miércoles, 4 de julio de 2012

OF HUMAN BONDAGE

ESCLAVOS DE LOS SENTIMIENTOS

Antonio Campillo Ruiz



   Dos bofetadas cruzadas. Un sola torre Eiffel. Un único camino tortuoso en dos relatos diferentes. Todo es posible cuando “Cine de verano III” tiene el gran honor de presentar dos adaptaciones cinematográficas del mismo texto literario: “Of human bondage” de W. Somerset Maugham.

   Sí, este título es el que debía haberse traducido literalmente cuando en español tuvieron la mala fortuna de llamarla “Cautivo del deseo” y en francés “L’Ange pervers” , es decir, “De la esclavitud humana”, título original que define categóricamente en unos personajes llenos de vida este torrente de pasiones, de sentimientos encontrados, originados con toda probabilidad por su condición social y por su entorno.


   Hoy el estreno es doble: “Cautivo del deseo” de John Cromwell, 1934, y “Of human bondage” de Ken Hughes y Henry Hathaway, 1964. Podría ser un triple estreno con “Of human bondage” de Edmund Goulding, 1946, pues la adaptación de la novela escrita en 1915 por W. Somerset Maugham ha tenido estas tres versiones cinematográficas. Creo que con las dos que proyectamos es suficiente para realizar la experiencia de poder disfrutar de dos formas de trasladar a otro lenguaje un texto y de poder apreciar a unos personajes protagonistas interpretados por cuatro actores de importancia singular e imperecedera en la Historia del Cine:

“Cautivos del deseo”, 1934
de John Cromwell
Bette Davis
Leslie Howard
“Of human bondage”, 1964
de Ken Huges y Henry Hathaway
Kim Novak
Laurence Harvey


   La adaptación que Lester Cohen realizó del filme de John Cromwell en 1934 posee los tics de la época en la que se rodó, y curiosamente una representación de la mujer dominante, manipuladora y malvada. Esta difícil interpretación es realizada con acierto por una jovencísima Davis de una sorprendente y fulgurante belleza, en la que ya se manifiestan las características que la encasillaron y llevaron a la gloria por su especial adaptación de personajes cuyas vidas malogradas, insidiosas o mezquinas, eran muy difíciles de representar en la pantalla grande. Por otra parte, Howard interpreta magistralmente a un Philip Carey apocado, sereno, acomplejado, comprensivo y exento de maldad. Un personaje masculino leal y fiel al amor que siente por Mildred a pesar de su comportamiento. El conjunto es un acertado melodrama. Típico producto en el que las escenas que pudiesen suscitar sospecha de indecorosas son eludidas con una pobre simpleza por medio de elipsis temporales. La adaptación ñoña choca con una historia que se vislumbra excelente a través de las interpretaciones de los protagonistas. Por último, es obligado reiterar mi disgusto por la traducción del título que se hizo en español: ni existe deseo, ni desenfreno, ni nada que se le parezca. Philip es un caballero, un perfecto caballero que no está poseído por ningún mal deseo.




   Bien diferente es la adaptación extraordinaria que realizó Bryan Forbes, que también aparece como codirector en algunos textos. La agilidad narrativa pertenece a una etapa, los años sesenta del siglo pasado, en la que el cine, sin especificar nacionalidad, poseía un lenguaje tan fluido como importante. En esta adaptación Kim Novak, que tenía un año cuando se estrenó la primera versión, y Laurence Harvey son intérpretes impecables. No hay ñoñería. Philip sigue siendo un caballero, como lo interpretó Howard, pero ahora se introduce una pequeña aclaración al inicio de la película sobre su retraimiento y la dirección deja que actúe con la inexpresiva cara de quien está atormentado. Novak realiza un trabajo tan espléndido como su compañero de reparto pero, al contrario de Davis, es una chica normal, dulce, casi pobre de espíritu y un poco soñadora. Esto le ocasionará el drama que la vida le prepara y que el espectador entiende perfectamente debido a una realización en la que no existen elipsis imprecisas, los puntos de vista de la cámara siempre realzan la escena que representan, la agilidad narrativa es absorbente y la fotografía en negro una delicia.


   Es de obligada audición la banda sonora musical. Sorprende tanto que, cuando oímos el nombre de su autor, Ron Goodwin, nuestra imaginación nos lleva a una encantadora Kim Novak y al drama que vive con Laurence Harvey. Recomiendo que, tras los minutos iniciales del filme, escuchen la banda sonora que acompaña a unos títulos de crédito que, superpuestos sobre bellas, dramáticas y descarnadas esculturas de Rodin, presagian lo sugerido por el autor literario de la historia: la esclavitud humana.  





Banda sonora original.


2 comentarios:

  1. Genial amigo Antonio. Por cierto, ayer encontré el cine de verano de Playa San Juan, si, por tu culpa. Gracias

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  2. Me alegro mucho que te guste el cine que posee el lenguaje cinematográfico original, Enrique.
    ¡Pues no dejes de pasar alguna noche con un buen bocata, tu bebida y una buena película! ¡Ah!, no se te olvide llevar una rebeca. Refresca pasada la medianoche.

    Un abrazo, querido amigo.

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