lunes, 30 de septiembre de 2013

JUGANDO CON EL COPYRIGHT

GALILEO GALILEI Y SU INGENIO

Coma raíz un tío pillo


   La frecuente utilización de códigos secretos en los que se enmascara un descubrimiento para evitar que caiga en manos de copistas y charlatanes, es una práctica muy común entre científicos de todas las épocas. La confirmación de sus teorías se pueden difundir sin miedo a que sean inmediatamente asumidas por quienes visualizasen sus escritos, esquemas o dibujos explicativos. Además, poseen el interés de lo misterioso, aquello que se debe descubrir con ingenio y, posteriormente, saber desarrollar, comprobar y rechazar o aceptar, en función de la importancia de quien ordena correctamente el código. En épocas pretéritas, era uno de los medios de autentificación de un descubrimiento o trabajo científico de interés, que intercambiaban estudiosos, amigos  o protegidos con sus mecenas. Según el DRAE, anagrama: (Del lat. anagramma, y este del gr. ἀνάγραμμα).
1. m. Transposición de las letras de una palabra o sentencia, de la que resulta otra palabra o sentencia distinta.
2. m. Palabra o sentencia que resulta de esta transposición de letras; p. ej., de amor, Roma, o viceversa.
3. m. Símbolo o emblema, especialmente el constituido por letras.
Por ello, los anagramas pueden ser grupos de letras que conforman palabras diferentes a las pretendidas, con o sin sentido, o un grupo de letras colocadas al azar e ininteligibles.


   De entre los muchos genios aficionados a los anagramas, Galileo Galilei consiguió, con algunos de ellos, dobles sentidos que escapan a la normalidad y son producto de una mente privilegiada. Los aparatos ópticos que poseía en sus trabajos astronómicos eran bastante simples: observación directa, telescopios refractores de baja potencia óptica y una gran clarividencia para subsanar el desconocimiento de teorías antiguas que, a pesar de ser conocidas, estaban prohibidas por el poder eclesiástico. El anecdotario de la época relata cómo Galileo envió, en agosto de 1610, a Giuliano de Médicis, embajador toscano en Praga, a la sazón, un extraño mensaje y a la vez le solicitaba que le hiciese llegar una copia a su colega Johannes Kepler, ciudadano de aquella ciudad en aquel momento:  

SMAISMRMILMEPOETALEUMIBUNENUGTTAUIRAS

   Sólo es inteligible la palabra “poeta”. Para Giuliano, la tarea de descubrir el secreto de aquel curioso texto le resultaba imposible. Envió el mensaje a Kepler que, acostumbrado a la resolución de difíciles problemas, entre ellos anagramas, se concentró inmediatamente en su legilibilidad, llegando a la conclusión y solución del texto:

Salve˕umbistineum˕geminatum˕Martia˕proles
Salve, ardientes gemelos hijos de Marte


   Kepler estaba convencido de que Galileo había descubierto que Marte poseía dos satélites, lo que probaba su propia teoría de un Universo matemáticamente perfecto. Sin embargo, no fue hasta 1877 cuando Aseph Hall, usando un telescopio cientos de veces más potente que el de Galileo, descubrió las lunas de Marte: Phobos y Deimos.

   Tres meses después de la interpretación de Kepler, Galileo descubrió la solución correcta del anagrama:

Altissimum˕planetam˕tergeminum˕observavi
He observado el planeta más alto en triple forma


   Galileo había descubierto los anillos de Saturno. La poca potencia de su telescopio y el hecho de esperar la posición idónea de Saturno para que desde la Tierra fuesen visibles sus anillos, le condujo a un descubrimiento real pero desvirtuado: confundió los anillos con dos lunas a ambos lados contrarios del planeta observado.

   Como genio, posiblemente, es tan importante el descubrimiento de los anillos saturnianos como el hecho de que un anagrama tuviese dos soluciones, científicamente correctas, utilizando todas sus letras. La dificultad para que esto suceda es tan improbable que la confirmación de la veracidad de los anillos de Saturno, realizada por Chistian Huygens en 1659 cincuenta años después, confirma las dos soluciones.

   Un mes después de este primer envío, Galileo hizo llegar a Giuliano de Médicis otro anagrama, en este caso con sentido en las palabras que escribió:

Haec˕immatura˕a˕me˕jam˕frustra˕legunturoy
Lo he intentado en vano demasiado pronto

   Kepler, como en el caso anterior resolvió el anagrama quedando estupefacto de los descubrimientos científicos de su colega Galileo:

Macula˕rufa˕in˕Jove˕est˕gyratur˕mathem˕ETC
En Júpiter hay una mancha roja que gira matemáticamente

  
   Y es cierto. La enorme mancha roja de Júpiter gira cual ciclón, con vientos de una velocidad de miles de Km/h, con una frecuencia regular y siguiendo unos parámetros matemáticos. El problema para Kepler fue que hasta que Heinrich Samuel Schwabe realizó un dibujo en 1831, no se tuvieron pruebas científicas de la gran mancha roja de Júpiter. ¡Casi dos siglos después!

   Un mes después, Galileo revelaba su secreto a Giuliano de Medicis. El anagrama escondía el texto siguiente :

Cynthiae˕figuras˕aemulatur˕mater˕amorum
La madre del amor (Venus) emula la forma de Cynthia (La Luna)


   Lo que Galileo había descubierto con su pertinaz trabajo e iluminada genialidad, ayudado por su telescopio, fue que Venus presentaba fases como la Luna, hecho que se debía al giro especial del planeta alrededor del Sol. Descubrimiento que es exacto, al igual que la periodicidad matemática de la mancha roja de Júpiter. Se volvía a repetir que un mismo anagrama poseía dos soluciones y que ambas eran correctas científicamente.

  
   Estos anagramas, que poseen la peculiaridad de contener dos soluciones diferentes utilizando las mismas letras, no han sido repetidos a lo largo de la Historia, por supuesto, teniendo en cuenta un grupo considerable de letras. Quienes han utilizado este complejo medio para la difusión de sus trabajos, puede que lo hayan practicado, no tanto por atribuirse su autoría, como por asegurar la comprobación de la verosimilitud de sus hipótesis, para ellos lo más importante, frente a la intolerancia de poderes eclesiásticos contrarios, sin demostración, a toda posible teoría que no coincidiese con sus fanáticos e irracionales postulados.

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sábado, 28 de septiembre de 2013

DOCILIDAD

ANULACIÓN DE PENSAMIENTO

Antonio Campillo Ruiz


jueves, 19 de septiembre de 2013

EFECTO Y CAUSA

EL MEJOR DE LOS MUNDOS POSIBLES

Antonio Campillo Ruiz

Tomasz Setowski

De cómo Cándido fue criado en un hermoso castillo y de cómo fue arrojado de allí.

   Vivía en Westfalia, en el castillo del señor barón de Thunder-ten-tronckh, un mancebo a quien la naturaleza había dotado de la índole más apacible. Su fisonomía anunciaba su alma; tenía juicio bastante recto y espíritu muy simple; por eso, creo, lo llamaban Cándido. Los antiguos criados de la casa sospechaban que era hijo de la hermana del señor barón y de un bondadoso y honrado hidalgo de la vecindad, con quien jamás consintió en casarse la doncella porque él no podía probar arriba de setenta y un cuarteles, debido a que la injuria de los tiempos había acabado con el resto de su árbol genealógico.

   Era el señor barón uno de los caballeros más poderosos de Westfalia, pues su castillo tenía puerta y ventanas; en la sala principal hasta había una colgadura. Los perros del corral componían una jauría cuando era menester; sus palafreneros eran sus picadores, y el vicario de la aldea, su primer capellán; todos lo trataban de "monseñor", todos se echaban a reír cuando decía algún chiste.

   La señora baronesa, que pesaba unas trescientas cincuenta libras, se había granjeado por ello gran consideración, y recibía las visitas con tal dignidad que la hacía aún más respetable. Su hija Cunegunda, doncella de diecisiete años, era rubicunda, fresca, rolliza, apetitosa. El hijo del barón era en todo digno de su padre. El preceptor Pangloss era el oráculo de la casa, y el pequeño Cándido escuchaba sus lecciones con la docilidad propia de su edad y su carácter.
  
   Pangloss enseñaba metafísico-teólogo-cosmólogo-nigología. Probaba admirablemente que no hay efecto sin causa, y que, en el mejor de los mundos posibles, el castillo de monseñor el barón era el más hermoso de los castillos, y que la señora baronesa era la mejor de las baronesas posibles.

   Demostrado está, decía Pangloss, que no pueden ser las cosas de otro modo, porque habiéndose hecho todo con un fin, éste no puede menos de ser el mejor de los fines. Nótese que las narices se hicieron para llevar anteojos; por eso nos ponemos anteojos; las piernas notoriamente para las calzas, y usamos calzas; las piedras para ser talladas y hacer castillos; por eso su señoría tiene un hermoso castillo: el barón principal de la provincia ha de estar mejor aposentado que ninguno; y como los marranos nacieron para que se los coman, todo el año comemos tocino: en consecuencia, los que afirmaron que todo está bien, han dicho una tontería; debieron decir que nada puede estar mejor.

   Cándido escuchaba atentamente y creía inocentemente, porque la señorita Cunegunda le parecía muy hermosa, aunque nunca se había atrevido a decírselo. Deducía que después de la felicidad de haber nacido barón de Thunder-ten-tronckh, el segundo grado de felicidad era ser la señorita Cunegunda; el tercero, verla cada día; y el cuarto, oír al maestro Pangloss, el filósofo más ilustre de la provincia, y, por consiguiente, de todo el orbe.

   Cunegunda, paseándose un día por los alrededores del castillo, vio entre las matas, en un tallar que llamaban el parque, al doctor Pangloss que daba una lección de física experimental a la doncella de su madre, morenita muy graciosa y muy dócil. Como la señorita Cunegunda tenía gran disposición para las ciencias, observó sin pestañear las reiteradas experiencias de que era testigo; vio con claridad la razón suficiente del doctor, sus efectos y sus causas, y regresó agitada, pensativa, deseosa de aprender, figurándose que bien podría ser ella la razón suficiente de Cándido, quien podría también ser la suya.
  
   Encontró a Cándido de vuelta al castillo, y enrojeció; Cándido también enrojeció. Lo saludó Cunegunda con voz trémula, y contestó Cándido sin saber lo que decía. Al día siguiente, después de comer, al levantarse de la mesa, se encontraron detrás de un biombo; Cunegunda dejó caer su pañuelo, Cándido lo recogió; ella le tomó inocentemente la mano y el joven besó inocentemente la mano de la señorita con singular vivacidad, sensibilidad y gracia; sus bocas se encontraron, sus ojos se inflamaron, sus rodillas temblaron, sus manos se extraviaron. En esto estaban cuando acertó a pasar junto al biombo el señor barón de Thunder-ten-tronckh, y reparando en tal causa y tal efecto, echó a Cándido del castillo a patadas en el trasero. Cunegunda se desvaneció; cuando volvió en sí, la señora baronesa le dio de bofetadas; y todo fue consternación en el más hermoso y agradable de los castillos posibles.

“Cándido”

François Marie Arouet, Voltaire

viernes, 13 de septiembre de 2013

INFAMIA Y GENIO

ÉCRASEZ L'INFÂME!

Antonio Campillo Ruiz
No comparto lo que dices,
pero defenderé hasta la muerte
tu derecho a decirlo.

François Marie Arouet, Voltaire

 Voltaire, Nicolas de Largillière

   “¡APLASTAD LO INFAME!” fue la fórmula que adoptó Voltaire en sus cartas a partir de 1762 para despedirse de sus amigos más íntimos. Como se ha discutido demasiado acerca de qué significaba para Voltaire el concepto de “INFAME”, reproduzco algunos párrafos de su correspondencia para no incurrir en digresiones y clarificar lo que entendía por “infame”.

   El 31 de octubre de 1740 escribió al presidente Hénault: “Odio tanto la baja e infame superstición, que deshonra a los Estados, cuanto adoro la verdadera virtud”.


   El 28 de noviembre de 1762 escribió a Jean le Rond d'Alembert: “La superstición está muy extendida hacia el Danubio. Me decís que no es así hacia el Sena. Me alegro, pero pienso que hay trescientos mil hombres empeñados en mantener este horrible coloso… Lo único que puede hacer la gente honesta es lamentarse cuando la infame acosa y reír porque es absurda… Aciertas cuando dices que no hablo nada más que de superstición: yo respeto y amo, al igual que tú, la religión cristiana… Aplastad lo infame y amad aquello que améis”.


   El 26 de julio de 1762 terminó su carta a Damilaville así: “Besos, hermano Thieriot. Suelo terminar todas mis cartas diciendo: “Écr. l’inf…”, al igual que Catón decía: Tal es mi parecer y qu'on ruine Carthage”. Compruébese cómo Voltaire usó en esta carta la forma abreviada de su lema y la traducción de “Delenda est Cartago”. Es más, pasados los años, en otra carta posterior al propio Damilaville, de 27 de enero de 1768, firmaba directamente Écrlinf. Por una nota de Beuchot se sabe que los carteros encargados de seleccionar su correspondencia, que incluso decían “no escribe mal” refiriéndose a su caligrafía, creían que el tal ÉCRLINF residía en Suiza.

   Luego, Voltaire entendía LO INFAME por LA SUPERSTICIÓN y no por “la religión”, como gente malintencionada ha propagado con ánimo de desprestigiar al gran filósofo. El humor ácido de Voltaire es el polo opuesto al de Mozart. Ninguno de los dos tenía sentido del ridículo y coincidieron como excelentes ilustrados.


   Muchos estudiosos han defendido la autoría y otros el carácter apócrifo del pensamiento que inicia este pequeño recuerdo a uno de los mayores genios que han sido fieles defensores de la tolerancia humana. Voltaire se identificó con el liberalismo de John Locke, defendiendo siempre el derecho natural de todos los individuos. Su carácter alegre, ingenioso, inteligente negociante y crítico de una sutileza proverbial, siempre se reía hasta de sí mismo. Este aspecto, muy importante para su vida e irritante para sus enemigos, se expresa magistralmente en la película “Ridicule” de Patrice Leconte, 1996, en la que Voltaire es presentado, una vez más, por su conocido sentido del humor y no por su clarividente contribución al pensamiento europeo. 


Es importante visionar las secuencias a plena pantalla.


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martes, 10 de septiembre de 2013

ENFERMEDAD VENERABLE

SOLANINA

Antonio Campillo Ruiz

Cryng Man

    Cuántas veces se ha repetido que César Vallejo vaticinó su muerte...

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París y no me corro
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...

Poemas Humanos


   Y cuántos diagnósticos se desecharon (tuberculosis, malaria, paludismo, sífilis, etc.) por la clínica Arago de París, donde falleció el 15 de abril de 1938, cuyo equipo médico no supo la causa de su muerte. El poeta Hans Magnus Erzensberger hace bastante tiempo dijo que “Las enfermedades que sufrió Vallejo eran desconocidas por la Medicina. Una se llamó España y la otra, una enfermedad muy vieja y muy venerable: el Hambre”. Por ello, escribió el poeta Arturo Serrano Plaja cuando la delegación española asistió en 1935 al I Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en París: “Para prolongar la estancia… cuanto fuese posible, con el poco dinero que teníamos (la mayor parte lo ponía Neruda), decidimos hacer un plan de austeridad… Y, como en París encontramos a Vallejo (alimentado casi exclusivamente de patatas cocidas mañana y noche como cuando le conocí en España…)”. El doctor Enrique Robertson, que se sepa, ha sido el primero en sostener que Vallejo falleció a causa de una intoxicación crónica por solanina.


   La solanina es un glocoalcaloide tóxico de sabor amargo que está formada por el alcaloide soladinina y una cadena lateral de carbohidrato. Fue aislada por primera vez en 1820 a partir de las bayas de hierba mora (solanum nigrum) y es una sustancia muy tóxica incluso en pequeñas cantidades. Además de en la hierba mora, se encuentra en la patata (solanum tuberosum), el tomate inmaduro (solanum lycopersicum), la belladona (atropa belladonna), la berenjena (solanum melongena), entre otras plantas de la familia de las solanáceas. La toxina está presente en varias partes de las plantas pudiendo intoxicarse los humanos por la ingestión del fruto y semillas de las mismas. La intoxicación posee más o menos importancia dependiendo de la madurez en que se halle el producto ingerido y de los tratamientos que se le hayan aplicado. En cuanto a la patata, siguiendo el caso que nos ocupa, su toxicidad variará según las condiciones de ingestión. Así, la acción  tóxica de solanina es más peligrosa en su fase inmadura (puede reducirse si se somete a una fritura de no menos de 170º C) que en su fase de madurez aunque la solanina no desaparece del tubérculo en ningún caso.


   La mayor parte de las plantas que contienen solanina también presentan otros alcaloides tóxicos que incrementan el riesgo de intoxicación por ingestión. En realidad, las plantas generan estos agentes tóxicos por sus propiedades como fungicidas y pesticidas naturales para protegerse de enfermedades, insectos y otros depredadores. Son un mecanismo de defensa natural que se ha utilizado, a  partir de su descubrimiento y purificación, en agricultura como forma alternativa y natural de combatir las enfermedades de los cultivos (excepto en Homeopatía, su compleja acción bioquímica y los resultados poco efectivos obtenidos provocaron su abandono en Medicina).

Van Gogh

   El contenido de los glicoalcaloides de la patata varía significativamente según las condiciones ambientales imperantes durante su cultivo, la longitud del período de almacenamiento y la variedad considerada. Se los encuentra sobre todo en las plantas inmaduras y en los nódulos verdosos de germinación, situados principalmente en la piel y en la semilla. La posibilidad de intoxicación también depende de si la persona que consume las patatas presenta alguna enfermedad concomitante, sobre todo infecciosa, dado que ese tipo de enfermedad aumenta la sensibilidad a la intoxicación. En la patata, la cantidad media de glicoalcaloides es de 0,075 mg por gramo pero algunas enfermedades de la planta, al igual que en los tubérculos dañados por golpes, pueden incrementar los niveles alcaloideos. Las patatas que han sido expuestas a la luz y han empezado a reverdecer pueden mostrar concentraciones de 1 mg/g o más altas, cantidad más que suficiente para provocar una grave intoxicación que no se evita ni por la cocción con agua o con microondas.

Chagall 

   La publicación científica en la que se basó el Dr. Enrique Robertson (hoy todavía consultada) y su claro diagnóstico fueron el fundamento para explicar la muerte de unos hambrientos soldados franceses que habían ingerido patatas enverdecidas, expuestas a la luz y conservadas en un ambiente húmedo. Quien había dicho a un amigo “En París tendremos que vivir de piedrecitas”, César Vallejo, probablemente consumió hasta su muerte las patatas más baratas de los mercados parisinos.

¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!

¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué más da...!

¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡Y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!

Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena...
Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡ni palabra!

Poemas Humanos

Delaunay