VIDA Y MUERTE EN LAWRENCE DE ARABIA
David Lean avanza mucho más que unas impresionantes imágenes del desierto, buscadas durante cerca de dos años por él y miembros de su equipo, y rodadas en España y Jordania, llevando al espectador hacia el lugar que verdaderamente quiere representar: los espacios luminosos e inmensos del desierto sirven para describir los siniestros vericuetos de un espíritu atormentada, de un espíritu que proyecta sobre la película el texto que existe en el lugar de su accidente mortal:
“Existen dos clases de hombres: aquellos que duermen y sueñan de noche y aquellos que sueñan despiertos y de día... esos son peligrosos, porque no cederán hasta ver sus sueños convertidos en realidad.”
Antonio Campillo Ruiz
En la vida de un
militar la muerte se entrecruza con demasiada frecuencia. “Lawrence of Arabia” de David Lean, 1962, inicia su
largo camino histórico con la muerte del protagonista cerca de Warehan, Dordet,
Inglaterra. Amante de las motocicletas Brough, de la que tuvo varios modelos,
el 13 de mayo de 1935, al tratar de evitar a unos niños que marchaban en
bicicletas, T. H. Lawrence (Peter O’Toole),
salió despedido de la motocicleta golpeándose la cabeza. Tras seis días en
estado de coma murió el 19 de mayo de
1935 a la temprana edad de 46 años. Así, un militar que se había convertido en
una figura controvertida, amado y odiado, que luchó y estuvo en peligro de
muerte en multitud de ocasiones, desapareció en el silencio de una muerte accidental
en su patria.
A Thomas Edwar Lawrence,
que estudió en el Jesus College de la Universidad de Oxford con meritos sobresalientes, siempre le atrajo la historia de los Cruzados y la injusta ocupación de pueblos que, por vivir mediante el nomadeo no poseían poder para defenderse de naciones vecinas que ocupaban con violencia sus tierras.
El protagonista de excepción es el desierto. Bello, silencioso, desconocido e implacable. El desierto pertenece a sus habitantes. Sólo ellos pueden caminar por él sin peligro.
que estudió en el Jesus College de la Universidad de Oxford con meritos sobresalientes, siempre le atrajo la historia de los Cruzados y la injusta ocupación de pueblos que, por vivir mediante el nomadeo no poseían poder para defenderse de naciones vecinas que ocupaban con violencia sus tierras.
El protagonista de excepción es el desierto. Bello, silencioso, desconocido e implacable. El desierto pertenece a sus habitantes. Sólo ellos pueden caminar por él sin peligro.
Lawrence
participa de esta belleza y con lentitud aprende los caminos sin trazar. En
ellos descubre la vida con su amigo Sherif
Alí ibn el Kharish (Omar Sharif), el Principe
Feysal (Alec Guinness) y Auda Ibu
Tayl (Anthony Quinn), iniciando la lucha por la unión de los pueblos
árabes contra la invasión turca durante la Primera Guerra Mundial.
Es importante visionar las secuencias a plena pantalla
Es importante visionar las secuencias a plena pantalla
David Lean avanza mucho más que unas impresionantes imágenes del desierto, buscadas durante cerca de dos años por él y miembros de su equipo, y rodadas en España y Jordania, llevando al espectador hacia el lugar que verdaderamente quiere representar: los espacios luminosos e inmensos del desierto sirven para describir los siniestros vericuetos de un espíritu atormentada, de un espíritu que proyecta sobre la película el texto que existe en el lugar de su accidente mortal:
“Existen dos clases de hombres: aquellos que duermen y sueñan de noche y aquellos que sueñan despiertos y de día... esos son peligrosos, porque no cederán hasta ver sus sueños convertidos en realidad.”
Esta era la verdadera personalidad de
Thomas Edwar Lawrence. Mientras, la muerte para Lean es un suceso que se puede
representar con delicadeza, con la complejidad del propio efecto que produce en
los humanos, su desaparición. En la inmensidad de la llanura desértica, en el
silencio, tiene lugar una secuencia narrada cinematográficamente para que el
espectador cree su apreciación fílmica. Realizada en un espacio cerrado y
representada en un espacio abierto, el espectador sólo aprecia las
consecuencias de la muerte, creando en su mente el hecho pero no apreciándolo
en imágenes. La muerte es personal y cada uno percibe “su” muerte, no la
muerte. Es tan difícil realizar esos pocos segundos en los que el espectador
sabe lo sucedido sin haberlo visto que participa de la secuencia como si se
encontrase él mismo en pleno desierto. Es una de las muertes más abiertas de la
Historia del Cine, siendo que no es visible. Posteriormente, con la delicadeza
de toda la escena, el cadáver posee la cara tapada y una mancha roja. Lean cede
al espectador cómo ha sido la muerte del guía de Lawrence.
Es importante visionar las secuencias a plena pantalla