domingo, 20 de marzo de 2011

A ULTRANZA

CARTAS DE BATALLA

María Luisa Arnaiz Sánchez

Caballero, Vittore Carpaccio, 1510
Museo Thyssen-Bornemisza

   Johanot Martorell, nacido en Gandía en 1413 o 1414 y muerto en Valencia en 1468, autor principal de “Tirant lo Blanch”, no solo vivió con pasión el ambiente excitante de peleas y desafíos de su época, sino que, al igual que su hermano mayor, que se batió con Ausías March, su cuñado, envió a su primo Johan de Monpalau en 1437 su primera “lletra de requesta de batalla a ultranza”, o sea, “a muerte”. La acusación era haber dado palabra de matrimonio a su hermana Damiata y haberle robado el honor, así que lo convocaba a un juicio de Dios y le decía que lucharían con todo tipo de armas, incluso sin armaduras -algo insólito-, a pie o a caballo, y que debía procurarse un juez o él lo buscaría.

Hortus deliciarum

   Johanot quería mantener esta lid no por lucimiento caballeresco, sino porque su primo, bajo la promesa de casarse, había celebrado una boda secreta. Johan le contestó a los cuatro días diciéndole “havets mentit e mentrets per vostra gola” pero aceptó el reto, le dijo que buscara juez y que lucharía a caballo. Lo sorprendente del caso es que aseguró no haber dado palabra de matrimonio a su prima y, sin embargo, no negó que la hubiera “deshonestamente manchado y deshonrado”. Como estas cartas se colocaban en las calles y en las puertas de las iglesias, la difusión de la deshonra era pública, de ahí el alcance y gravedad del asunto.

Fuente de la juventud, Jacques Iverny, c.1420
Castillo de Mantua

   Hasta julio se cruzaron dieciséis cartas sobre el procedimiento. Monpalau, que pensaba que su primo no pretendía nombrar juez -el rey de Aragón no podía ser porque los reyes solo dirimían pleitos de traición entre sus vasallos-, recibió en abril de 1438 una carta fechada en Londres, en la que Martorell le comunicaba que, con la ayuda de Dios, había encontrado un juez imparcial que les convenía: “el rey de Inglaterra y de Francia, el cual nos tiene aparejados gentil lugar y fiestas”. Era Enrique VI, primo segundo de la primera princesa de Asturias, Catalina Lancáster, madre de María de Castilla, reina de Aragón, al que había expuesto su querella.

La fuente de la juventud, Lucas Cranach, 1546

   Francesch Oliver, el portador de la carta, fue encarcelado y se le confiscó la citación del rey inglés al pisar territorio aragonés porque la reina María no autorizaba las peleas entre sus vasallos. De paso, un pariente y procurador de Monpalau, Perot Mercader, afirmó en la corte inglesa que Martorell se había ausentado de Valencia sin pedir permiso al infante don Enrique y, por consiguiente, el combate carecía de justificación. Entonces Johanot lo requirió a una batalla a ultranza por medio del heraldo del conde de Huntingdon, ya que había olvidado que “todo caballero y gentilhombre por su oficio está obligado a mantener y ayudar a damas y a doncellas, y vos, menospreciando la orden de caballería, obráis contra ellas, queriendo excusar de palabra a quien ha cometido maldad”.

Juez. Libro de los torneos, Barthélémy d’Eyck, c. 1460

   La batalla entre los primos rivales no se llegó a celebrar. Martorell regresó a Valencia e intentó reparar la deshonra de su hermana, ya que no el honor que se cifraba entre las piernas de las mujeres y solía lavarse con sangre. Habían pasado casi dos años desde que inició la correspondencia con Monpalau, en los que vivió como a los españoles gusta: en la apariencia -ser es parecer-. La reina intervino y Alfonso V en enero de 1445 sentenció que cesaran las disputas entre las dos familias y que Johan de Monpalau pagara a Damiata cuatro mil florines; se cree que no se casó porque figura registrada como soltera en 1462. Al parecer el resarcimiento dinerario solo afectaba a los estamentos privilegiados y no al resto de mujeres agraviadas.

 Fiesta cortesana

   Estos lances motivaron la firma de ciertos documentos, llamados “ALBARANES”, para que las mujeres se aseguraran la protección ante la ley (otros escritores se verán enredados por este motivo, como Pere Torroella, el autor de “Coplas de maldecir de mujeres”, y Miguel de Cervantes a causa de su hermana Andrea en 1565). La Literatura copió la realidad y en las novelas de caballerías se reprodujeron estas conductas, verbi gratia, Martorell dispuso que Tirant y Carmesina se consideraran casados cuando, delante de un relicario e invocando a san Pedro y san Pablo, ella cogió la mano de él y pronunció: “Yo, Carmesina, doy mi cuerpo a vos, Tirante el Blanco, por leal mujer, y tomo el vuestro por leal marido”.

Jardín del amor

   El siguiente documento, inédito hasta ser revelado por Rodríguez Risquete en 2008, confirma el proceder de la Iglesia católica en estos casos: Roma, 3 de diciembre de 1455. “Dispensa matrimonio a favor de Pere Torroella, caballero, y Violant de Llebià, doncella, por causa de consanguinidad de segundo y tercer grado. Pere Torroella y Violant se habían casado per verba, con lo que, de no concederse la dispensa, se seguiría un divorcio que provocaría escándalos graves y mantendría a Violant difamada para siempre. Se hace constar que no existe impedimento de rapto, y que del matrimonio no fue carnali copula…subsecuta. Para que la descendencia sea legítima, deben contraer matrimonio nuevo.

Danza cortesana

  Citaré un caso, ocurrido antes del Concilio de Trento, 1545-1563, que exigió al respecto la autorización paterna para los menores, la publicación de amonestaciones y la presencia de un sacerdote en las bodas, cuyo testimonio ilumina la frecuencia de enlaces clandestinos. En agosto de 1520 Gaspar Burgés de Sant Climent con gente armada a sus órdenes raptó a una doncella en Sarriá, que era hija del conseller de la Ciudad Condal. El Consejo Municipal ofreció trescientos florines a quien lo apresara y movilizó a doscientos hombres en su busca; días después la joven fue encontrada en casa de su tío Galcerán Ferrer. Cuando Gaspar se enteró de que el padre de Isabel quería casarla, le envió una carta de batalla en la que le comunicó que la joven era su mujer. En opinión de Martín de Riquer el padre debió transigir ya que documentó un varón con los apellidos de la pareja.

El rapto

   La carta en cuestión, vertida al español, decía así: “Mossén Juan de Gualbes. Por muchos tratos que hayáis tenido para hacerme matar, siempre he desviado los caminos de malicia hasta que he sabido que queréis casar a mi señora Isabel…hija vuestra, pues la verdad es que yo estoy casado con ella por palabra de honor y por cópula carnal, y que con su licencia me la llevé. Y aquella noche, antes de meternos en la cama, me pidió un peine con que se peinó…y una camisa de las mías, que se puso. Como marido y mujer estuvimos los dos desnudos en la misma cama, muy pacíficamente, sin contradicción. Y a la noche del día siguiente me mandó que la dejara en poder de mossén Galcerán Ferrer, como se hizo. Por lo tanto, si osáis decir lo contrario, o que, queriendo casar con otro a mi señora Isabel…hasta que primeramente sea visto por la justicia si es o no mi mujer, con mi persona os lo combatiré por batalla a ultranza. Y para memoria de la verdad os envío el presente cartel, partido por A B C, sellado con mis armas de Sant Climent y subscrito con mi nombre, por medio de Ucart Sibo, trompeta, en relación con el cual estaré. Dado en el castillo de Durbán, del vizcondado de Narbona, donde encontraréis como procuradores míos a mossén Juan de Plen y mossén Oliver de Plen para dar vuestra respuesta, a 4 de diciembre de 1521. Gaspar Burgés de Sant Climent.” 

Marte e Ylia, Francesco del Cossa. Palazzo Schifanoia




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