martes, 19 de julio de 2011

AMBICIÓN

TERRAZA DE VERANO II
CUANDO EL LEÓN SE LLAMA CODICIA

Antonio Campillo Ruiz



“Cierto día, el león, cansado de cazar solo, invitó al oso y al zorro a acompañarlo. Era poco frecuente que el orgulloso rey de la selva invitara a sus súbditos a acompañarlo en una cacería, y el oso y el zorro se sintieron encantados y lisonjeados. En realidad, las cosas no habrían podido marchar mejor... por algún tiempo.
Su suerte fue tan buena que, antes del anochecer, habían atrapado varios conejos, dos cabras y un ciervo. El león eligió para acampar un sitio próximo a su cubil y, pasándose la lengua por las quijadas, encargó al oso que repartiera sus presas.
El bien dispuesto y honrado oso hizo inmediatamente lo que le había ordenado el león. En realidad, estaba tan atareado dividiendo lo cazado en tres partes iguales, y lo hacía con tanto cuidado, que no miro en dirección al león. Y fue una lástima, porque el león escarbaba el suelo, meneando la cola y enojándose cada vez más. Por fin, cuando el oso iba a terminar su tarea, el león le saltó encima, con un rugido, y lo despedazó. Después, más hambriento que nunca, miró con aire impaciente al zorro, que había estado contemplando la escena.
- Ahora, veamos si sabes dividir las cosas de manera más razonable - ordenó -. Y hazlo con rapidez.
En silencio, el zorro puso manos a la obra. En un abrir y cerrar de ojos, puso todas las presas que habían matado, inclusive al oso muerto, en una enorme pila. Para él, sólo se reservó un conejo pequeño.
El león hizo con su maciza cabeza un ademán de aprobación.
- Así concibo yo una división justa - dijo -. Eres un animal con sentido común.
Cuando el zorro se disponía a abandonar el campamento con su raquítico conejo - porque había resuelto de pronto comérselo a solas -, el león volvió a hablarle.
- Amigo Zorro – preguntó -. ¿Quién te enseñó a dividir las cosas tan bien?
- Lo poco que sé, acabo de aprenderlo de mi difunto amigo el Oso -respondió el zorro -.”


   Esta es la fábula del sabio Esopo que con el transcurrir del tiempo y de forma oral llegó hasta la Edad Media en donde se recopiló con otras muchas y se ordenaron. Esta es la fábula que Adolfo Aristarain quiso transmitir con su primer largometraje "La Parte del León", 1978.


   Personajes acabados, ambiciosos y miserables, con vidas erráticas y corrompidas, muestran su desatino en este oscuro e irreverente espacio negro que, con un alarde de tenue y compleja iluminación, transporta al espectador a un mundo en el que la escalada de violencia es tan predecible como irremediable.


   En esta primera realización de Aristarain el equipo no estuvo técnicamente muy fino: algunas elipsis pareciesen provocadas por el corte rígido y severo de un machete, la decisión para la planificación de escenas aparentemente sin mucha complicación se vuelve confusa debido a un montaje irregular, y afortunadamente solo dos momentos en que la resolución del guión se cimenta sobre personajes demasiado secundarios. Era normal que así ocurriese. Un largometraje inicial es un salto al vacío desde bastantes metros.


   Sin embargo, su saber hacer, demostrado posteriormente con gran eficacia, afloró con una dirección de actores tan rígida como la propia historia que va transformándose de un trhiller clásico en una fábula moralizante que envuelve a todos los personajes con un velo invisible pero compacto.


   Los guiños que realiza a películas míticas como "Designing Woman", 1957, de Vincente Minnelli, y "Atraco Perfecto", 1956 y "Lolita", 1962, ambas de Stanley Kubrick, son el tributo de quien sabe apreciar a maestros estudiados y admirados. Desde este debut, las películas de Aristarain están plenas de dobles lecturas y una perenne carga de denuncia social y, como esta, son la conciencia negra de quienes soslayan sus responsabilidades, su ética profesional y su negligente incapacidad.


Es importante visionar el documento audiovisual a plena pantalla

2 comentarios:

  1. Porque la ambición no solo llega a las pantallas a través del cine, también existe en la vida misma desde la realidad.

    Gracias, Antonio, por compartir esta entrada.

    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Sí, Carla, hasta la llamada "sana ambición" no es sino competitividad más dura que pura. Y ésta significa lucha despiadada.
    Además, los tentáculos de la ambición están fuertemente asidos a la avaricia, la especulación y la más absoluta falta de amistad y ética profesional.

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar