domingo, 3 de octubre de 2010

LA VERDAD - CAP. I


DESESPERACIÓN

Antonio Campillo Ruiz

 La Verdad
Jules Joseph Lefebvre
 Musée d’Orsay

   Querida Verdad, hemos hablado en innumerables ocasiones de los enormes, grandes, medianos y pequeños, trozos que te arrebatan aquellos que creen poseerte. Concluimos, con harta frecuencia, que la oportunidad, e incluso obligatoriedad, de que no brilles en determinados momentos, llamémosles inoportunos, es la explicación que se nos presenta como adecuada. También hemos hablado mucho acerca de la selección que se hace de ti en función de intereses personales o dirigidos: siempre mutilada, sabemos de ti lo que quieren que sepamos aquellos que, como profesionales carniceros irredentos, te van cortando partes que nos venden a muy diferentes precios de intereses. Hoy solo quiero hacerte unas preguntas para tratar de entender algunos de tus trozos “no expuestos a la venta” y escamoteados en el mercado negro durante mucho, mucho tiempo.


   ¿Cuánta angustia, cuánta impotencia, cuánta tortura, cuánta pena, pueden existir en el alma de esta mujer para expresar:

“No me dolieron los golpes, ni los insultos,
ni la destrucción de mi casa, sino la mirada
de infinita tristeza de mi marido moribundo.
Me suicidaría y me haría explotar en un lugar
en el que supiera que estoy matando a gente
culpable de mi dolor. Pero nunca a inocentes”?

   Esta mujer puede vivir en Chechenia, Ingusetia, o en cualesquiera de otras regiones “separatistas” de Rusia, e incluso en alguna de las repúblicas caucásicas que, ya segregadas, deben mantener un cordón umbilical obligatorio del que inexorablemente dependen. En verdad, sabemos muy poco, por no tener vergüenza para decir que no sabemos nada, de esta inmensa zona del mundo en la que aparentemente nada sucede porque nada se nos dice de ella. Por desconocer, casi desconocemos hasta los nombres de los países o regiones que la conforman. 


   Quienes se manifiestan como esta mujer anónima ¿serán también terroristas?, ¿es ella diferente de los terroristas “al uso”, cuyo modus operandi se nos repite una y otra vez? Parece ser que la ciudadana de este territorio se autoimpone una importante restricción que la diferencia de los asesinos que nos han “descrito reiteradamente”: “Pero nunca a inocentes”. No quiere causar “daños colaterales” que, desde gobiernos llamados democráticos, hasta terroristas “normales”, siempre se ocasionan. Y sigo preguntándome, Verdad, ¿qué, quién o quiénes, pueden inducir a tal desatino a una persona que, aparentemente, lo único que ha podido hacer en su corta vida es trabajar por y para su familia?, ¿es posible que esta canción de cuna rusa “tan bella como aleccionadora” suscite un incesante interrogatorio?

« Caen perlas del cielo oscuro
Un checheno sale del río
Todo negro, todo peludo
aprieta el puñal con brío

Pero tu papa no le tiene miedo
Ni a los chechenos ni a los diablos
Duérmete mi flor del cielo
Duérmete niño de los llanos »

   ¿Poseen los terroristas en Rusia características diferentes de las identificadas y determinadas por EEUU y la UE? Por cierto, después de alancearte con tantas preguntas, respóndeme a una última que también me sorprende bastante ¿pasa algo en Mongolia o ha desaparecido del planeta?

 
   Querida Verdad, eres eterna y omnipresente en todos los acontecimientos de este pequeño mundo en el que me encuentro. Asesinar a un ser humano con la sangre fría y meticulosidad, con que lo consuma el francotirador de la última escena del documento adjunto, es tan terrible e irresistible como justificar cualquier otro método de muerte. Como puedes comprobar, a pesar de todo, la vida sigue el curso anormal de la normalidad, tras los desastres guerreros o terroristas. Tu silencio es, como siempre, muy prudente, pero mi impaciencia por conocerte es infinita. Yo soy mortal.





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2 comentarios:

  1. Excelente, ya lo marqué. Una carta a la Verdad? Desengáñate Antonio, yo también soy mortal y no creo que nos conteste a tiempo. Gracias por tu esmerado trabajo.
    Besos verdaderos.

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  2. Querida Isolda, lo se. Somos tan limitados que por no tener no tenemos ni tiempo. A pesar de ello, sigo enamorado de mi entelequia.
    Me congratulo de la existencia de seres humanos como tu, Isolda.
    Un fuerte abrazo.

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