miércoles, 22 de junio de 2011

GALEOTES

AMARRADO AL DURO BANCO

María Luisa Arnaiz Sánchez
Antonio Campillo Ruiz

Kazimir Severínovich Malévich

   Los galeotes eran penados que tenían que cumplir la condena en las galeras. Al principio se les sancionaba solamente por uno o dos años, tiempo que bastaba para que los individuos se convirtieran en desechos humanos; luego se sustituyó la pena de cadena perpetua a galeras por la de diez años, a sabiendas de que nadie la resistiría. Hasta ahí llegaba la hipocresía de los legisladores. Si bien es cierto que había remeros de oficio, también lo es que Cristóbal Colón tuvo que reclutar a criminales para remar a cambio de la conmutación de las penas, debido a que los voluntarios escaseaban y no llenaban las bancadas.

Nedyalko Ivanov

   Cuando los viajes al Nuevo Mundo se incrementaron, la leva fue insuficiente y ni siquiera alcanzaron los esclavos, por lo que Carlos I instituyó en 1530 la pena de galeras para los delincuentes de delitos graves, enviándose a “los forzados del rey” a cubrir las flotas. Ahora bien, las permanentes guerras mantenidas en Europa, conforme el Imperio de los Austria crecía, ocasionaron la falta de chusma y hubo que echar mano de gente inofensiva como los simples vagos. Es posible que recuerden quiénes eran estos penados por la cuerda de presos que liberó don Quijote con gran contento de su parte. 

Arunas Zilys

   Al dar con un hatajo de doce hombres encadenados, Sancho dijo a don Quijote: “Esta es cadena de galeotes, gente forzada del rey, que va a las galeras”. El caballero quiso informarse sobre sus vidas y tuvieron que intervenir guardias y reos para traducir lo que decían pues hablaban en jerga, lenguaje propio de círculos cerrados. Supo que un randa iba sentenciado a tres años de “gurapas” por robar un cesto de ropa, que otro había confesado en el “ansia” e iba preso por “canario”, este por cuatrero, aquel por no tener para sobornar, un anciano por alcahuete y un estudiante por “burlar”. Y luego:

Remys Ascensión, Esao Andrews

   “Tras todos estos venía un hombre de muy buen parecer, de edad de treinta años, sino que al mirar metía el un ojo en el otro; un poco venía diferentemente atado que los demás, porque traía una cadena al pie tan grande que se la liaba por todo el cuerpo, y dos argollas a la garganta…Preguntó Don Quijote que cómo iba aquel hombre con tantas prisiones…porque tenía…más delitos que todos los otros juntos, y que era tan atrevido y tan grande bellaco, que aunque le llevaban de aquella manera no iban seguros dél, sino que temían que se les había de huir…Va por diez años…que es como muerte civil. No se quiera saber más, sino que este buen hombre es el famoso Ginés de Pasamonte.

Antonio López

    Antes de que Cervantes publicara la segunda parte del “Quijote”, apareció el “Quijote” de Avellaneda. Martín de Riquer creía que Jerónimo de Pasamonte, compañero de Cervantes en Lepanto que había pasado dieciocho años como galeote tras ser capturado por los turcos, había sido el modelo de Ginés de Pasamonte y que, al verse ridiculizado y dárselas de escritor, publicaría el apócrifo por venganza. Siempre ambiguo acerca de su participación en la batalla naval, “presente estuvo mi persona al hecho más de esperanza que de hierro armada”, es posible que el llamado Manco de Lepanto luchara teniendo fiebre, “bienvenida para no combatir” escribió Avellaneda, y fuera herido.

Claro de luna, Turner

      Los críticos piensan que quien dijo lacónicamente del glorioso combate “yo salí sin ninguna herida” y luego relató con detalle la toma de La Goleta, donde no hubo batalla alguna, “yo, por celo de la honra…me tenía la cuartana (fiebre)…”, suplantó en la ficción al alcalaíno. Quizás Cervantes, después de enterarse de lo que había escrito, se burlara de él por atribuirse su proceder en Lepanto y por eso veladamente lo señaló en el prólogo de la segunda parte del “Quijote”: “sabiendo que no se ha de añadir aflición al afligido…pues no osa parecer a campo abierto… encubriendo su nombre”. 
 
 James Abbott Mcneill Whistler

   Los galeotes, como ristras, iban ensartados en las cadenas a los bancos y lo normal era abrir los eslabones para tirar los cadáveres al mar. Solo excepcionalmente eran desenganchados sin quitarles el grillete del pie, su movimiento se limitaba a menos de dos metros, sufrían las inclemencias del tiempo sin protección, y su vida era su espacio. Después de largas estancias en los puertos sin ejercicio, les era difícil remar con denuedo en los ataques o huidas pero, al grito de “ropa afuera” y recibiendo latigazos del cómitre, tenían que hacerlo hasta caer exhaustos o morir.

Exequias en el mar, Turner

   En cuanto a la alimentación, la mísera pitanza se componía de la famosa “galleta”, un pan medio fermentado y cocido dos veces, de ahí su otro nombre de “bizcocho”, para que se secara bien y que no se corrompiera durante las travesías prolongadas; era de salvado y la ración pesaba poco más de setecientos gramos. Su dureza era proverbial y había que remojarla de puro inmasticable, máxime si se tiene en cuenta el estado bucodental en la época, destrozado por el escorbuto (Cervantes dijo de sus dientes: “no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos”). Los veteranos esperaban a que los novatos arrojaran los trozos para comerlos.

Timur D’Vatz

   Una vez al día se les daba una caldereta de habas cocidas con agua (los intendentes economizaban a su favor y no empleaban el aceite estipulado) y en casos inusuales recibían garbanzos como en Lepanto; por la noche tomaban un caldo hecho con los restos del bizcocho, la “mazmorra”. Las legumbres estaban tostadas para su mejor conservación, de modo que habían perdido vitaminas y, con todo, eran preferibles al arroz (“carta noticiando los inconvenientes que seguían de dar siempre arroz a los remeros”) que les causaba el beriberi, así que la ingesta era poco nutritiva.

Picasso

   No obstante, esas raciones, dadas habitualmente y aumentadas hasta con vinagre y con un litro de vino cuando se requería un esfuerzo adicional, disminuían por los castigos, injustificados casi siempre. En general las provisiones eran en buena medida “frescas” por cuanto las galeras no hacían largas travesías y solían fondear de noche, algo impensable en las naos que surcaban el Atlántico. La falta de higiene (no nombremos el agua), los piojos, las pulgas y las ratas que propagaban la peste bubónica y el tifus exantemático, hacían estragos pero algunas autoridades tenían pañuelos perfumados para paliar los hedores.

Conquistador y ratón avergonzado, Gruca

   Por lo que respecta a los acontecimientos bélicos, esta tripulación padecía toda suerte de embates: no solo era herida, sino que se iba a pique con las naves y se abrasaba en los incendios. Y ¿qué decir de los tormentos? Jamás se correspondían las faltas con el castigo y se aunaban la crueldad y refinamiento en ciertos suplicios. Según transcribe el doctor Clavijo en “Historia del Cuerpo de Sanidad de la Armada” a propósito de la cura que realizó el doctor Pedro López de León a un forzado, a quien un capitán “mandó estropear”, la tortura consistió en atarle a los testículos una bolsa con dos balas de cañón e izarlo a la antena durante un cuarto de hora: los órganos se le pusieron “negros como la pez” y se le desprendieron.

David Linn

   Por último añadiremos que la chusma, sin reconocimiento alguno en lo tocante al triunfo de los choques navales, probablemente carecía de la fe que fue el estímulo y el placebo que sostuvo a la mayor parte de los españoles de la época, como creía don Juan de Austria, que confió más en la que tenían sus hombres que en la táctica que empleó contra los turcos. A la postre, los galeotes solo fueron comprendidos por Cervantes que, al igual que ellos, no recibió ni blanca por ¿participar? en la batalla, sin embargo tuvo la grandeza de liberar con su pluma a la hez de la sociedad.

Adrian Borda






6 comentarios:

  1. Ay! Cuantos recuerdos agradables me evoca esta interesante entrada de tu blog. Empezando por el de "amarrado al duro banco de una galera turquesa..." hasta la descripcion del arraez en la segunda parte del Quijote, pasando por la replica de la galera Capitana (creo) en la atarazanas de Barcelona y la inolvidable pelicula cuyo video añades. Tengo unas cuantas ediciones del Quijote, de Juan de la Cuesta y otras pocas posteriores. Bueno, es un pequeño vicio (ya no estoy para mayores) que sigo cultivando con avaricia. Gracias y un abrazo.

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  2. Encontré este sitio a través de Isabel Barceló. Lo encontré muy interesante y quisiera seguir leyéndolo. Saludos.

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  3. Mariano, lo tuyo no se llama vicio, sino buen gusto o ¿es que acaso el placer especial por algo lo vamos a juzgar por impresiones morales?

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  4. Bienvenido a nuestro espacio, esperamos no defraudarte.

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  5. Cervantes siempre fue un fiel defensor de la libertad, quizás porque él supo en primera persona lo que era ser privado de ella cuando estuvo cautivo en Árgel (y dos veces más por episodios más cotidianos y menos gloriosos y documentados).
    Así lo manifiesta en el episodio de "El Quijote" en la liberación de los galeotes, donde también manifiesta la maldad del hombre por naturaleza. Es excelente esa jerga de los galeotes, el lenguaje de la germanía. Y es que Cervantes supo en su novela conjugar todas las novelas del momento (pastoril, bizantina, caballerías, morisca...).
    Desconocía esa referencia real que había detrás de "Ginesillo", como lo llamaba Don Quijote. Y es que esta novela no solo es ficción sino en muchos casos autobiográfica (como la historia del cautivo), e incluso ha traspasado la ficción actualmente, ya que todos sentimos a Don Quijote y Sancho no como entes de ficción sino como seres de carne y hueso que existieron en esa edad dorada.

    Pero no quiero apartarme del tema de la entrada. Solo añadir que os felicito por esta preciosa y amena exposición de lo que significó ser un galeote por aquellos tiempos. Es tan didáctica, clara y agradable que pido permiso para utilizarla con mis bachilleres, tan lejanos a ese mundo quijotesco y de galeras que solo pueden intuir.
    Mi enhorabuena por la entrada. Un abrazo.

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  6. Querida Marisa, aunque los galeotes sean figuras de otro tiempo, hemos tratado de plasmar aspectos controvertidos y de actualidad. Basta con preguntarse qué sucede hoy en las cárceles de cualquier país, qué métodos de tortura se emplean ahora, el porqué de la pena de muerte, el porqué de los presos de conciencia, etc.

    Precisamente porque Cervantes amaba y defendía la libertad y el Quijote ha traspasado la ficción, la experiencia nos dice que, debido a la existencia de restricciones para estudiar autores y épocas de la Literatura en Bachillerato, es una estupenda idea, si puedes, que utilices como soporte nuestro análisis y que otros profesores (de Biología, Física, Química, Economía, Historia, Inglés, etc.) expongan a los alumnos en sesiones interdisciplinares cuestiones de alimentación, tortura, malversaciones, aguas territoriales, colonialismo, etc.

    Suerte con la experiencia.

    Un abrazo.

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