María Luisa Arnaiz Sánchez
Adoración del becerro,
Picabia, 1941-42
Hablaba el día 27
de este mes acerca de las denuncias vertidas contra los inquisidores corruptos,
si bien me ceñía a dos que hubo en mi ciudad. Decía que esos prepotentes eran
amparados por su propia institución, que “aun cuando pudiese no aprobar sus
actos, siempre los apoyaría frente a las quejas…La Suprema …rara vez castigaba
y siempre protegía a los ofensores”. Pues bien, cuánto me ha alegrado el
descubrimiento de la hispanista Amelia de Paz, nada menos que cinco hojas
manuscritas de Góngora sobre un inquisidor de Córdoba, Alonso Jiménez de
Reynoso, al que denunció por estar amancebado con María de Lara y por haber
hecho “a costa del rey” una entrada
en la muralla que le facilitara la comunicación directa entre dos dependencias. Que
tuviera una amante es indiferente pese a que la relación era “muy pública y escandalosa” según la
investigadora, pero una vez más vuelvo a la hipocresía e intolerancia de
quienes quitaban la vida y la honra pretendiendo que se profesara una sola fe:
el catolicismo. Mi cita de H. C. Lea confirma lo dicho por Amelia de Paz: “Reynoso fue sancionado. Lo suspendieron y lo
trasladaron a otro tribunal, algo que en realidad fue un ascenso porque lo
mandaron a Valladolid, que era una plaza más importante que Córdoba”.
Dresseur d’amimaux, Picabia, 1937
Fragmento del texto
gongorino:
“Ýtem, e oýdo deçir a Áluaro de Vargas, paje
que fue del dicho ynquisidor, como la dicha doña María era su amiga y entraba y
salía en su casa muy de hordinario, y la tenía veinte y treinta días en un
aposento alto que llaman de la
Torre , donde la entraban por una escalera falsa que está en
la prinçipal que sube a su quarto, y para tener correspondençia a su aposento
hiço romper a costa del Rey la muralla de nueue pies en ancho, y el dicho
Vargas la bio abrir y trabajar en ella como agora se puede ber por vista de
ojos; y que quando el dicho ynquisidor dormía con la susodicha doña María lo
echaba él de ber en quatro y seis camisas que abía él mudado la noche y estaban
tendidas a la mañana en el terrado para enjugallas del sudor, donde hallaba en
las delanteras de las dichas camisas las immundiçias y suçiedades hordinarias
de semejantes actos, como lo dirá el dicho Áluaro de Vargas”.