miércoles, 29 de febrero de 2012

LA COCAÍNA

UN CUPLÉ

Antonio Campillo Ruiz

Xi Pan

   Repasando artículos de chamarileros he encontrado una revistilla titulada “Los cuplets populares”, nº 5, cuyo director artístico es J. Durán Vila. Se trata de una “publicación semanal de música (que) aparece los jueves” y está editado por Felipe Pons Editores, sin fecha, en Barcelona. Ignoro todo lo relacionado con el cuplé pero no me he podido sustraer a comprarla cuando he visto el título de una de las diez composiciones que la integran: “La cocaína”. ¿Cómo? La he oído con pequeñas variantes en YouTube cantada en 1927 por Pilar Arcos. La progresión de sustancias adictivas con el ánimo de olvidar sumen a la despechada protagonista en el alcohol y después en la morfina y la cocaína. ¿Hacer apología de las drogas estaba bien visto bajo la dictadura de Primo de Rivera? ¡Cuántas aberraciones ocultan los sables y las sotanas!


                                                                La cocaína
                                                                     
                                                                         I

          Un amante tuve yo
          lleno de pasión y fe;
          pero sin saber por qué,
          el cruel me abandonó.
          Le buscaba sin cesar,
          y entre copas de champán
          olvidar así quería
          mi más ardiente y loco afán.
          Busqué placer en el licor,
          busqué matar mi cruel dolor,
          y entre locuras ansiaba
          al hombre que tanto amaba.
          ¡Cuánto el querer me hizo penar!
         Cuando el amor yo vi alejar,
          fue la morfina consuelo          
          para mi anhelo feroz calmar.
   
                            II

          Yo cenaba en un foyer
          y a mi antiguo amante vi
          que besó con frenesí
          a una estrella del cuplé.
          Su maldita ingratitud
          agitó mi corazón
          y oprimiendo así un cuchillo
          vengar quise su traición.
          ¡Viva el champán que da placer!
          ¡Quiero olvidar, quiero beber!
         Mi juventud ya declina;
         dadme a gustar cocaína.
         “Amante infiel, yo vengo a ti”,
         loca grité de exaltación,
         y en mi fatal desvarío,
         hundí el cuchillo en su corazón.   



martes, 28 de febrero de 2012

PORNOCRATY

*PORNÓCRATES

María Luisa Arnaiz Sánchez

Pornócrates, Félicien Rops, 1878

   Después de haber comprado “La tentación de San Antonio”, el coleccionista bruselense Picard le pidió a Rops que le realizara otra obra y este ejecutó “Pornócrates”. Entonces Picard le escribió: “Je considère ce dessin comme de tout premier ordre…Assurément mon Saint Antoine est plus tragique, plus héroïque; il éveille, sous son allure d’une originalité si contemporaine, des souvenirs de Dante, de Shakespeare, de Rubens. Mais que de grâce, d’élégance, de ferveur dans Pornocratès! Ces tons de camée, ce dessin d’une délicatesse et d’un soin étonnants, font penser à l’antique sous cette même contemporanéité à laquelle vous excellez”. Habiendo superado el marqués de Sade los límites de la decencia establecida, no solo en la literatura del XIX lo obsceno tendió a la desmedida con el fin de abolir los tabúes y aceptar todos los aspectos de lo corporal. El concepto de pudor se relativizó y así en el cuadro de Rops vemos a una mujer a la que su atuendo hace atractiva (no es la desnudez lo que llama la atención) y a la que un cerdo marca el paso. ¿Por qué un cerdo? Ya he hablado en otras ocasiones del simbolismo de este animal pero añadiré que, aparte de ser una figura presente en otros artistas de la época, el que se lo asocie al sexo estriba en su fertilidad y en la creencia de que copula por placer. En cuanto al nombre que intitula la obra, borroso en la cartela, su procedencia griega delata que la “pornocracia” es el sistema en el que la prostitución ostenta el poder como forma de dominio. “Cette allégorie…en somme, est très triste sous son apparence érotique” dijo Picard.

*Pornócrates se llamaba el preceptor de Gargantúa. Juzguen.


La tentation de Saint Antoine, Rops, 1878

lunes, 27 de febrero de 2012

NO HUTING TRESPASSING

Y PROMETEO ROBÓ EL FUEGO SAGRADO…

Antonio Campillo Ruiz

Fractal de fuego


Rayos rojos de fuego robado por Prometeo
que atraviesan infinitos caminos.
En la vana nada, solitaria, dura y estéril,
permanece encerrada el agua vivificante.

Caminos duros sin fin, en los que Perseo
transformó a Atlas, esperan a la noche
perlada, casi invisible, con una cabellera
de leche que cubre con su manto protector.
Conmoción violenta de irritados espasmos
de luz desaparecida, anunciada y perdida.

Cárcel para la Naturaleza, un inmenso,
inhumano, ilimitado, mar de hierro retorcido
que encierra el aire con una sentencia
protectora: NO HUTING TRESPASSING,

Ojo infinito de lo infinito escruta la noche
sobre el mar de hierba, sal y agua,
recorrida con intranquilidad por seres
que miran sin ver los cometas que
cruzan la noche serena del firmamento
en sempiterno y armónico movimiento.



domingo, 26 de febrero de 2012

ARMAS DE MUJER

EL MUNDO POR DE DENTRO

María Luisa Arnaiz Sánchez

La duquesa de Alba vestida de negro, Goya, 1797

   Venía una mujer hermosa, trayéndose de paso los ojos que la miraban y dejando los corazones llenos de deseos. Iba ella con artificioso descuido escondiendo el rostro a los que ya le habían visto y descubriéndole a los que estaban divertidos…Los cabellos, martirizados, hacían sortijas a las sienes. El rostro era nieve y grana y rosas que se conservaban en amistad esparcidas por labios, cuello y mejillas; los dientes trasparentes; y las manos, que de rato en rato nevaban el manto, abrasaban los corazones. El talle y paso ocasionando pensamientos lascivos; tan rica y galana como cargada de joyas recibidas y no compradas. Vila, y arrebatado de la naturaleza, quise seguirla entre los demás, y a no tropezar en las canas del viejo lo hiciera …

 María Luisa de Parma, Goya, 1790

   -¿Qué más le queda a la edad que decir y al apetito que desear?, dijo el viejo…¿Viste esa visión que acostándose fea se hizo esta mañana hermosa…? Pues sábete que las mujeres lo primero que se visten en despertándose es una cara, una garganta y unas manos, y luego las sayas. Todo cuanto ves en ella es tienda y no natural. ¿Ves el cabello? Pues comprado es y no criado. Las cejas tienen más de ahumadas que de negras…Los dientes que ves, y la boca, era de puro negra un tintero y a puros polvos se ha hecho salvadera. La cera de los oídos se ha pasado a los labios y cada uno es una candelilla. ¿Las manos, pues? Lo que parece blanco es untado. ¡Qué cosa es ver una mujer que ha de salir otro día a que la vean, echarse la noche antes en adobo y verlas acostar las caras hechas cofines de pasas, y a la mañana irse pintando sobre lo vivo como quieren!...Si se lavasen las caras no las conocerías. Y cree que en el mundo no hay cosa tan trabajada como el pellejo de una mujer hermosa…

“El mundo por de dentro”, Quevedo



La infanta Mª Josefa, Goya, 1800

      En esta sátira el narrador, Quevedo, y un viejo, el Desengaño,  caminan por la calle mayor del mundo, la de la Hipocresía, y, al ver a una mujer, el escritor vierte su crítica bajo la antítesis apariencia contra realidad. Confróntense los retratos de Goya: la duquesa tiene treinta y cinco años, la reina, treinta y nueve, y la infanta, cincuenta y seis; las tres lucen un lunar postizo cerca de un ojo, que significa “apasionada”.

La duquesa de Alba vestida de negro (detalle), Goya

sábado, 25 de febrero de 2012

VOYAGE DANS LES PROFONDEURS …

CONMOCIÓN ASOMBROSA

Antonio Campillo Ruiz

 Medusa abisal (Atolla vanhoeffeni)

   Mientras en la superficie de los océanos se desarrolla la furia, la potencia o la calma, en sus profundidades, la vida, la armonía y la tranquilidad, brotan en cada punto en el que un animal extraño, diferente, se mueve con la lentitud de su caminar hacia todos los lugares de su hábitat.

   Creo que muchos seres humanos no son conscientes de la vida que les rodea en cualquier lugar, por remoto que parezca, de este planeta casi azul, en el que comparte su leve existencia con criaturas minúsculas o gigantescas. La delicadeza y la fortaleza poseen unas diferenciaciones particulares y tan específicas que su conocimiento, cuando se descubre, sobrecoge y no se entiende en todo su sabio proceso, creyéndolo maravilla.

   Científicos, humanos fascinados por una belleza que no llega a todos, modernos elementos técnicos y tiempo, mucho tiempo, han sido necesarios para que hoy, a través de este medio audiovisual, podamos impresionar en nuestro cerebro un descubrimiento tan conmovedor como asombroso.    


viernes, 24 de febrero de 2012

ATRACCIÓN SEXUAL

RELATO SOÑADO

María Luisa Arnaiz Sánchez

Valeriy Belenikin

   “¿La contraseña?...Y él respondió: “Dinamarca”…Fridolin entró en un salón de alto techo en penumbra, casi a oscuras, con las paredes revestidas de seda negra. Algunas máscaras, todas con vestidos eclesiásticos, iban de un lado a otro; entre dieciséis y veinte personas, todos monjes y monjas. Los sonidos del armonio, que aumentaban suavemente (una música sacra italiana), parecían descender de las alturas…Un aroma extraño y pesado, como el de los jardines del sur, lo rodeaba. Otra vez rozó un brazo. Esta vez era el de una monja…como las otras, también ella llevaba el velo negro que le cubría la frente, cabeza y nuca, y bajo los encajes negros de su máscara relucía su boca de color rojo sangre. ¿Dónde estoy?, pensó Fridolin. ¿Entre locos? ¿Entre conjurados? ¿Habré caído en alguna reunión de una secta religiosa? ¿Estaría Nachtigall encargado de traer a algún novato del que poder burlarse y le pagarían por ello? Sin embargo, para ser una broma de Carnaval todo le parecía demasiado serio, demasiado monótono, demasiado siniestro…De pronto una voz femenina susurró a sus espaldas:
   - No se vuelva. Todavía puede marcharse. Usted no es de los nuestros. Si lo descubren, lo pasará mal.
   Fridolin se sobresaltó. Por un segundo pensó hacer caso de la advertencia. Pero la curiosidad, la atracción y, sobre todo, su orgullo fueron más fuertes que cualquier reparo…Entonces la voz le susurró a sus espaldas:
   - Lo sentiría por usted.
   Él se volvió. Vio la boca de color rojo brillante a través de los encajes y unos ojos oscuros se hundieron en los suyos.
   - Me quedo…
   Se habían abierto puertas a izquierda y derecha y Fridolin reconoció a un lado, ante el piano, los contornos borrosos de Nachtigall; la sala de enfrente, en cambio, resplandecía con claridad cegadora, y las mujeres estaban allí inmóviles, todas con velos oscuros en torno a la cabeza, frente y nuca, y con máscaras negras de encaje en el rostro, pero por lo demás totalmente desnudas. Los ojos de Fridolin erraban sedientos de las figuras exuberantes a las esbeltas, de las delicadas a las espléndidamente en flor…; y como cada una de aquellas mujeres desnudas seguía siendo un misterio y, desde sus máscaras negras, unos ojos grandes lo miraban resplandecientes como el más insoluble de los enigmas, el placer inefable de mirar se transformó para él en el tormento casi insoportable del deseo. Pero lo mismo que a él debía de ocurrir a los otros. Los primeros suspiros extasiados se transformaron en gemidos que sonaban a un dolor profundo; de algún lado se escapó un grito…”

“Relato soñado”, Arthur Schnitzler


Valeriy Belenikin

NOTA: Stanley Kubrick se basó en esta novela para realizar “Eyes Wide Shut”, su última película.

jueves, 23 de febrero de 2012

LA TEJEDORA DE SUEÑOS

EL MARAVILLOSO MAGO DE OZ

Antonio Campillo Ruiz

Tejedora de sueños, Edwin Rojas

   “La pérfida bruja del Oeste tenía un solo ojo, pero era potente como un telescopio y le permitía verlo todo. Así, mientras estaba sentada a la puerta de su castillo, al volverse por casualidad, vio a Dorothy que yacía medio dormida rodeada de todos sus amigos. Estaban a muchas millas de distancia, pero la pérfida bruja montó en cólera al verlos en su territorio y sopló con un silbato de plata que llevaba colgado al cuello. Inmediatamente acudió a su lado una manada de grandes lobos… -Id a buscar a esos forasteros -ordenó la bruja- y ¡despedazadlos!...
   - Dentro de un minuto me habré derretido por completo y ¡tú serás la dueña de este castillo! He sido muy mala en esta vida, pero nunca habría imaginado que una mocosa como tú pudiera darme muerte y poner fin a mis maldades. ¡Fíjate! ¡Se acabó!
   - Con estas palabras la bruja se transformó en una masa líquida, informe y oscura, que inmediatamente comenzó a extenderse por el suelo bien limpio de la cocina. Al ver que ya no quedaba rastro alguno de su enemiga, Dorothy echó sobre aquella papilla otro cubo lleno de agua y luego arrojó todo por la puerta.”

Lyman Frank Baum

The Wonderful Wizard of Oz

miércoles, 22 de febrero de 2012

LA AMANTE DE SEURAT

MADELEINE KNOBLOCH

María Luisa Arnaiz Sánchez

Joven empolvándose, Seurat, 1890

    Madeleine Knobloch, la compañera de Georges Seurat, aparece en este cuadro mientras acaba de maquillarse. Siempre me llamó la atención la similitud entre las formas estranguladas del tocador con las de ella y siempre me pregunté si era ventana o trampantojo el marco por el que se ve la terrina de flores pues, al quedarse Madeleine embarazada, George se mudó con ella a un habitáculo de cinco metros cuadrados en el Passage de l'Elysée-des-Beaux-Arts, pese a disponer de una asignación de cuatrocientos francos al mes. La había conocido en 1889, tenía veinte años y provenía de una familia modesta, motivo suficiente para que Seurat ocultase a sus padres la relación. Pierre Georges nació en febrero de 1890 y fue reconocido por Seurat, que poco después expuso el cuadro de Madeleine en el Salón de los Independientes. A principios de 1891 el pintor presentó a Madeleine, que de nuevo estaba embarazada, y al niño a sus padres. El 26 de marzo cayó enfermo y al día siguiente se trasladó al apartamento de su madre. Se le diagnosticó angina de pecho (como se llamaba a la difteria) y murió el domingo 29 a los treinta y un años (si hubiera acudido a un hospital, le habrían practicado una traqueotomía y tal vez se hubiera salvado). Su hijo murió en abril y fue enterrado con él, el póstumo al poco de nacer y Madeleine a los treinta y cinco años. 

Une baignade à Asnières, Seurat, 1884

   El puntillismo, la técnica que empleó Seurat, desarrollada a partir de las diferentes teorías del color y teniendo en cuenta el efecto que un color tiene sobre otro cuando se colocan juntos, había impactado a los críticos y al público cuando expuso “Une baignade à Asnières” a los veinticuatro años. 

Un dimanche après-midi à l'Île de la Grande Jatte, Seurat, 1886

Les Poseuses, Seurat, 1888
La modelo en tres poses distintas. Parte de su obra en el fondo.

martes, 21 de febrero de 2012

HACE TANTOS AÑOS...

EL TESORO ESCONDIDO

Antonio Campillo Ruiz 

Figura en la forma de una nube, Salvador Dalí, 1960

La casa encantada

Sea cual fuere la hora a la que uno se despertara, había una puerta que se cerraba. Iban de habitación en habitación, tomados de la mano, levantando aquí, abriendo allá, examinando todo. Era una pareja de fantasmas. “Lo dejé allí”, decía ella. Y él agregaba: “Pero también aquí”. “Es arriba”, murmuraba ella. “Y en el jardín”, susurraba él. “Con cuidado”, decían; “podemos despertarlos”.

Pero no nos despertaban. De ningún modo. Uno podía decir: “Lo están buscando: están levantando la cortina”, y seguía leyendo una página o dos. Con el lápiz apoyado en el margen, se tenía la certeza: “Lo encontraron”. Y después, cansado de leer, uno podía levantarse y echar una mirada por sí mismo, con la casa absolutamente desierta, a las puertas que permanecían abiertas: sólo se escuchaba el arrullo gozoso de las torcazas y el rumor de la trilladora en la granja. “¿Para qué vine aquí? ¿Qué esperaba encontrar?”. Mis manos permanecían vacías. “Entonces, tal vez sea arriba”. En el desván estaban las manzanas. Uno de nuevo bajaba; el jardín seguía quieto como siempre; sólo el libro se había deslizado sobre la hierba.

Pero en la sala, habían encontrado lo que buscaban. No era cuestión de que uno pudiera verlos. Los ventanales reflejaban manzanas, reflejaban rosas; en el cristal todas las hojas eran verdes. Si ellos se movían en la sala, apenas se percibía que la manzana estaba exhibiendo su lado amarillo. Sin embargo, un momento después, si se abría la puerta, derramado por el piso, colgado en las paredes, pendiendo del cielorraso... ¿qué? Mis manos permanecían vacías. La sombra de un zorzal atravesaba el tapiz; desde los profundos manantiales del silencio, la torcaza emitía su sonido arrullador.
                                                                  
“A salvo, a salvo, a salvo”, repetía suavemente el pulso de la casa. “El tesoro escondido; la habitación...”. El pulso se detenía abruptamente.¡Oh!, ¿era ése el tesoro escondido?

Un momento más tarde la luz había desaparecido. Entonces, ¿en el jardín? Pero los árboles hacían más cerrada la oscuridad, para dar paso aun errático rayo de sol. Tan precioso, tan extraño; con frescura sumergido bajo la superficie, el rayo que yo perseguía continuaba brillando trasel ventanal. El ventanal era muerte; muerte que se interponía entre nosotros; cientos de años atrás, se dirigió primero a la mujer, abandonando la casa, clausurando las ventanas; las habitaciones se oscurecían. Él abandonó el lugar, la abandonó a ella; marchó al norte, marchó al este, vio el otro lado de las estrellas en el cielo meridional. “A salvo, a salvo, a salvo”, repetía con alegría el pulso de la casa. “Tuyo es el tesoro”.

El viento ruge en la avenida. Los árboles se alzan e inclinan para aquí y para allá. Los rayos de luna salpican y se derraman en desorden, bajo la lluvia. Pero la luz de la lámpara es rechazada en la ventana. La candela arde tiesa e inmóvil. La pareja de fantasmas busca su regocijo, deambulando por la casa, abriendo ventanas, susurrando para no despertarnos.
“Aquí dormíamos”, dice ella. Y él agrega: “innumerables besos”. “Al despertar en la mañana...” “El tinte plateado entre los árboles...” “Con la nieve invernal..." 
”Las puertas se iban cerrando con ruido apagado, como el latido de un corazón".

Se aproximaron; se detuvieron en la entrada. Cesó el viento; la lluvia deslizaba plata a lo largo del ventanal. Nuestros ojos se nublaron; no escuchamos pasos junto a nosotros; no vimos a una dama que desplegaba su capa fantasmal. Las manos de él protegieron la linterna. “Mira”, dijo quedamente; “dormimos por completo”. “El amor sobre sus labios”.

Deteniéndose, levantando su lámpara plateada sobre nosotros, nos observaron con detenimiento y profundidad. Permanecieron largo rato. El viento se introducía con violencia; la llama apenas vaciló. Salvajes rayos de luna atravesaron el piso y el muro, y al encontrarse colorearon los rostros inclinados, los rostros atentos, los rostros que buscaban a los durmientes y trataban de penetrar en su gozo escondido.

“A salvo, a salvo, a salvo”, palpitó el corazón de la casa con orgullo. “Hace tantos años...”, suspiró él; “de nuevo me han hallado”. “Aquí”, murmuró ella; durmiendo, leyendo en el jardín, riendo, transportando manzanas al desván; aquí dejamos nuestro tesoro...”. Inclinada, su luz me hizo levantar los párpados. ¡A salvo! ¡A salvo! ¡A salvo!, replicó el pulso de la casa furiosamente. Despertando, grité: “¡Oh!, ¿es ése vuestro tesoro enterrado? La luz que permanece en el corazón”.
Virginia Woolf 

Pareja con la cabeza llena de nubes, Salvador Dalí, 1936

lunes, 20 de febrero de 2012

LA AMANTE DE EGON SCHIELE

VALERIE NEUZIL

María Luisa Arnaiz Sánchez

Frau mit schwarzen Strümpfen (Wally), Egon Schiele, 1913

   Mientras estudiaba Bellas Artes en Viena, Egon Schiele, muerto a causa de la llamada gripe española a los veintiocho años, conoció a Gustav Klimt que le presentó a Valerie Neuzil, una joven modelo de diecisiete años que respondía al hipocorístico de Wally. Atraído por las teorías de Freud, tomó el sexo como fuente de inspiración y a su hermana Gertrude como modelo, pero, agobiado por la pudibundez vienesa, se trasladó con su ya inseparable Wally al pueblo de su madre, cuyos vecinos le exigieron irse por no aprobar su conducta y por buscar a jovencitas para pintarlas. Instalados en Neulengbach, echó mano de algunos golfillos y de algún lugareño como modelos, sin embargo al poco fue acusado de violación y secuestro por el padre de una joven. Corría 1912 y su reputación quedó en entredicho a pesar de ser absuelto por la justicia. En sus dibujos las modelos miran directamente al espectador y confirman su propia existencia, ahora bien, dado que los genitales ocupan el foco de atención porque Schiele utilizaba lo obsceno como revulsivo para combatir a la hipócrita sociedad, los vieneses lo tacharon de pornógrafo, aunque las forzadas poses evidencian las fantasías eróticas del pintor y, tal vez, las de más de un espectador. Valerie, relegada al casarse Egon con Edith Harms en 1914, se enroló como enfermera y murió dos años después en el curso de la Primera Guerra Mundial.  

Das Modell Wally Neuzil, Egon Schiele, 1912

Wally in roter Blouse mit erhobenen Knien,
 Egon Schiele, 1913

Frau in Unterwäsche und Strümpfen (Wally),
 Egon Schiele, 1913

Auf einem blauen Polster Liegende mit goldblondem Haar
 (Wally), Egon Schiele, 1913

Valerie Neuzil

domingo, 19 de febrero de 2012

PUBLIC OPINION

CHAPLIN Y EL PÚBLICO

Antonio Campillo Ruiz


   Cuando me pongo a trabajar, pienso sobre todo en el hombre de la calle. Y el hombre de la calle soy yo” dijo Charles Chaplin, que nunca olvidó la pobreza sufrida durante su niñez y su juventud en el East End londinense. He aquí el motivo por el que controlaba toda la producción cinematográfica y se oponía a cualquier sugerencia que se le hiciera. Sin embargo, jamás ignoró la opinión del público y así nos dejó el siguiente testimonio:
   Poco después de que declarara orgullosamente conocer los gustos del público y de que me envalentonara por ello, sentí una tremenda alarma al recibir la carta de un hombre al que nunca había visto y del que ni siquiera supe su nombre pero que recuerdo siempre, hasta el punto de que soy capaz de transcribirla al pie de la letra. Había visto mi película “El bombero” en un cine del Middle West y me escribía así: “He notado en su última película falta de espontaneidad. La película era perfecta desde el punto de vista cómico, pero la risa no era tan franca como en alguno de sus films anteriores. Temo que se convierta usted en esclavo del público porque en muchas de sus películas convierte al público en su esclavo. El público, Chaplin, quiere ser esclavo”.
   Si se analiza la película citada, “The Fireman”, 1916, en inglés, se puede comprobar no solo que la crítica del anónimo corresponsal era justa, sino que retrataba al público como servil y manipulable.  


sábado, 18 de febrero de 2012

EL PASADO

Corrían tiempos DE SILENCIO Y MIEDO

María Luisa Arnaiz Sánchez

El vagón de tercera clase, Honoré Daumier


Corrían tiempos de silencio y miedo, 
de trenes con viejos vagones de madera
y fríos asientos de tercera clase;
años de recuerdo de una infancia gris.
El revisor pedía los billetes,
las mujeres guardaban sus pequeñas botellas de aceite bajo los asientos,
mísero estraperlo de tercera clase, asientos con cinco personas apiñadas.
Pasaban los guardias civiles impertérritos,
tal vez  cansados también de la tercera clase.
Mi padre sacaba los papeles apresuradamente,
no había D.N.I., solamente un papel , una cédula arrugada y sucia.
El tren seguía su traqueteo perezoso, asmático, en la noche,
con paradas interminables en sucias estaciones:
“Policía, documentación”, se encendían de nuevo las luces
de aquellos vagones de madera con gentes sencillas, cansadas y hacinadas
Al hacerse por fin el silencio, yo miraba por la ventanilla los campos oscuros,
las mortecinas luces de los pueblos,
las chispas de la locomotora, los postes eléctricos:
uno, dos, tres, miles pasaban como fantasmas en invierno.
En la noche, la  luna llena velaba las estepas,
la peinaban los árboles o la herían los cables.
Yo soñaba con verla brillando muy quieta sobre otros paisajes,
mientras, en los duros asientos, ya todos dormían.
Sólo un niño soñaba despierto.
Miguel Ángel Yusta

PUBLICACIÓN PROGRAMADA.

viernes, 17 de febrero de 2012

SUBWAY

EN UNA ESTACIÓN DE METRO

Antonio Campillo Ruiz

Metro de París, Eduardo Vicente


Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el Metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos
y la perdieron para siempre entre la multitud,
porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por las estaciones
y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles.
Y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación de Metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre.

Oscar Hahn

PUBLICACIÓN PROGRAMADA.

jueves, 16 de febrero de 2012

EL TREN, UNA AMENAZA

UNA CIUDAD Y UN BALCÓN

María Luisa Arnaiz Sánchez

La estación de Lordship Lane, Camille Pissarro

   Allá en los confines del horizonte, aquellas lomas que destacan sobre el cielo diáfano, han sido como cortadas con un cuchillo. Los rasga una honda y recta hendidura; por esa hendidura, sobre el suelo, se ven dos largas y brillantes barras de hierro que cruzan una junto a otra, paralelas, toda la campiña. De pronto aparece en el costado de las lomas una manchita negra: se mueve, adelanta rápidamente, va dejando en el cielo un largo manchón de humo. Ya avanza por la vega. Ahora vemos un extraño carro de hierro con una chimenea que arroja una espesa humareda, y detrás de él una hilera de cajones negros con ventanitas; por las ventanitas se divisan muchas caras de hombres y mujeres. Todas las mañanas surge en la lejanía este negro carro con sus negros cajones, despide penachos de humo, lanza agudos silbidos, corre vertiginosamente y se mete en uno de los arrabales de la ciudad. 
Azorín, “Una ciudad y un balcón”, Castilla

PUBLICACIÓN PROGRAMADA.

miércoles, 15 de febrero de 2012

CLONACIÓN

EL TREN DE LAS SEIS

Antonio Campillo Ruiz

El viaje angustiado, Giorgio de Chirico

   Si al salir del colegio, vengo directamente a casa y por el camino no me paro con nadie, si hago los deberes a todo correr y meriendo en un periquete las seis galletas y el vaso de leche que mamá me deja sobre la mesa de la cocina todos los días, si salgo como un bólido a las cinco en punto y no me caigo rodando al bajar por la escalera como aquel día que me esperaba toda la familia montada en el coche para salir de vacaciones y a mí se me habían olvidado los patines, y subí y bajé como una exhalación, y rodé dos pisos seguidos, rompiéndome una pierna, y hubo que decir adiós a las vacaciones y pasar todo el verano largo y horrible, quieta en la cama sin moverme, aguantando encima las malas caras de todos, que parecía como si yo me hubiera roto la pierna para fastidiar.
   Bueno, pues si, como os decía, salgo a las cinco en punto de casa, y cojo el autobús que para cerca de la estación, y este no encuentra en el trayecto demasiados semáforos en rojo, y en las paradas no suben muchas de esas personas que se eternizan sacando los cambios del monedero, tal vez logre llegar a tiempo para coger el tren de las cinco y veinte. Y suponiendo que éste llegue puntual a Köln, quizá pueda entonces comprobar que es mentira cuanto papá dice sobre la inexistencia de esa otra niña rubia, idéntica a mí, de la que cada vez con más frecuencia nos habla la gente, esa niña que toma todas las tardes en Köln el tren de las seis.
   Porque la podré ver con mis propios ojos. Y me acercaré a ella, y tal vez hasta me atreva a hablarle. Pero entonces ¿qué puede ocurrir? Quizás me cuente cosas que no deseo oír, como por ejemplo que en otras estaciones de otros países también cogen el tren de las seis niñas copias como yo, que todo es cuestión de irlo verificando. Cosas así de horribles y muchas más y peores que no me puedo ni imaginar.
   Pero también puede suceder que acabe los deberes, me coma las galletas, me beba el vaso de leche y no salga de casa para nada, y nunca más pregunte por esa otra niña que coge en Köln el tren de las seis, y me olvide de toda esta historia para siempre, y no vuelva a pensar en ella, ni siquiera ese día probable en que me encuentre a esa niña esperándome a la salida del colegio o mirándome con ojos extraños como ahora desde el umbral de la puerta de mi cuarto.
   Porque si hago como que no la veo, y soy prudente y sensata y todas esas cosas que suelen ser los mayores, e intento además, escapar siempre como de la peste de todo aquello que no entiendo, como aconseja mi padre, tal vez consiga entonces llegar a ser una persona adulta, capaz y aburrida como ellos.
Julia Otxoa

PUBLICACIÓN PROGRAMADA.

martes, 14 de febrero de 2012

SIDERODROMOFOBIA

PERDÍ EL TREN

María Luisa Arnaiz Sánchez

La gare Saint-Lazare à l'extérieur, Monet

Perdí el tren
y el miedo
de perder.
Perdí el tren
y el miedo
de perder
trenes.
Perdí el tren
y el miedo
de perderte.
Perdí el tren
y el miedo
de perderte,
¡tren!
Perdí el tren
por miedo
de perderte.

Angela Leite de Souza 

PUBLICACIÓN PROGRAMADA.

lunes, 13 de febrero de 2012

MIEDO

EL TREN DE LOS HERIDOS

Antonio Campillo Ruiz

Alex Colville


Silencio que naufraga en el silencio
de las bocas cerradas de la noche.
No cesa de callar ni atravesado.
Habla el lenguaje ahogado de los muertos.
Silencio.
Abre caminos de algodón profundo,
amordaza las ruedas, los relojes,
detén la voz del mar; de la paloma:
emociona la noche de los sueños.
Silencio.
El tren lluvioso de la sangre suelta,
el frágil tren de los que se desangran.
el silencioso, el doloroso, el pálido,
en tren callado de los sufrimientos.
Silencio.
Tren de la palidez mortal que asciende:
la palidez reviste las cabezas,
el ¡ay! la voz, el corazón, la tierra,
el corazón de los que malhirieron.
Silencio.
Van derramando piernas, brazos, ojos,
van arrojando por el tren pedazos.
Pasan dejando rastro de amargura,
otra vía láctea de estelares miembros.
Silencio.
Ronco tren desmayado, enrojecido:
agoniza el carbón, suspira el humo,
y maternal la máquina suspira,
avanza como un largo desaliento.
Silencio.
Detenerse quisiera bajo un túnel
la larga madre, sollozar tendida.
No hay estaciones donde detenerse,
si no es el hospital, si no es el pecho.
Para vivir, con un pedazo basta:
en un rincón de carne cabe un hombre.
Un dedo solo, un solo trozo de ala
alza el vuelo total de todo un cuerpo.
Silencio.
Detened ese tren agonizante
que nunca acaba de cruzar la noche.
Y se queda descalzo hasta el caballo,
 y enarena los cascos y el aliento.

Miguel Hernández

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