miércoles, 13 de octubre de 2010

SIEMPRE SERÁ MI HÉROE

ESTE ERA MI TONY CURTIS - I

Antonio Campillo Ruiz


   Un sonido de decepción, un clamor unánime, un grito cada vez más intenso, salió de las gargantas de todos los asistentes al cine cuando la pantalla donde se proyectaba la película quedó negra de golpe, aquel domingo desapacible de noviembre. La oscuridad se apoderó instantáneamente de la sala abarrotada de espectadores, casi todos niños y jóvenes. “Echaban” un programa doble de aventuras. Estaba tan lleno el cine, que, además de los asientos, los pasillos “de abajo” y las dos antesalas que separaban el “anfiteatro” del “gallinero”, en el primer mediopiso del cine, estaban abarrotadas de personas de pié. Esto, en el cine “La Cadena”, era frecuente porque se vendían entradas hasta que ya era imposible que cupiesen más personas.


   Como era “la mejor” de las dos películas de esa tarde la proyectaban, como siempre, la segunda. Eran, aproximadamente, las seis de la tarde. El escándalo, iluminado débilmente por pequeñas pavesas de cerillas o mecheros de gasolina, era inenarrable. Uno de los acomodadores y dueño del cine, desde un mínimo escenario que había delante de la pantalla para actos extraordinarios y conferencias, trató de dirigirse sin conseguirlo al público. Encendió su potente “linterna de petaca” e iluminó con ella la sala. Hubo un silencio que se mantuvo durante unos segundos, que aprovechó raudo para, con voz potente, decir: “La luz se ha ido”. El griterío arreció, hasta convertirse, mezclado con los silbidos, en una orquesta desafinada. “La luz se ha ido y nos han dicho que quizás no va a venir en toda la noche, así que se darán entradas a la salida para ver la película mañana”. ¡¡Bueno…!! El desafino orquestal de todo tipo de ruidos subió de tono hasta no poder oír al vecino si te hablaba. ¿Cómo íbamos a dejar de saber qué ocurría con el final de “Coraza Negra”? ¡Imposible! Desde abajo”, varios mozalbetes envalentonados, empezaron a chillar con sus nuevas voces cambiantes por la edad: “¡No nos vamos hasta que "venga" la luz!” Y así fue. 


   “La luz volvió” alrededor de las diez de la noche. Durante esas largas casi cuatro horas en la oscuridad, iluminada por cerillas, mecheros, alguna pequeña linterna utilizada para alumbrar las oscuras calles cuando ibas en bicicleta, todos los espectadores permanecimos en nuestros sitios. Los padres de niños o chicos muy jóvenes fueron hasta el cine para saber qué ocurría y cuando les dijeron el evento, que ya suponían porque el pueblo entero estaba a oscuras, volvieron a sus casas para preparar y llevar a los chicos un buen bocadillo, la cena, con los ingredientes que había para esa noche, de tal grado, que hubo desde bocadillos de tortilla con patatas y cebolla, hasta de conejo frito con tomate. Al igual que sus hijos, “comprendían” que la película debía terminar o de lo contrario no podrían verla nuevamente, dijeran lo que dijeran los dueños del cine. Ya había pasado otras veces…


   Cuando arrancó el sonoro ronrroneo del proyector la película continuó exactamente donde se había parado, con Tony Curtis y su flamante armadura tendido en el suelo sin poder levantarse por su peso, el silencio era tan intenso que parecía oírse un leve recuerdo del enorme escándalo anterior.


   Este era Tony Curtis para muchos de los niños que vivimos aquellos insulsos, oscuros, vigilados y desaliñados, años finales de los cincuenta del siglo pasado. La película, dirigida por Rudolph Maté, 1954, llegaba a nuestro pueblo, como siempre, con bastante retraso. Pero no nos importaba. Nuestro héroe era nuestro, no podíamos defraudarle quedando sin ver sus acrobacias para conquistar a “la chica”, Lady Anne (Janet Leigh), la protección a su hermana, que para nosotros era tan fundamental como real, y su valentía y lealtad, según las reglas de la caballería hollywoodiense. Debíamos saber toda la historia. No podíamos abandonar por un simple “corte de luz”. 


   Cuando la última escena, con besos en la boca en estereo, cerraba a negro antes de aparecer el famoso The End, un clamor general tan intenso como todas las protestas juntas hechas a lo largo de las cuatro horas de apagón, llenó la sala e hizo vibrar las sillas de madera, con respaldo redondeado, y las altas ventanas, también de madera, abiertas a pesar del frío, en aquella desapacible noche de noviembre, por el “calor humano” existente. Nuestros sueños fueron tranquilos, muy dulces y creo que todos sonreíamos durante él: habíamos aguantado valientemente las vicisitudes imprevistas para saber que nuestro héroe siempre seguiría siéndolo.  



Breve vocabulario “especial”
Abajo: Patio de butacas.
Anfiteatro: En este cine, las tres primeras filas con asientos individuales, de la parte superior del cine.
Gallinero: General. Estaba formado por largos escalones de madera que a su vez servían de asiento.


3 comentarios:

  1. En otro cine, con otros actores, el problema sucedía cuando a la chica se le veía algún centímetro más de piel... Casualmente en la cinta ocurría algo... Y chillábamos, pero el Padre Velasco encendía las luces, y era peor, mucho peor.

    No sé si Tony Curtis sabrá de estas cosas, pero si lo intuye seguro que su maravillosa sonrisa estará en franca progresión desde que te ha leído.

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  2. Amando, ese "otro problema", con "otros" padres Velasco, será descrito "adecuadamente". Merece la pena hacerlo.
    Si, creo que Tony Curtis habrá sonreido y espero que lo siga haciendo con los próximos capítulos. Un abrazo, amigo.

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  3. Un poco tarde llega mi comentario. Siete años después! Pero me ha encantado la anécdota y no puedo por menos de aplaudirla después de disfrutarla. Son historias que forman parte de una memoria colectiva realmente enternecedora. Muac

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