martes, 1 de junio de 2010

DE MERCENARIO A HÉROE


ACERCA DEL CID HISTÓRICO

María Luisa Arnaiz Sánchez


   El rey Fernando I de León, el Magno, muerto en 1065, siguiendo las leyes de Navarra, repartió sus territorios de la siguiente manera: a su primogénito varón, Sancho II el Fuerte, le entregó Castilla, un condado que era todavía un territorio de frontera sin la categoría del reino de León; a Alfonso le dejó León y a García Galicia. En cuanto a sus hijas, otorgó Toro a Elvira y Zamora a Urraca.

Fernando I

   Urraca, que era la mayor de todos sus hijos, según el cantar, así se lamentaba a su padre de su suerte:

                  “¡y a mí, porque soy mujer, dejáisme desheredada! […]
                  mi lindo cuerpo daría a quien bien se me antojara,
                  a los moros por dinero y a los cristianos de gracia; […]
                  Calledes, hija, calledes, no digades tal palabra,
                  que mujer que tal decía merecía ser quemada.
                 Allá en tierra leonesa un rincón se me olvidaba,
                 Zamora tiene por nombre, Zamora la bien cercada, […]
                ¡Quien vos la quitare, hija, la mi maldición le caiga!”

Herencia de Fernando I

   Rodrigo Díaz nació en las proximidades de Burgos, probablemente en Vivar, ignorándose la fecha de su nacimiento aunque se estima que pudo ocurrir hacia la mitad del siglo XI. Se crió junto al infante Sancho, que era unos años mayor que él, pues la costumbre hispano-visigoda, que prevalecía desde tiempos pretéritos entre la nobleza, estipulaba que los hidalgos fueran enviados a la corte para educarse a expensas del rey. De modo que Rodrigo fue un “criado” (he aquí la procedencia de dicha palabra, que en modo alguno tenía un sentido peyorativo). Es de suponer que, conforme a los usos y llegado el momento, Sancho lo armaría caballero y Rodrigo estaría a su servicio como militar y asesor.

Registro de vasallaje

   En una ocasión, cuando Castilla y Navarra se disputaron la plaza de Pazuengos, lo nombró su campeón, es decir, quien en el juicio de Dios u ordalía iba a luchar por Castilla. El combate fue ganado por Rodrigo y de ahí le vino el sobrenombre de campidoctor o campeador. Esta distinción, según la legislación gótica, llevaba unida la condición de “juez en los litigios civiles de Castilla”.

Juicio de Dios u ordalía

   Dice el cronista Jiménez de Rada que Sancho II (1038 -1072) “empezó a sentir sed de la sangre de sus hermanos y a ambicionar más de lo normal los reinos de éstos”, de manera que, creyéndose perjudicado en el reparto del patrimonio por no haber seguido su padre la tradición castellana sobre la herencia, maquinó cómo hacerse con la mayor parte de las tierras; en consecuencia, arrebató Toro a Elvira y, en complicidad con Alfonso, se anexionó Galicia, desposeyendo a García. Era 1071.

En comandita

   Sin embargo, Sancho no cejaba en su idea de hacerse con el reino de León con el fin de aunar los territorios que habían sido de su padre, de manera que, ignorando la tregua firmada con su otrora confabulado (“digno sucesor y heredero de la crueldad goda” dice el cronista), se enfrentó a su hermano, a quien venció en Golpejera, lugar próximo a Carrión de los Condes, donde destacó Rodrigo, a la sazón alférez real, por cuyo consejo se ganó la batalla. Entonces, en enero de 1072 se proclamó rey de León.

Batalla de Golpejera

   La leyenda cuenta que Alfonso, acogido por Al Mamún, rey de Toledo, oyó unas confidencias entre este y sus nobles acerca de la posibilidad de que la ciudad pudiera ser conquistada. Cuando Al Mamún advirtió que Alfonso se hallaba en las inmediaciones del jardín, en apariencia dormido, mandó traer plomo fundido y, echándoselo en la mano para probar si dormía, quedó satisfecho por el alarido que emitió al sentir el ardiente plomo. Alfonso, que en la “Primera crónica general” del rey Sabio fue llamado, entre otros apelativos, “el Bravo” o “el que ganó Toledo”, tuvo tambiéncomo sobrenombre legendario “el de la mano horadada”.
 
Ruzafa de la Galiana (Toledo)    
Dice el romance:         
El rey don Alfonso el bravo,
aquel que con gran denuedo,
al foradar de la mano,
tuvo siempre el brazo quedo.      
   Mientras tanto, Urraca se negó a obedecer a Sancho y este cercó Zamora, lugar en que, al cabo de siete meses de acoso, fue asesinado a traición. Bellido Dolfos, noble leonés tenido por amante de Urraca, fingió pasarse al bando real y, bajo el señuelo de enseñar al rey un postigo (‘puerta no principal de una villa o ciudad’), por el que acceder al lugar para conquistarlo, deambuló junto al monarca en torno a las murallas. Apurado Sancho por una necesidad fisiológica, se apartó de su falso  acompañante, momento en el que el felón lo mató, dándose a la fuga. Rodrigo, que presenció la escena de lejos, salió tras él pero no lo alcanzó porque, con el apremio, no se había calzado las espuelas.  
Copa de la infanta Urraca  
Canta el juglar:  
¡Rey don Sancho, rey don Sancho!, no digas que no te aviso, / que de dentro de Zamora un alevoso ha salido;/ llámase Vellido Dolfos, hijo de Dolfos Vellido,/ cuatro traiciones ha hecho, y con esta serán cinco./ Si gran traidor fue el padre, mayor traidor es el hijo./ Gritos dan en el real: - ¡A don Sancho han mal herido! / Muerto le ha Vellido Dolfos, ¡gran traición ha cometido!/  Desque le tuviera muerto, metiose por un postigo,/ por las calle de Zamora va dando voces y gritos:/ - Tiempo era, doña Urraca, de cumplir lo prometido.
Postigo de la traición (Zamora)
 
   Desde entonces se ha atribuido la culpa de la muerte de Sancho II a Urraca, cuya predilección por Alfonso motivaba habladurías, de forma que el rey leonés ocupó el trono reunificado de Castilla, León y Galicia, siendo natural que guardara parte de las costumbres de su reino e incluso su propia lengua. En un documento, que recoge el dolor por la pérdida de Sancho, su heredero, hijo de su cuarta mujer, Zaida, nuera del rey Al Mutamid de Sevilla, se expresa en un arcaico gallego con mezcla de un primitivo castellano 
.
Sepulcro de Sancho II en Oña (Burgos)
 
   Lógicamente los castellanos reaccionaron en contra de todo lo leonés, siendo los Ordóñez, los nobles leoneses llamados “mestureros”, en el “Cantar de Mío Cid”, ‘chismosos’, los que provocaron la enemistad de Alfonso (1040 – 1109) contra Rodrigo pues lograron convencer al rey de que el Campeador pretendía alzarse con dignidades que no le correspondían. Así lo cuenta la ficción.
Vasallaje
 
   Cuando Alfonso, tras la muerte de su hermano, acudió a Castilla para ser coronado rey, los nobles castellanos le exigieron, de acuerdo con las leyes visigodas imperantes en Castilla, un juramento público que lo liberase de toda responsabilidad sobre la muerte de su hermano. El infanzón Rodrigo fue el encargado de tomárselo pues, como dije, era juez en los litigios civiles. Utilizó simbólicamente para llevarlo a cabo unos evangelios y un cerrojo de hierro, emblema este del compromiso entre la verdad y el juicio en el más allá. Le satisficiera o no el acto, como Alfonso no desconocía las costumbres castellanas, tuvo que jurar y fue acatado rey. Era 1073 y ratificó a Rodrigo en todos sus cargos.  
La jura
 
Por boca del juglar:  
En sancta Gadea de Burgos do juran los hijos dalgo,
allí le toma la jura el Cid al rey castellano.
Las juras eran tan fuertes, que al buen rey ponen espanto;
sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo:
Villanos te maten, Alonso, villanos, que no hidalgos,
 de las Asturias de Oviedo, que no sean castellanos;
 mátente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos;
 con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados;
 abarcas traigan calzadas, que no zapatos con lazo;
 capas traigan aguaderas, no de contray, ni frisado;
 con camisones de estopa, no de holanda, ni labrados;
 caballeros vengan en burras, que no en mulas ni en caballos;
 frenos traigan de cordel, que no cueros fogueados.  
 Mátente por las aradas, que no en villas ni en poblado,
 sáquente el corazón por el siniestro costado,
 si no dijeres la verdad de lo que te fuere preguntado:
 si fuiste, ni consentiste en la muerte de tu hermano.
 
Alfonso VI
   
   Las relaciones de Rodrigo con el ya designado como Alfonso VI (el uso de los numerales para distinguir a reyes de un mismo nombre lo introdujo Alfonso X el Sabio) fueron muy cordiales; hasta tal punto llegó la confianza que le profesó el rey, que lo casó con Jimena, hija de una sobrina suya, según la Historia Roderici. El matrimonio tuvo tres hijos: Cristina, María y Diego, que murió en la adolescencia.  
Pareja medieval    
Dice el romance:  
Por la vega de Granada/ iba el Cid al mediodía,/en su caballo Babieca,/ que al par del viento corría,/ y doscientos caballeros, que lleva en su compañía./ Iban contando hazañas/ para llevar alegría,/ iban contando hazañas/ cada cual de sus amigas: / unos las dejan preñadas,/ otros las dejan paridas,/ otros las dejan doncellas,/ ambas del amor rendidas.
  
Caballeros      
DESTIERROS      
“El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.”                                         
Castilla de Manuel Machado.                                                                  
Castellanos ante el desterrado
 
   1º) En 1081 Rodrigo sufrió el primer destierro a causa de la entrada que hizo en tierras de Medinaceli, ya que el rey la consideró peligrosa para su política con el reino de Toledo.
   En 1083 Alfonso lo perdonó pero Rodrigo, roto el vasallaje, no regresó a Castilla hasta 1087 porque ya se había puesto al servicio del rey de Zaragoza. Durante ese período de tiempo obtuvo resonantes victorias como mercenario, entre otras, frente al conde de Barcelona, al rey de Aragón y al rey de la taifa de Lérida.
   Cuando Yusuf desembarcó en Algeciras en 1086 para apoyar algunas taifas, ofreció las tres posibilidades acostumbradas al enemigo antes de entrar en combate (convertirse al Islam, pagar un tributo o luchar), pero Alfonso decidió pelear y fue derrotado en Sagrajas, razón por la que se apresuró a hacer llegar a Rodrigo su reconciliación.  
Ejércitos cristiano y musulmán    
   En efecto, la derrota cristiana trajo consigo, entre otras cosas, que los hispano-andalusíes dejaran de pagar las copiosas parias en oro. Ante tal situación, Rodrigo recibió del rey la promesa de que le entregaría a perpetuidad todo lo que conquistara en tierras levantinas, si volvía a ponerse a su servicio.  
Dirham de Al Mutamid    
   2º) El segundo destierro lo sufrió Rodrigo en 1088 con ocasión de una expedición contra Aledo (Murcia). El rey se enemistó ahora de manera más grave con él ya que lo declaró traidor.
   Yusuf había cruzado el Estrecho de Gibraltar por segunda vez para tomar Aledo y, ante las continuas peticiones de socorro de los sitiados, Alfonso y Rodrigo se encaminaron hacia el lugar, yendo a la cabeza de sus respectivas huestes. Pero algo inexplicable ocurrió porque solo llegó el ejército del rey a la bloqueada población, si bien logró forzar el levantamiento del asedio. ¿Había desoído Rodrigo la súplica real?  
Combate entre cristianos y musulmanes
 
   A partir de entonces, Rodrigo, como adalid independiente, actuó por su cuenta por tierras levantinas y sometió a diversos reyes de taifas, a los que cobraba parias con las que mantener sus mesnadas. En 1092 tuvo lugar la reconciliación entre el rey y el Cid (voz del árabe “çidi”, ‘señor’, calificativo dado por los hispano-andalusíes a Rodrigo), pero este hecho no alteró su actuación en el Levante.   
Firma autógrafa de Rodrigo Díaz: Ego Ruderico    
   Una vez asesinado su amigo el rey de Valencia, sitió la ciudad y la ocupó en 1094 con el rango de príncipe. Apoyó al rey Alfonso en 1097, enviándole a su hijo, que pereció en la batalla de Consuegra, y tomó Sagunto en 1098, dominando por fin la taifa de Balansiya. Dado que casó a Cristina con el rey de Navarra y a María con el conde de Barcelona, la ficción se convirtió en realidad al decir el cantar: “Hoy los reyes de España sos (sus) parientes son”. Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, murió en Valencia en 1099.  
Sepulcro del Cid (Burgos)
 
APOSTILLA  
   Uno de los hechos menos conocidos a propósito de don Rodrigo lo constituye el ensalzamiento con que lo rodeó Menéndez Pidal. Ignoro qué lo guiaba y a qué intereses servía, pero la glorificación que hizo de la figura del Cid para que fuera tenido por el héroe nacional de España por antonomasia, llegó al extremo de relegar y hacer olvidar del acervo cultural español a quien hasta entonces había figurado como nuestro héroe legendario: Bernardo del Carpio.
   Según la “Crónica General” de Alfonso X, “andados XXVII annos del reynado del rey Alfonso el Casto pues vio que era viejo et de muchos dias, enbio su mandadero en poridad a Carlos enperador de los romanos et de los alemanes et rey de los franceses, commo el auie fijos, et sil qyuisiese venir ayudar contra los moros […]”.
   Bernardo del Carpio, hijo de Ximena, hermana de Alfonso II el Casto, y de Sancho Díaz, conde Saldaña, fue el héroe de Roncesvalles en 778 al vencer a los franceses, la derrota que se interpreta en el cantar de gesta francés “La chanson de Roland”.
   ¿Qué motivó la sustitución de un héroe épico por otro?, ¿entrarían en colisión las cunas de ambos esforzados, Castilla frente a León?, ¿la obra completa del “Cantar de Mío Cid” frente a textos fragmentarios sobre Bernardo del Carpio?, ¿la mal llamada reconquista frente a los vecinos del norte? Comoquiera que en los libros de texto ya ni se citan los versos “¡Mala la hubisteis, franceses, / en esa de Roncesvalles!”, es de sospechar que seguramente el cambio obedeció al enunciado “un idioma, una patria, un héroe” con exclusión de todo lo demás.  
Batalla de Roncesvalles
 
 

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