viernes, 29 de octubre de 2010

ESTUPRO

LOS CENCI

María Luisa Arnaiz Sánchez

Beatriz Cenci, Guido Reni
 
   Stendhal, seudónimo del republicano Henri Beyle, escribió a su amigo Di Fiore en1835 que había adquirido unos manuscritos de los siglos XVI y XVII, donde se describían historias tremebundas desde el cinquecento italiano en adelante. A modo de urdimbre empezó la trama de diversas intrigas y fue tejiendo relatos bajo el subterfugio de que solo se dedicaba a traducir lo que leía en sus manuscritos; así lo expresó en “La duquesa de Palliano”, una de las narraciones que forma parte de la recopilación que, bajo el título de “Crónicas italianas”, Romain Colomblo dio a la imprenta en 1855, muerto ya el autor. Es notorio que Stendhal ocultaba su capacidad de fabulación con su inveterada habilidad mistificadora, que es descubierta a cada paso en la desnudez quintaesenciada de su estilo, el cual, según propia confesión, depuraba leyendo el Código Civil.

Retrato de una joven, Domenico Ghirlandaio

   El estupro es en Derecho el coito con persona mayor de 12 años y menor de 18, prevaliéndose de superioridad; es también el acceso carnal con persona mayor de 12 años y menor de 16, conseguido con engaño; asimismo y conforme el Diccionario de la Lengua, es por equiparación legal algún caso de incesto. La narración de la que trataré lleva el título de “Los Cenci”, quizás el primer esbozo de un ensayo sobre el mito de Don Juan, donde el autor declara que “por mi gusto, no habría contado jamás este carácter, pues está más cerca de lo horrible que de lo curioso”. Se trata de un sórdido relato sobre el abuso de autoridad paterna, que por su frecuencia y por su disimulo en las sociedades de todas las épocas, quiero relacionar con las víctimas de asesinos “autorizados” en el seno familiar y de ciudadanos “proclives” a la violación de menores y a la prostitución. Me atrevo a sugerir su lectura, no a contar la historia, porque el peculiar rasgo stendhaliano de sobrecoger y dejar suspenso el ánimo, satisfará a más de un lector.

La lectora, Picasso, 1920

   Comienza el texto hablando de Don Juan, uno de los cuatro mitos inventado en Europa tras los griegos (Fausto, Hamlet y Don Quijote son los otros, los cuales se apartan de figuras literarias de creación posterior que denominan síndromes o complejos psicológicos, como los de Brummel, Bovary, Peter Pan, etc., incluso el propio Stendhal ha dado su nombre a uno). Este personaje no pudo aparecer en la Grecia clásica, bajo el punto de vista del autor, porque su sistema político solamente prohibía aquello que causaba daño a la patria, a la comunidad, no lo que perjudicaba al individuo. A este propósito dice Stendhal que no solo “para que Don Juan sea posible, es necesario que en la sociedad haya hipocresía”, sino que el prototipo apareció como “producto de las instituciones ascéticas de los papas posteriores a Lutero” y aporta como prueba una anécdota del XVII, cuyo significado encierra la incógnita de la cuestión, o sea, el placer transgresor ante la represión. Es la de aquella princesa italiana que decía lamiendo un helado: ¡Qué lástima que esto no sea pecado!

Florencia, causa del síndrome de Stendhal
 
   Opina el autor, muerto en 1842, que “por eso atribuyo a la religión cristiana la posibilidad del papel satánico de Don Juan (a pesar de que) no cabe duda de que es esta religión la que enseña al mundo que un pobre esclavo, que un gladiador, tiene un alma…igual en facultad al propio César”. En consecuencia, al surgir el modelo tras el Concilio de Trento en la obra “El burlador de Sevilla y convidado de piedra”, texto atribuido al fraile mercedario Tirso de Molina, hay que revisar la moral que impuso la iglesia católica a la sociedad de su tiempo, la cual no fue sino la restricción de las libertades de tipo sexual. Así pues, aunque teóricamente el pueblo soportaba la dura moral oficial, la experiencia confirmaba que los desajustes sexuales estaban a la orden del día (¡hasta Felipe IV reconoció por primera vez en la realeza española a un hijo ilegítimo!), por lo que la actitud inmoral practicada por los católicos llevaba al inconsciente colectivo  tanto al remordimiento como al deseo de rebeldía, de liberación. He aquí el porqué de la anterior aseveración stendhaliana pues solo se puede transgredir lo prohibido y, en este caso, oponerse a la fuente trascendente de donde derivaban las normas y mandamientos.

Retrato de una joven, Botticelli
 
   De otra parte, conviene decir que el mito de Don Juan encierra la normación de la monogamia y una contradicción: si triunfa Eros, se sigue la afirmación universal del deseo, por tanto, la monogamia se opone a la libido, el matrimonio al amor, y, una vez socializado el “amor” y legalizado en forma de matrimonio eclesiástico, se produce el aniquilamiento del deseo con la bendición “divina” y se castiga al transgresor con la muerte, lo que sucede al Don Juan de Tirso, de Molière y de Mozart, no así al pasteleado Don Juan de Zorrilla con que simpatiza el gusto domesticado de muchos españoles. Por esto, hay que saber que entre las consecuencias normativas que trajo Trento para los enlaces matrimoniales figuraron la necesaria autorización paterna para los menores, la publicación de amonestaciones y la presencia de un sacerdote en las bodas (recuérdese que así se reforzaba la autoridad del pater familias y se favorecía la acumulación de bienes porque se atajaban las bodas clandestinas que suponían desbaratar la economía capitalista, basada en la política familiar de la propiedad; de igual modo, la iglesia católica ganaba poder pues se interfería en los casamientos).

 Bodas medievales sin intervención eclesiástica

   Por último, sirva como resumen del relato propuesto la siguiente exposición: Francesco Cenci, rico gracias a la fortuna amasada por su padre como ministro de Hacienda del papa Pío V, se tenía por un donjuán en el sentido de conquistador y provocador de Dios. Murió a los 71 años a manos de unos sicarios contratados por su hija de 16, a la que mantenía como esclava sexual y agredía con crueles palizas. Se dice que Guido Reni retrató a Beatrice la víspera de su ejecución ya que Clemente VIII, contra el parecer mayoritario de los romanos, no perdonó a la parricida. Así lo expresa Charles Dickens: “Cuentan algunas historias que Guido (Reni) lo pintó la noche antes de que la ejecutaran; y otros, que lo pintó de memoria después de haberla visto camino del patíbulo. Yo me inclino a creer que se volvió hacia él tal como aparece en el lienzo al ver por primera vez el hacha, y que grabó en su mente esa mirada que él ha grabado en la mía como si hubiera estado a su lado entre la multitud. La historia está escrita en la pintura; escrita en la cara de la niña agonizante por la propia mano de la Naturaleza” en “Estampas de Italia”.

Bambola di Crepereia Thriphaena, 150 ó 160 d. e.
Museo Nazionale Romano

   Como conclusión diré que, dada la afrenta pública que implica la confesión de estar sometida a vejaciones de toda índole a causa de comoquiera que denominemos a los maltratadores “autorizados”, se comprende el silencio de casi todas las mujeres que pagan con la muerte física o psicológica el ser consideradas un objeto propiedad del padre, marido o compañero (también de los hermanos en otras creencias). No puede ser fácil pasar por esta situación y denunciar a los transgresores, pues diariamente conocemos la víctima número “x” del elenco nacional desde nuestra posición privilegiada; de igual modo, ha de resultar muy difícil escapar a la prostitución, cuando vemos la falta de escrúpulos de ciertos ciudadanos ante la pobreza que rodea la infeliz condición. Por todo ello es necesario educar en valores igualitarios y desechar la hipocresía católica, que postula la mortificación dentro y fuera del matrimonio para salvarse, así como el cinismo patriótico.

Seated Couple, Egon y Edith Schiele
 





sábado, 16 de octubre de 2010

ENRIQUECIMIENTO TORTICERO

FALSIFICACIÓN

María Luisa Arnaiz Sánchez

Retrato de una joven, siglo III. Antikensammlung. Berlín
 
   Santa Catalina de Alejandría, cuyo patronímico proliferó en todas las comunidades cristianas europeas desde la Edad Media, ni existió ni es un caso de sincretismo religioso, sino una falsificación. A raíz de ser estrenada la película de Alejandro Amenábar, “Ágora”, más de uno, sin otro ánimo que el de entretenerse, pudo enterarse desde su butaca de la existencia de Hipatia, una mujer extraordinaria que bajo otro nombre había sido adoptada y manipulada por las iglesias cristianas en interés propio. En 412 el obispo Cirilo, que también llegaría a santo cristiano, fue nombrado patriarca de Alejandría y con él sobrevino una rencorosa y cruel persecución porque enardeció a sus adeptos para que lucharan contra las ideas y creencias que no eran las suyas. En marzo de 415 y con la connivencia de monjes fanáticos unos creyentes se apoderaron de Hipatia y la torturaron haciéndole sajaduras con afiladas conchas hasta que murió; luego quemaron su cuerpo. La descripción del crimen la transmitió Sócrates Escolástico, el historiador laico coetáneo de los hechos, en “Historia ecclesiastica”, mientras que testimonios paganos y cristianos posteriores hacen pensar que Cirilo fue el instigador.

Fotograma de “Ágora”, Alejandro Amenábar
 
   Hipatia, llamada “la más grande”, fue una persona excepcional para su época a causa de ser mujer y de impartir sus enseñanzas a todos cuantos estaban interesados en instruirse en materias humanísticas y científicas sin distinción de credos (por Sinesio de Cirene se llegaron a conocer sus obras pese a que ninguna se haya conservado); la misma razón de excepcionalidad le hace decir a algunos que su asesinato fue un caso aislado. Voltaire afirmó que “A partir de la muerte de Hypatia se terminó la enseñanza del pensamiento de Platón no sólo en Alejandría sino en el resto del Imperio. El interés por las ciencias fue debilitándose y la Historia entró en el oscurantismo. Pudo sobrevivir en Bizancio y poco después empezó de nuevo a florecer en el mundo árabe musulmán”. Engarzaré más adelante mi exposición a través de la literatura árabe con una de las fábulas de “Las mil y una noches”, en concreto con la narración hecha por Sherezade al rey Sahriyar desde la noche número 436 a la 462, cuyo truco consiste, como se sabe, en prolongar los relatos a fin de no morir ya que el sultán, para vengarse de la traición de su legítima esposa, había decidido no tener cónyuge y acostarse todas las noches con una mujer distinta, a la que mandaba matar con la luz del día. Afrontemos ahora a la oscura santa Catalina.

Hipatia, Rafael

   Conforme  dice la tradición, Catalina se presentó ante el emperador,  que había decretado en 310 la adoración de los dioses instituidos, y la conminó a que dejara su fe y abrazara el culto del Sol, negándose ella con toda suerte de argumentos. Sorprendido por la sabiduría con que supo desenvolverse, convocó a los cincuenta sabios más eminentes de Alejandría para que debatieran con ella y, tras ser persuadidos por Catalina y convertidos al cristianismo, el coemperador Maximino Daya ordenó ejecutarlos y a ella le reservó la muerte en una rueda erizada de clavos. Sigue la leyenda diciendo que unos ángeles la enterraron en el monte Sinaí y se la comenzó a venerar como mártir, o sea, como testigo de la fe. Su culto se extendió ampliamente por Europa gracias a los cruzados que trajeron consigo su devoción y, sin embargo, al no existir ningún documento que atestigüe su existencia, se da por seguro que se trata de un personaje ficticio con una función clara: aleccionar a los cristianos y servirles de acicate para que permanezcan fieles en su fe. Bajo este supuesto es venerada no solo en Oriente sino también en Occidente, donde los romanceros bien que se encargaron de difundir su vida. La versión cantada de Joaquín Díaz dice:


Santa Catalina, Caravaggio

En Cádiz hay una niña que Catalina se llama;
su padre era un perro moro, su madre una renegada.
Todos los días de fiesta, su padre la castigaba
que deje la ley de Dios, y siga la ley malvada.
Ella dice que no quiere, que está con Cristo esposada.
Su padre ha mandado hacer una rueda de navajas
y si no sigue su ley, en ella despedazarla.
La rueda ya estaba hecha, Catalina arrodillada.
Ya baja un ángel del cielo con su corona y su palma.
- Sube, sube, Catalina, que el rey del cielo te llama.
- ¿Qué me querrá el rey del cielo que tan aprisa me llama?
- Las cuentas que le he de dar, ya se las tenía dadas.
- Sube, sube, Catalina, que el rey del cielo te llama
a recibir la corona, que la tenías ganada.

Monasterio de santa Catalina en Jebel Musa. Monte Sinaí
 
   Pasando al cuento prometido, se trata de la “Historia de la esclava Tawaddud”, cuya peripecia de forma resumida es:
 
   En Bagdad vivía un hombre muy poderoso y lleno de riquezas al que Dios no le había concedido la descendencia que deseaba. Temiendo que su hacienda y su nombre se perdieran por falta de un varón, hizo  penitencia para que Dios le diera el ansiado heredero. Cuando lo tuvo, recibió por nombre Abu l-Husn, padre de la belleza, y fue educado en todas las artes. A la hora de morir, el padre le dejó toda su fortuna y le dio un consejo: teme a Dios y sigue a aquel que te ayude. El joven dilapidó la herencia y solo le quedó una esclava que era la más bella e increíble encarnación de la hurí jamás soñada: “su cintura era más delgada que el cuerpo de un amante extenuado por la pasión al que el silencio hubiera hecho enfermar y sus nalgas eran más pesadas que dos dunas” dice el texto, entresacando algunos pormenores. Al ver a su amo desacreditado, ella le suplicó que la vendiera al emir de los creyentes por diez mil dinares, exigiéndole que la examinara y que no la entregara por una cantidad menor. Abu l-Husn la condujo ante el emir y se la ofreció. Este le preguntó que cuál era su nombre y ella le contestó que Tawaddud, belleza y sabiduría a una. Entonces él le dijo: ¿qué ciencias sabes?

Tawaddud y Abu l-Husn
 
   Y ella: “La gramática, la poesía, el derecho, la interpretación del Corán, la filología; conozco la música, la ciencia de la partición de herencias, la aritmética, la geometría, la topografía y las antiguas tradiciones; conozco de memoria el magnífico Corán; domino las tradiciones proféticas por estudio y tradición. He estudiado las ciencias exactas, la geometría, la filosofía, la medicina, la lógica, la retórica y la composición; he aprendido de memoria muchos textos científicos, me he preocupado de la poesía y sé tocar el laúd...”. El califa Harun al-Rasid se quedó pasmado y dijo que haría venir a los que pudieran comprobar si era cierto lo que decía saber, en cuyo caso pagaría por ella más de los solicitado. Cuando vinieron todos los sabios, empezó la discusión y pronto tuvieron que reconocer ser unos zotes al lado de la joven. El emir les mandó quitarse los vestidos y abandonar la sala, luego entregó cien mil dinares a Abu l-Husn y le dijo a Tawaddud que le pidiera lo que quisiera y ella le contestó que se la devolviera a su amo, con quien vivió el resto de sus días. Sherezade le dijo al rey que lo que más causó admiración de la joven fue la profundidad de sus conocimientos y el dominio perfecto que tenía de todas las ciencias.

La palabra “laúd” apareció por vez primera en español 
en
 “La doncella Teodor”

   Pues bien, no hace falta cotejar las historias propuestas para darse cuenta de que responden a un mismo episodio con finales diferentes: uno es un hecho histórico, el siguiente una falsificación y el último una fabulación. En la historia auténtica el conflicto se desencadena por la intolerancia de unos creyentes cristianos, en el fraude capcioso por la firmeza en una doctrina y en el escrito literario por el libertinaje del heredero musulmán, pero en todas ellas brilla la consumada sabiduría de una mujer capaz de triunfar en las pruebas a las que es sometida por los más sobresalientes varones, haciéndolos pasar por ignorantes. ¿Quién de las tres existió? Hipatia sin duda. Las otras son sus trasuntos e incluso se convirtieron en otras narraciones, tales como la “Historia de la esclava Tawaddud” en el islam, cuya traducción al latín hizo Pedro Alfonso en el XIII, y “La doncella Teodor” en la cristiandad. Habida cuenta de que lo importante en la pensadora, en la amante del saber, fue la ciencia, el conocimiento y el dominio de técnicas y artes, resulta patético y causa vergüenza comprobar cómo ha sido expuesta  su figura en el mundo cristiano y qué diferente tratamiento le ha sido dado en el mundo musulmán.

Palacio de “Las mil y una noches”
 
   Los cristianos, si es que no trataron de lavar su honor, como siempre son consecuentes con todo lo relacionado con la tortura que conduce directo al paraíso y didácticos a través del miedo para evitar el infierno, no podían menos que usar la vida de Hipatia, víctima de la intolerancia y la misoginia, para desvirtuarla en una santa ad hoc. ¿Hasta cuándo va a esperar la iglesia romana para desvelar todos los cultos paganos de que se valió y transformó?, ¿por qué eran ídolos los dioses de los otros?, ¿por qué reconvertidos para su causa ya no lo son?, ¿por qué se sirve de la ignorancia, como todo lo que desprecia a tenor de lo que combate y predica, con el fin de mantener la primacía frente a otras creencias? Habría que concluir que es una cuestión de interés y que demuestra cómo, manejando los sentimientos de los necesitados de esperanza, gestiona los privilegios en el más allá, y cómo, controlando los ámbitos docentes, castrenses, hospitalarios y los “mass media”, perpetúa su influencia y su poder terrenales. Una institución dogmática y excluyente por naturaleza, lucrativa por derecho, antidemocrática por conveniencia, comprensiva con quienes de entre los suyos delinquen y sustrae a la justicia, etc., es en todo igual a otras que causan horror al conocerlas. Ya que la iglesia de Roma no quiere quitarse la máscara y presentarse a cara descubierta, al menos España tendría que rescindir el Concordato firmado en 1953 con la Santa Sede por ser producto de una dictadura. ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¡País!

Biblioteca de Alejandría


miércoles, 13 de octubre de 2010

SIEMPRE SERÁ MI HÉROE

ESTE ERA MI TONY CURTIS - I

Antonio Campillo Ruiz


   Un sonido de decepción, un clamor unánime, un grito cada vez más intenso, salió de las gargantas de todos los asistentes al cine cuando la pantalla donde se proyectaba la película quedó negra de golpe, aquel domingo desapacible de noviembre. La oscuridad se apoderó instantáneamente de la sala abarrotada de espectadores, casi todos niños y jóvenes. “Echaban” un programa doble de aventuras. Estaba tan lleno el cine, que, además de los asientos, los pasillos “de abajo” y las dos antesalas que separaban el “anfiteatro” del “gallinero”, en el primer mediopiso del cine, estaban abarrotadas de personas de pié. Esto, en el cine “La Cadena”, era frecuente porque se vendían entradas hasta que ya era imposible que cupiesen más personas.


   Como era “la mejor” de las dos películas de esa tarde la proyectaban, como siempre, la segunda. Eran, aproximadamente, las seis de la tarde. El escándalo, iluminado débilmente por pequeñas pavesas de cerillas o mecheros de gasolina, era inenarrable. Uno de los acomodadores y dueño del cine, desde un mínimo escenario que había delante de la pantalla para actos extraordinarios y conferencias, trató de dirigirse sin conseguirlo al público. Encendió su potente “linterna de petaca” e iluminó con ella la sala. Hubo un silencio que se mantuvo durante unos segundos, que aprovechó raudo para, con voz potente, decir: “La luz se ha ido”. El griterío arreció, hasta convertirse, mezclado con los silbidos, en una orquesta desafinada. “La luz se ha ido y nos han dicho que quizás no va a venir en toda la noche, así que se darán entradas a la salida para ver la película mañana”. ¡¡Bueno…!! El desafino orquestal de todo tipo de ruidos subió de tono hasta no poder oír al vecino si te hablaba. ¿Cómo íbamos a dejar de saber qué ocurría con el final de “Coraza Negra”? ¡Imposible! Desde abajo”, varios mozalbetes envalentonados, empezaron a chillar con sus nuevas voces cambiantes por la edad: “¡No nos vamos hasta que "venga" la luz!” Y así fue. 


   “La luz volvió” alrededor de las diez de la noche. Durante esas largas casi cuatro horas en la oscuridad, iluminada por cerillas, mecheros, alguna pequeña linterna utilizada para alumbrar las oscuras calles cuando ibas en bicicleta, todos los espectadores permanecimos en nuestros sitios. Los padres de niños o chicos muy jóvenes fueron hasta el cine para saber qué ocurría y cuando les dijeron el evento, que ya suponían porque el pueblo entero estaba a oscuras, volvieron a sus casas para preparar y llevar a los chicos un buen bocadillo, la cena, con los ingredientes que había para esa noche, de tal grado, que hubo desde bocadillos de tortilla con patatas y cebolla, hasta de conejo frito con tomate. Al igual que sus hijos, “comprendían” que la película debía terminar o de lo contrario no podrían verla nuevamente, dijeran lo que dijeran los dueños del cine. Ya había pasado otras veces…


   Cuando arrancó el sonoro ronrroneo del proyector la película continuó exactamente donde se había parado, con Tony Curtis y su flamante armadura tendido en el suelo sin poder levantarse por su peso, el silencio era tan intenso que parecía oírse un leve recuerdo del enorme escándalo anterior.


   Este era Tony Curtis para muchos de los niños que vivimos aquellos insulsos, oscuros, vigilados y desaliñados, años finales de los cincuenta del siglo pasado. La película, dirigida por Rudolph Maté, 1954, llegaba a nuestro pueblo, como siempre, con bastante retraso. Pero no nos importaba. Nuestro héroe era nuestro, no podíamos defraudarle quedando sin ver sus acrobacias para conquistar a “la chica”, Lady Anne (Janet Leigh), la protección a su hermana, que para nosotros era tan fundamental como real, y su valentía y lealtad, según las reglas de la caballería hollywoodiense. Debíamos saber toda la historia. No podíamos abandonar por un simple “corte de luz”. 


   Cuando la última escena, con besos en la boca en estereo, cerraba a negro antes de aparecer el famoso The End, un clamor general tan intenso como todas las protestas juntas hechas a lo largo de las cuatro horas de apagón, llenó la sala e hizo vibrar las sillas de madera, con respaldo redondeado, y las altas ventanas, también de madera, abiertas a pesar del frío, en aquella desapacible noche de noviembre, por el “calor humano” existente. Nuestros sueños fueron tranquilos, muy dulces y creo que todos sonreíamos durante él: habíamos aguantado valientemente las vicisitudes imprevistas para saber que nuestro héroe siempre seguiría siéndolo.  



Breve vocabulario “especial”
Abajo: Patio de butacas.
Anfiteatro: En este cine, las tres primeras filas con asientos individuales, de la parte superior del cine.
Gallinero: General. Estaba formado por largos escalones de madera que a su vez servían de asiento.


lunes, 11 de octubre de 2010

LA MOLÉCULA AFRODISÍACA

PARTO ORGÁSMICO

María Luisa Arnaiz Sánchez
Antonio Campillo Ruiz

Maternidad, Picasso
 
   ¿Por qué se pare con dolor y por qué hay partos orgásmicos? En “Revelation of childbirth” de Dick-Read, 1946, queda descrito cómo funciona el útero de manera inteligible para los profanos y más aún si tratamos de explicarlo en estas páginas. Este órgano posee unos músculos longitudinales y otros circulares que funcionan de manera simultánea para procurar la distensión y la viabilidad del parto; los primeros empujan al feto, los segundos cierran el cérvix. Cuando da comienzo el parto, el sistema nervioso simpático tiene que quedar en suspenso para que las fibras circulares aflojen la tensión pero, como tal sistema se asocia con la psicopercepción de los estímulos  emocionales, el miedo de la parturienta lo mantiene alerta, por tanto los dolores se perciben con mayor o menor intensidad dependiendo de la relajación que logre conseguir cada persona. Como vivimos el momento de forma angustiada según testimonios de toda índole, la mayoría de mujeres damos a luz con dolor o con ¡la epidural!

Vasija con decoración de pulpo, c. 1200 a. e. El Louvre
 
   Quedan ya lejanos los tiempos en que no se podían consultar ni  pedir informes sobre sexo, pero las jóvenes siguen preguntando lo mismo que a nosotras nos inquietaba. Hoy sabemos que el útero es sensible a la excitación sexual, que es el centro erógeno primordial  para algunos y que, aunque no lo notemos y solo sintamos el placer que expande, podemos estar seguras de que en cada orgasmo la intensidad del placer es correlativa a la intensidad de los latidos del útero, tal y como comprobaron Masters y Johnson al medir a través  de electrodos intrauterinos las “contracciones” de dicho órgano. Es más, parece imperdonable que se haya seleccionado o silenciado la información milenaria de las culturas orientales acerca del sexo por el factótum de turno de las ideologías imperantes y así, por ejemplo, la palabra “yoni”, literalmente útero para el tantrismo (cualquiera de las tradiciones esotéricas que enseña a utilizar el deseo como la vía  hacia la plena realización), se ha traducido por vagina porque para los occidentales el útero no tiene cabida en el mundo sexual.

Jarra de estribo, c.1200 a. e. Museo Arqueológico de Cos
 
   Eso no es todo. Vamos a ocuparnos de otros mecanismos vitales. La oxitocina, del griego “oxys”, rápido“, y “tokos”, nacimiento, es una hormona relacionada con los patrones sexuales que interviene en calidad de neurotransmisor en el cerebro. Esta hormona se libera en grandes cantidades tras la distensión del cérvix uterino y de la vagina durante el alumbramiento y durante la succión del bebé para estimular los pezones con el fin de que salga la leche, luego facilita el parto y la lactancia. Habida cuenta de que los receptores de esta hormona se encuentran en el útero, en la vagina y en los pezones, y que la hormona se segrega por la pulsión sexual, entre el deseo y la lactancia existe un vínculo indudable. Así pues, el “sistema sexual” es el responsable de tal nexo y justifica que la excitación sexual de las mamas se extienda al útero y que, si se llega al orgasmo, se vea implicado el tan cortejado y escamoteado órgano. No obstante hay que añadir que si en el paleolítico algo observaron y plasmaron sobre el placer femenino, también lo hicieron en el sofisticado imperio del Sol Naciente aunque de forma más extraña.

Mujer en reposo. Paleolítico superior. 
Cueva La Madeleine. Tarn

El sueño de la esposa del pescador, Katsushika Hokusai
 
   Pasando ahora a la cuestión de los alumbramientos orgásmicos, los testimonios de mujeres que han tenido tales partos placenteros han sido recogidos por la sexología científica desde mediados del siglo pasado. Esta modalidad de la que apenas han oído hablar las parturientas se provoca porque el propio movimiento del útero es en sí mismo productor de placer, siendo necesario nada más que los músculos funcionen acompasadamente, es decir, que se pongan en marcha para un nacimiento natural. Aunque parezcan exiguos los casos de estos partos en el civilizado primer mundo de Occidente, no ocurre lo mismo en zonas que no disponen de otra asistencia que la de las veteranas parteras. De otra parte, el alcance muscular del útero explica la famosa capacidad orgásmica de la mujer, siendo hora ya de desterrar la obsoleta idea de la ninfomanía por misógina y calumniosa porque pretende hacer anormal y patológico lo que es simplemente natural. En el orgasmo femenino el placer se produce con el movimiento pulsátil (vibración, temblor y latido) de los tejidos musculares, pero las contracciones son iguales a las del parto por lo que respecta a sincronización y acompasamiento de los músculos longitudinales y circulares del útero.

                     Vasija minoica, 1600 a. e       Vasija de Gournia, 1500 a. e.

   Llega ahora la pregunta clave ¿por qué está tan generalizada la idea del parto con dolor si hay pueblos que la desconocen? Habrá sin duda más de una causa que interfiera en el proceso, no siendo menor la inequívoca represión sexual de la mujer desde la infancia. Asimismo, por medio de la maldición bíblica, parirás con dolor, las culturas cristianas no han desestimado la idea del dolor y, junto al sufrimiento del que hacen bandera las religiones de esta ideología, progresa la hipocresía moral de muchos facultativos y la industria farmacéutica a la que no se puede desatender. Si el útero carece de sensibilidad suficiente a la oxitocina, a las mujeres les costará parir, por lo tanto urge revisar la vida sexual de la mujer antes de que sea madre, cobrando así sentido las pulsiones sexuales de la infancia. Como el desarrollo corporal incluye el movimiento de los músculos uterinos, en muchas culturas no se prohibieron las manifestaciones de la sexualidad infantil y se propiciaron los juegos y los bailes que se relacionaban con la estimulación de las pulsiones sexuales por toda la comunidad. Sin embargo, en la mojigata cristiandad el sexo desde san Pablo ha sido tabú.

MaternidadStanisław Wyspiański
 
    Aparte de reservar y circunscribir los partos a la clase médica y a su entorno, es cierto que se da un mayor deterioro en la sexualidad femenina gracias al marketing sociológico del falocentrismo y a las estrategias psicológicas que conlleva, sin olvidar la influencia de los medios audiovisuales. Se soslaya el que los niños tengan impulsos sexuales, prohibiendo cuanto implique la satisfacción de sus deseos y si un adulto se interesa por la vida sexual infantil es casi seguro que será tildado de bicho raro o algo peor. Hace mucho tiempo que se quemaba o infligía penas a las brujas porque ingenuamente se creía que usaban las escobas para volar; también lo hace desde que la gran Catalina de Rusia descabalgara de almohadas ante la impotencia del zar y buscara quien satisficiera su libido, no obstante las niñas y las jovencitas tienen cada vez menos posibilidades de desarrollar sus pulsiones sexuales. Por eso habría que educar el deseo, desterrar la represión sexual, erradicar las falsas ideas sobre el sexo y darle la vuelta al paradigma de la sexualidad para que se pudiera parir sin dolor y si es de forma orgásmica mejor.

Maternidad, Elena Kudry
 
   Según un estudio de la Universidad de Berkeley los octópodos poseen unas costumbres sexuales casi tan caprichosas como las de los seres humanos y por una presentación que tuvo lugar en la Universidad de Murcia en junio de 2008 supimos de la investigación hecha por Casilda Rodrigáñez acerca de las secuelas que le han dejado a las mujeres el tabú sexual asociado al patriarcado y cómo el orgasmo femenino en su opinión está representado por el pulpo. A nuestro juicio esta suposición es harto discutible, ya que si bien es cierto que el pulpo enrollándose y desenrollándose puede sugerir la idea de placer en algunos de nosotros, inducidos por las ondas, también lo es que el artista, al plasmar esos movimientos, logra llenar un espacio siempre cambiante como el acuático y aludir a la libertad espacial. También es verdad que se puede producir una composición atectónica, jugando con las sensaciones, bajo la idea de establecer una comunicación emocional con el espectador, pero creemos que ni el artista de hace tres mil años pensaba en esto, ni que su elección de un motivo marino como el pulpo, por otra parte tan frecuente en la cultura minoica, tuviera nada que ver con el placer. Lo coincidente y por cierto bien traído para el caso es la similitud figurativa entre el útero y el octópodo.

Crátera procedente de Micenas, 1400-1300 a. e. 
Museo Británico

Figura de marfil japonesa. Siglo XVIII
 

viernes, 8 de octubre de 2010

MACHISMO

ARCHIDIABLO

María Luisa Arnaiz Sánchez

La partida de ajedrez, Sofonisba Anguissola
 
   Aunque la fama de Maquiavelo se deba sobre todo a uno de sus libros de teoría política, “El príncipe”, 1513, basado en parte en las figuras de Fernando el Católico, en la idea de que el fin justifica los medios, y de César Borgia, en los aspectos de audacia, resolución y  secretismo, la producción del humanista florentino abarcó géneros muy diversos pero solo se le conoce una novela escrita en 1515 y basada en un cuento oriental, “La fábula de Belfegor archidiablo”. Con ella difundió miméticamente toda la misoginia que contenía de origen aderezada con la de su época, siendo curioso cómo persona de tanta inteligencia no supo escapar de una concepción tradicional sobre las mujeres, a todas luces montada ex profeso para mantener la superioridad de los varones, prueba, como vengo repitiendo, del daño que se extiende, se incrusta y resulta extenuante combatir, ya que no erradicar, por no educar en unos valores sin distinción de sexos. El relato se publicó en 1549, muerto Maquiavelo, y figuraba en la obra “Rime e prosi volgari” del cardenal Giovanni Brevio, que se la apropió con alteraciones.

Ciegos guiados por otro ciego, Brueghel el Viejo
 
   Maquiavelo reinventa la historia de Belfegor, un remedo del dios Baal, adaptado al cristianismo, que era representado de dos formas, o por un gran falo, o por un ídolo con la ropa tapándole la cabeza y enseñando su exagerado pene en permanente erección, en clara similitud con Príapo y otros personajes, sátiros, silvanos y faunos, vinculados con la lujuria y el desenfreno. La anécdota se ambienta en Nápoles durante la época de Carlos de Anjou y su finalidad explícita es poner en evidencia la rapacidad y astucia de los florentinos a través de la ironía, siendo la implícita, como ya se ha apuntado, la perpetuación eterna de la maldad de las mujeres. Fue concebida para su lectura en voz alta (recuérdese que la mayoría de los ciudadanos no sabían leer), de ahí quizás que, respondiendo a la máxima de “enseñar deleitando”, fuera un entretenimiento envenenado para los oyentes, hombres y mujeres. Su eco llegó a “The Devil is an Ass” de Ben Jonson, 1616.

El jardín de las delicias (detalle), El Bosco
 
   Todo comienza por una asamblea de diablos ante las que pueden ser calumnias vertidas por los hombres que transponen las puertas del infierno alegando que deben su perdición a sus esposas. Con el fin de saber la verdad y tener un criterio justo al respecto, deciden que uno de ellos ha de encarnarse en humano y pasar por todas la vicisitudes de un varón casadero. Hubo que sortear la misión pues nadie quería acometerla, tocándole para su mala estrella al otrora arcángel y hoy archidiablo Belfegor. Le proporcionaron una fabulosa suma con la finalidad de que permaneciera diez años en la tierra y se casara, sabiendo que, cuando muriera, tendría que regresar y dar cuenta de sus pesquisas. Acompañado de otros diablos a modo de sirvientes, se instaló en Florencia haciéndose pasar por un español que había hecho fortuna en Alepo (Siria). Rodrigo de Castilla tenía unos treinta años, era guapo y empezó a mostrar una liberalidad llamativa.

Los dos amantes y la muerte, Hans Baldung Grien

   Escogió a Honesta, bella, pobre, cargada de hermanos, y condujo su vida con ostentación, enamorándose realmente de su mujer, la cual tuvo una reacción, si se me permite, que ni pintiparada para el propósito de la obra, cual fue tomar la decisión de dominarlo a su gusto y cada vez que Rodrigo le negaba algo, lo injuriaba sin ton ni son, comportándose con una soberbia ilimitada y ¡mira que el ángel caído sabía de esto! Por complacerla y ver de tener paz, se encargó de sus cuñados, enviándolos a comerciar en representación suya y pronto sufrió una merma considerable en su hacienda. Soportó todo creyendo que ella cambiaría, pero esto no llegó a ocurrir y tuvo que padecer por su cada vez más obstinada insolencia, no teniendo ni un amigo en quien confiar porque hasta sus acompañantes diablos prefirieron volver al infierno. Una vez agotados sus caudales, creyó que lo salvaría su patrimonio de allende los mares, sin embargo no pasó mucho tiempo cuando supo que lo había perdido todo.

La muerte y la doncella, Hans Baldung Grien
 
   Al enterarse sus acreedores de la ruina, no dejaron de vigilarlo por si huía, cosa que naturalmente hizo. Lo persiguieron y logró zafarse gracias a un aldeano al que contó quien era y el porqué de su estar en el mundo y al que prometió hacerlo rico. El trato consistió en que él sanaría a toda endemoniada que al labriego se le presentara. De este modo sanaron dos acaudaladas jóvenes italianas y a la par de fama el campesino enriqueció. El diablo se despidió y le advirtió de que en adelante no le ayudaría más, cuando vino a suceder que la hija de Carlos VII de Francia, sí, el de Juana de Arco, cayó poseída. Por más que juró no poder sanarla, el rey lo amenazó con ahorcarlo y entonces Gianmatteo, que así se llamaba el labrador, valiéndose de una puesta en escena religiosa en la que la mujer de Belfegor hipotéticamente entraba en juego, ahuyentó al diablo, que dejó libre a la princesa, sopesando que era mejor regresar al infierno y rendir cuentas sobre los problemas que causaba una mujer.

Eva, la serpiente y la muerte, Hans Baldung Grien
 
   Sirva como colofón, el dicho de “irse con el rabo entre las piernas” que puede hacer sonreír a más de uno y dictaminar solapadamente que contra las mujeres no valen regalos, concesiones, ni nada para disuadirlas, si no está en su voluntad el querer hacer lo que sea, de modo que es mejor tener la fiesta en paz y poner tierra por medio. Podría continuar enumerando frases coloquiales del tipo “mi mujer es la que manda” como muestra de que el poder de la palabra no es algo banal (cotéjese lo que pasa en  zonas laístas para no ofender a nadie y lo que cuesta desembarazarse de modismos aprendidos) y que las ideas se perpetúan inconsciente o conscientemente con una intención trazada. Que la mujer es un ser inferior es CIENCIA  documentada en Aristóteles y santo Tomás en referencia a Europa y el cristianismo y este criterio perdura aún en nuestra sociedad, en donde seguimos todos los días asistiendo impasibles a la muerte y maltrato de mujeres por mano de sus ruines maridos (dejémonos de eufemismos o disfemismos), preguntándonos de dónde deriva esta brutalidad, sin darnos cuenta de que somos instruidos diariamente en una escala de valores diseñada hace muchos siglos.

La proposición, Judith Leyster