o menos con san Martín, recreación de Baco.

Calendario agrícola de San Isidoro, León

   Y no solo se conformó con eso sino que también estructuró las horas canónicas allá por el siglo VI como siguen: maitines, 12 de la noche, laudes, las 3, prima, las 6, tertia, las 9, sexta, las 12 de mediodía, nona, las 15, vísperas, las 18 y completas, las 21. Para llevar a cabo el oficio divino los monjes leían un Libro de Horas (del griego “horologion”, ‘palabra o lectura de las horas’). Ahora bien, ¿desde cuándo se conocen las horas?

Abril. Libro de Horas del duque de Berry

   Las horas canónicas estuvieron registradas en los relojes hasta el siglo XIV pero alrededor de 1330 la hora se convirtió en nuestra hora moderna, una de las veinticuatro partes iguales del día. Por primera vez en la historia una “hora” tuvo un significado preciso en todas partes y a lo largo de todo el año. La hora unificada es una de las pocas revoluciones que más huella ha dejado en la experiencia de los humanos, que se desvincularon así de los astros y de las religiones para ejercer el dominio sobre sí mismos y sobre sus circunstancias.

Reloj del ayuntamiento de Praga

   A finales del siglo XIII se inauguró en Londres el primer reloj mecánico que imitaba el sonido de las campanas. A partir de ese momento, aparecieron grandes relojes mecánicos en las torres de los edificios civiles, costeados en general por los gremios (convendría reflexionar acerca de la distribución del tiempo por parte de una minoría selecta y prepotente), y cualquier población aspiró a tener uno, compitiendo con sus rivales, mientras aguardaba la llegada de los maestros relojeros que se desplazaban a tal fin. 

Reloj de Rouen

   Los primeros relojes carecían de esfera y manecillas y hacían sonar una campana a intervalos uniformes, por lo que no mostraban la hora, como se cree, sino que la “sonaban”. No lo necesitaban puesto que la mayor parte de los ciudadanos no sabía leer y en los monasterios, al fin y al cabo, su misión era despertar a los religiosos. 

Reloj sonoro y animado del ayuntamiento de Munich

Reloj mecánico, miniatura del XV

   Jacopo de Dondi, según se dice, inventó en 1344 la esfera, artificio por el que la hora pasó a ser visible y por ello recibió el título de relojero (Del Orologio). En 1364 fabricó un reloj astronómico que, además de dar la hora, mostraba el tiempo estelar de los movimientos del Sol, la Luna y de cinco planetas.

Torre del reloj de Brescia

   En el siglo XV se inventaron los relojes de una manecilla para marcar las horas y las torres de las iglesias, construidas para alabar a Dios, se convirtieron en campanarios. Los relojes empezaron a proliferar en las ciudades europeas, transformando la vida cotidiana, es decir, a partir de entonces la realidad no se entendió de forma cualitativa sino de forma cuantitativa.

Reloj de Berna
 
Reloj exterior de la catedral de Estrasburgo

   La fabricación de este tipo de relojes acarreó, aunque de manera impremeditada, la unión de las horas de luz y las horas sin luz en un solo día de veinticuatro horas y, pese a que había que ajustarlos a diario, abrieron la vía para una nueva manera de pensar el tiempo. La gente entonces comenzó a percibir el tiempo como la acumulación de momentos distintos y uniformes y se independizó del sol.

Deutsches Museum, Munich

   Por consiguiente, la organización del tiempo en Occidente durante la Edad Media emanó de los criterios que regían la vida en los centros religiosos porque, si bien las campanas marcaban las horas de los rezos, pronto trazaron el ritmo de vida cotidiano. En primer lugar, como los toques de prima y completas se hacían coincidir con el alba y el crepúsculo, la expresión “trabajar de sol a sol” no sufrió cambio alguno, pero paulatinamente la sexta comenzó a prevalecer para dividir el tiempo de forma racional en dos jornadas equivalentes. En segundo lugar, el orden establecido en las villas y ciudades se transformó pues el tiempo pasó de ser gratuito a ser mensurable y tener precio, por tanto surgió el fenómeno de la prisa, la gente empezó a padecerla y se creó una nueva esclavitud.

Ayuntamiento de Ulm

Torre del reloj de San Marcos, Venecia

   La palabra hora proviene del latín “hora” con el significado de "tiempo del día", igual que en griego; minuto de “pars minuta prima”, "primera parte pequeña"; segundo de “partes minutae secundae”, "pequeñas segundas partes". El tiempo se ha medido desde:

Egipto:

Regla egipcia para medir el tiempo, 900 a. C.

Europa:

Reloj portátil

Alemania, donde Peter Henlein construyó en 1505 relojes mecánicos por medio de resortes que podían llevarse en el bolsillo y que sonaban cada hora:

Reloj de bolsillo

Hasta con el maridaje descomunal de China en la actualidad:

Reloj de Taijin, China

   La numeración romana de las horas presenta en apariencia un error en la cifra del cuatro ya que se representa con cuatro íes mayúsculas en lugar de una i seguida de una uve, también en mayúscula. Una vez más la influencia de la iglesia de Roma llegó como sombra a los cronómetros. ¿Por qué? La explicación no es otra que la siguiente: el nombre del padre de los dioses romano, Júpiter, en latín se escribe IVPITER; puesto que entre los mandamientos cristianos hay uno que dice “no tomarás el nombre de dios en vano”, se modificó la grafía del número 4 para que no recordara al dios pagano.

Verge Watch, David Bouquet, 1650

   Solo resta añadir, por relación con las horas, que el calendario juliano, instaurado por Julio César en el 45 a. C., estuvo vigente en Europa hasta el siglo XVI. Cuando fue sustituido por el papa Gregorio XIII en febrero de 1582 llevaba un retraso de algo más de diez días. Hecho el ajuste, el nuevo calendario, por el cual aún nos regimos, se denominó gregoriano y al 4 de octubre le siguió el 15 de octubre.

   El calendario se aplicó inmediatamente donde la iglesia católica tenía influencia, como en España; sin embargo su adopción se demoró en otros países: Inglaterra en 1752, Suecia en 1756, Japón en 1873, Rusia en 1918, Rumanía en 1919 y Grecia en 1923.

   Entre las curiosas anécdotas que trajo esta reforma se dan:

a) Cervantes y Shakespeare murieron el mismo día (23 de abril de 1616). No, pues había 11 días de diferencia entre los calendarios vigentes en sus respectivos países.

b) La revolución rusa de octubre de 1917 se celebra actualmente el 7 de noviembre.

La persistencia de la memoria, Dalí

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