SONETOS DEL AMOR OSCURO
María Luisa Arnaiz Sánchez
Venus disarming Cupid, François Boucher
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dexaste con gemido?
Como el ciervo huyste
aviéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ydo.
Así comienza el “Cántico espiritual” de Juan de Yepes, luego san Juan de la Cruz, y lo primero que quiero destacar es esa figura del ciervo, cuya significación erótica es harto conocida. Este animal tradicionalmente ha simbolizado al hombre y ha aparecido siempre herido por un cazador en las pocas ocasiones en que ha representado a la mujer. Desde la “Eneida”, donde la reina Dido “cual corza traspasada de improviso” sale huyendo, hasta García Lorca, el tópico amoroso del ciervo herido se ha repetido innúmeras veces y esta clave hay que tenerla en cuenta a la hora de interpretar el “Cántico espiritual” u otros poemas. Es innegable que el marco de expectativas ofrecido por la primera estrofa del Cántico lleva al lector a intuir que el Amado, el ciervo, está tan herido como la Amada.
Pequeño ciervo, Frida Kahlo
La estrofa número trece, una de las más difíciles y complicadas del Cántico en palabras de Domingo Ynduráin, nos ofrece de nuevo la imagen del ciervo con resonancias excitantes:
¡Apártalos, Amado,
que voy de buelo! Buélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al ayre de tu buelo, y fresco toma.
Lo irresoluble de quién habla en “Buélvete, paloma”, a excepción de que se trate del amado hablando de sí mismo en tercera persona como ciervo vulnerado, y lo incoherente de la estrofa en su contexto evidencian que la unión de los amantes acaba de ocurrir -“buelo” es innegablemente la posesión-, tal como preludiaba la “fuente” de la estrofa décimo segunda pues, según el tópico, en ella el ciervo cura sus heridas.
Pues bien, Federico García Lorca, que dijo de la poesía: “es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio…poesía es: ciervo vulnerado”, reutilizó los tópicos de la tradición literaria para hablar de sus relaciones amorosas en “Sonetos del amor oscuro”. En “El poeta habla por teléfono con el amor” aparece en el verso duodécimo la imagen clásica del ciervo herido, “corza herida”, con la que el yo poético, melancólico, compara la voz de su amado, confirmando el símbolo el deseo erótico por el ausente.
Tu voz regó la duna de mi pecho
en la dulce cabina de madera.
Por el sur de mis pies fue primavera
y al norte de mi frente flor de helecho.
Pino de luz por el espacio estrecho
cantó sin alborada y sementera
y mi llanto prendió por vez primera
coronas de esperanza por el techo.
Dulce y lejana voz por mí vertida.
Dulce y lejana voz por mí gustada.
Lejana y dulce voz amortecida.
Lejana como oscura corza herida.
Dulce como un sollozo en la nevada.
¡Lejana y dulce en tuétano metida!
Las tres gracias (detalle de los ciervos), Rubens
En “Soneto de la guirnalda de rosas” reaparece otro tradicional motivo de la unión amorosa: la guirnalda de flores, “rosas” en clara alusión a Afrodita. La fogosidad del amante se manifiesta en cómo urge al amado por medio de los imperativos para que teja “deprisa” y llegar a la consumación.
¡Esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero!
¡Teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta!
que la sombra me enturbia la garganta
y otra vez y mil la luz de enero.
Entre lo que me quieres y te quiero,
aire de estrellas y temblor de planta,
espesura de anémonas levanta
con oscuro gemir un año entero.
Goza el fresco paisaje de mi herida,
quiebra juncos y arroyos delicados.
Bebe en muslo de miel sangre vertida.
Pero ¡pronto! Que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.
Las tres gracias (detalle de la guirnalda), Rubens
Por último, en “El poeta pide a su amor que le escriba” las huellas de san Juan son notorias: en “viva muerte” y en “que si vivo sin mí quiero perderte” se reconoce “Vivo sin vivir en mí / y de tal manera espero / que muero porque no muero” (reminiscencia del castrante amor cortés) y en “déjame vivir en mi serena / noche del alma para siempre oscura” reaparece “la noche serena” combinada con “En una noche oscura / con ansias de amores inflamada”.
Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.
Las tres gracias (a la derecha, la fuente), Rubens
Por tanto, confirmado el sentido sexual de la relación, “sobre tu cintura / en duelo de mordiscos y azucenas”, solo cabe concluir que la paz del abrazo amoroso alcanzada por el abulense se resuelve en el granadino como anticipo del desengaño de la posesión, “Llena pues de palabras mi locura / o déjame”, sin que exista contradicción alguna entre la experiencia mística del primero y el amor carnal del segundo.