domingo, 29 de diciembre de 2013

CONVERSACIONES CON MI HIJA LAURA XIII

JENNIE

Antonio Campilo Ruiz


   - Tengo una sensación extraña desde hace algún tiempo. Creo que las grandes productoras realizan un cine a la carta. Sus películas parecen diseñadas para determinados grupos de personas que las aplauden y llenan sus arcas. Las infantiles y juveniles, en las que efectos especiales y epopeyas violentas son sinónimo de éxito, se vienen proyectando desde los éxitos galácticos, de extraños seres semihumanoides y las admiradas estrellas del momento. Para los ciudadanos pertenecientes a la banda social madura, las biografías de antiguos o modernos famosos, dirigentes políticos o profesionales en general, dignos o no, es un subgénero aplaudido y fuente de sesudas charlas sobre la verosimilitud del personaje interpretado por el actor o actriz de turno. Creo que algo de magia y fascinación se ha perdido por el camino del tiempo.


   - Pues sí, Laura, creo que, a pesar de la necesidad de un análisis más profundo, tienes razón. Los efectos especiales con la tecnología moderna son espectaculares y atractivos. Son cotidianos ya en los teléfonos móviles que poseen gran cantidad de jóvenes y, por ello, su extrañeza sería no encontrarlos en el cine de pantalla grande. Por otro lado, sin entrar en pormenores, el rótulo de “Esta película está basada en hechos reales”, ha sido interesante cuando se ha podido acceder a una información que no ha estado al alcance de la sociedad, que jamás ha certificado su verosimilitud, la verdad, los hechos que en realidad deben ser contados en el cine porque el cine posee las características de un ingenio y fantasía que deben superar la realidad. Cuando la realidad es más sorprendente que la ficción, lo contado en el cine no es ni admitido ni creíble y se denosta a quien ha realizado una inmensa labor de documentación y pormenorización de la realidad. Existen varios realizadores con una publicidad negativa, destructiva y vergonzosa. En cualquier caso, siempre se limita, en estos casos, a la mera información descriptiva de los hechos acaecidos, Pero…, menos mal que siempre existe un pero, te demostraré que los recursos cinematográficos pueden facilitar una fantasía espacio-temporal magistral e imposible en la realidad cotidiana. “Jennie” “Portrait of Jennie” de William Dieterle. 1948, basada en la novela homónima de Robert Nathan, es tan brillante como el fluir del torrente creativo alimentado por la pasión, por el amor hacia esa fuente inspiradora intangible que todos los artistas llevan en su interior. Representa la relación definitiva, más que cósmica, entre el amor hacia la belleza que nunca muere, una belleza que sólo pertenece a los ojos obnubilados de unos amantes tan improbables como atormentados, tan irreales como posibles, tan unidos en un círculo espacio-temporal en el que pasado presente y futuro se entremezclan en una fatal predestinación que tratan de sobrepasar.


   Es aquí, en la complejidad cosmlógica, donde la imagen dinámica posee una poderosa fuente de genialidad y fantasía. Nunca podremos sino imaginar aspectos complejos que la literatura y el cine, con sus propios lenguajes expresivos propios establece. Esta es la diferencia fundamental entre descripción, explicación y sugerencia creativa fantástica y soñadora. En “Jennie” el espectador debe intervenir en ese sueño del protagonista, un Eben Adams (Joseph Cotten) atormentado por sus problemas de falta de inspiración, de seducción y deslumbrante naturalidad, en sus cuadros y en su vida. A la vez, debe aceptar la irrealidad de Jennie (Jennifer Jones), una muchacha que, atrapada en un espacio/tiempo que la envuelve en todo momento, conjuga hechos vividos con hechos soñados, pasado y futuro proponiéndose alcanzar la mayoría de edad a tal velocidad que pueda posar para el melancólico pintor. El espectador asiste a un juego temporal imposible de ser vivido, imposible de poder sentirlo excepto en la pantalla. Lo entiende, lo busca entre un color en negro que posee tonos de todo tipo, preferentemente verdes y blancos lechosos, nieblas que perfilan una sky line de New York fantasmagórica, sin vida aparente excepto para los protagonistas.


   Un aspecto importante no puede pasar por alto por la inquietante importancia que posee en la estructura del guión: se trata de la Sra. Spinney (Ethel Barrymore). Su confianza en Eben y la aceptación de todos y cada uno de los pormenores que le suceden deja una inmensa puerta abierta al espectador. Con respecto al diagrama espacio-temporal de las líneas temporales entre Jennie y Eben, jamás pertenecen al mismo tiempo y jamás se cruzan, excepto por la licencia del director para la legibilidad argumental y del complejo entendimiento de las relaciones que se establecen entre los protagonistas. Mientras la línea temporal de Eben transcurre con el tiempo real, la de Jennie transcurre mucho más deprisa en iguales condiciones. Si las representásemos en un plano, sería similar a una secuencia de líneas inclinadas, tiempo de Jennie, que se proyectan sobre una línea horizontal, tiempo de Eben: siempre son más largos los trazos de las líneas inclinadas que sus proyecciones sobre la línea horizontal.


   La utilización de recursos como flashbacks, pertenecientes al pasado, incomprensiblemente se realizarán en el futuro, una música en la que el protagonismo de Debussy es interpretado por  Dimitri Tiomkin con maestría y una fotografía con imágenes en claroscuros similares a los bocetos que realiza Eben, son determinantes para, sobre un delicado guión resbaladizo, crear una obra de arte tan imprescindible como necesaria. “Retrato de Jennie” posee una belleza incorpórea, que no conoce el transcurso del tiempo, que está hecha exclusivamente para arrebatar el corazón del artista y, a través de su genio creador, deslumbrar a esa parte que se alimenta de la sensibilidad que se extiende por todo el espíritu del espectador que posee la fortuna de visionarla.



Es importante visionar la película a plena pantalla.


viernes, 27 de diciembre de 2013

LOS INFINITOS PUNTOS

Las líneas de la mano

Antonio Campillo Ruiz

Andrius Kovelinas

   De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que repro­duce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván, y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacio­nado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor, y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbi­nas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor, y en una cabina donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo, y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano dere­cha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.

Julio Cortázar

domingo, 22 de diciembre de 2013

FELICITACIÓN

Nochebuena

Antonio Campillo Ruiz

El Cantar de los Cantares, Salomón

   A Eduardo Galeano, incansable luchador por la libertad, la justicia y la paz, debemos la mejor felicitación para todos los días del año que pueda escribirse. No, no es bueno leerla sólo en los días señalados para el consumismo atroz y vergonzante, no es bueno leerla por la obligación de ser felices desgraciados ni por perdonar faltas que en opinión de otros se cometen. No se posee potestad para ello. Me enorgullece aprender las enseñanzas del maestro Galeano día tras día sin descanso, leer sus crónicas, relatos y pensamientos, para alimentarme de sus razonamientos, de su bondad y honor, de su creatividad y su lucha constante por y para los demás. Por ello, esta anécdota, esta ignorada historia, esta realidad, la asumo como propia durante todos los cortos o largos días de mi vida:

   Fernando Silva dirige el hospital de niños, en Managua. En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.

   Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo quedaba en orden, y en esto estaba cuando sintió que unos pasos le seguían. Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbra, lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.
Fernando se acercó y el niño le rozó con la mano:

—Decile a... —susurró el niño—. Decile a alguien que yo estoy aquí.

Eduardo Galeano


   Aprovecho la ocasión para FELICITAR a todos los habitantes de las sociedades tribales o modernas, conocedores de la prisión en la que nos encontramos gracias a los autodenominados poderosos, irracionales seres que condenan a sus semejantes débiles a la cadena perpetua de la ignorancia y soledad. NO felicito a quienes han concebido esta sociedad injusta, policial, maltratada, esclavizada, engañada con burdas falsedades elevadas a  categorías inmerecidas, plena de odio y muerta en vida.

Es importante visionar el vídeo a plena pantalla y buen sonido

viernes, 20 de diciembre de 2013

ANGELES Y DEMONIOS

INFORME DEL CIELO Y DEL INFIERNO

Antonio Campillo Ruiz

 Igor Zenin

   A ejemplo de las grandes casas de remate, el Cielo y el Infierno contienen en sus galerías hacinamientos de objetos que no asombrarán a nadie, porque son los que hay en las casas del mundo. Pero no es bastante claro hablar sólo de objetos: en esas galerías también hay ciudades, pueblos, jardines, montañas, valles, soles, lunas, vientos, mares, estrellas, reflejos, temperaturas, sabores, perfumes, sonidos, pues toda suerte de sensaciones y de espectáculos nos depara la eternidad.
   Si el viento ruge, para ti, como un tigre y la paloma angelical tiene, al mirar, ojos de hiena, si el hombre acicalado que cruza por la calle, está vestido de andrajos lascivos; si la rosa con títulos honoríficos, que te regalan, es un trapo desteñido y menos interesante que un gorrión; si la cara de tu mujer es un leño descascarado y furioso: tus ojos y no Dios, los creó así.
   Cuando mueras, los demonios y los ángeles, que son parejamente ávidos, sabiendo que estás adormecido, un poco en este mundo y un poco en cualquier otro, llegarán disfrazados a tu lecho y, acariciando tu cabeza, te darán a elegir las cosas que preferiste a lo largo de tu vida. En una suerte de muestrario, al principio, te enseñarán las cosas elementales. Si te enseñan el sol, la luna o las estrellas, los verás en una esfera de cristal pintada, y creerás que esa esfera de cristal es el mundo; si te muestran el mar o las montañas, los verás en una piedra y creerás que esa piedra es el mar y las montañas; si te muestran un caballo, será una miniatura, pero creerás que ese caballo es un verdadero caballo. Los ángeles y los demonios distraerán tu ánimo con retratos de flores, de frutas abrillantadas y de bombones; haciéndote creer que eres todavía niño, te sentarán en una silla de manos, llamada también silla de reina o sillita de oro, y de ese modo te llevarán, con las manos entrelazadas, por aquellos corredores al centro de tu vida, donde moran tus preferencias. Ten cuidado. Si eliges más cosas del Infierno que del Cielo, irás tal vez al Cielo; de lo contrario, si eliges más cosas del Cielo que del Infierno, corres el riesgo de ir al Infierno, pues tu amor a las cosas celestiales denotará mera concupiscencia.
   Las leyes del Cielo y del Infierno son versátiles. Que vayas a un lugar o a otro depende de un ínfimo detalle. Conozco personas que por una llave rota o una jaula de mimbre fueron al Infierno y otras que por un papel de diario o una taza de leche, al Cielo.

Silvina Ocampo

miércoles, 18 de diciembre de 2013

PREPOSICIONES: POR

POR LA SOLEDAD

Antonio Campillo Ruiz

Andrius Kovelinas

   Un flash cegador, una suavidad infinita, un sabor dulce, fueron algunas de las sensaciones que experimentó cuando aquel hombre comió con delicadeza su labio inferior. Súbitamente reaccionó y separó su cara dejando en su boca el sabor a miel, que se convirtió en hiel al ser consciente de su momentánea debilidad. Todo había empezado por la soledad y los vanos consejos de una de las amigas que, con asiduidad, se reunían en animadas tertulias tratando de paliar la languidez de sus vidas y la monotonía de sus trabajos. Puchi expuso, una de esas largas tardes, el gran descubrimiento que había realizado para tener amigos. Ella, siempre recriminada por dar la nota con su incredulidad, dudó en voz alta de la posibilidad de ir encontrando amigos como el que recoge aceitunas tras hacer vibrar al olivo. Su amiga Puchi, en esta ocasión no se enfadó y siguió con su discurso. 
Les descubrió su secreto explicándoles cómo, a través de su dirección en una red social, había conocido a varias personas y que, de entre ellas, dos tenían su residencia en la ciudad. De cómo se habían conocido y de lo bien que se lo pasaba cuando hablaban o realizaban cualquier otra actividad. Unas risitas fueron la respuesta de todas las amigas, excepto de ella. Todas dijeron que eso era ya antediluviano y se reían cada vez más alegres. Ella, que ni siquiera sabía cómo manejar estas cosas raras, exceptuando la informática que debía aplicar en su trabajo, rió disimuladamente pero se sorprendió. Desde ese día, con el método más viejo para aprender a utilizar muy mal la informática, prueba-ensayo-error, inició una indagación y puesta al día de estos recursos. Para cuando se volvieron a encontrar, se consideraba una experta en cuanto a captación de amigos se trataba, su selección a través de sus publicaciones y todas sus pequeñas necesidades. Ese día fue Dori la que desconcertó a todas. Contó quedamente cómo había establecido una cita con un hombre y disfrutaron el uno del otro. Ella, además del impacto emotivo que le produjo tal hecho, nunca lo creyó. Le parecía inusitado. Sin embargo, por la soledad en la que se encontraba durante las largas horas de aquel invierno oscuro y frío, continuó leyendo a los amigos con interés. 
Se le había abierto un mundo inesperado y tan atractivo como vedado. De entre todas las páginas que leía, encontró una que era muy sugerente y delicada en sus publicaciones. Escribió en ella varias opiniones y comentarios hasta que un día recibió, sin explicarse cómo, un escrito personalizado. Inició una correspondencia a ciegas hasta que en otra ocasión, al cabo de unas semanas, le solicitaron conocerse personalmente. Asombrada, estuvo con los nervios a flor de piel días y días, sin responder. Inopinadamente, tras este pequeño martirio, se tranquilizó cuando escribió dando su consentimiento para la cita. Ante ella se presentó un hombre, prácticamente de su misma edad, que, tras saludarla efusivamente, le hablo de qué buscaba y qué quería; qué ofertaba y qué poseía; qué harían y cuándo lo llevarían a cabo. En no más de cinco minutos, sin acabar de tomar el café que había solicitado, su mente comenzó a girar y a preguntarse obsesivamente: “¿Qué hago yo aquí?” La respuesta, salió involuntariamente de sus cuerdas vocales dejando mudo y pasmado a aquel hombre: “¡Estoy aquí por la soledad!”. Todo sucedió muy deprisa. Se levantó, empezó a despedirse prestamente, el hombre, medio inclinado por no haber tenido tiempo para elevar todo su cuerpo tenía la cara blanca… 
Cuando llegó a casa, lloró. Lloró por sentirse mujer a la que se le leía la cartilla nada más conocerla, por su genio, por su incredulidad, por sus amigas que la creían feliz, por la soledad. Pasó tiempo, mucho tiempo, hasta que un huracán vestido, un soplo continuo de palabras desenfadadas, alegres y, parecía que sinceras, unas anécdotas mezcladas con la sal y la pimienta dicharachera y segura de una buena y fresca ensalada, otro hombre, conocido hacía dos horas por casualidad y sin ningún tipo de contacto previo, le supo a miel y a yerba recién cortada. Entendió que quizás, sólo quizás, su amiga Puchi y. probablemente, Dori, podían haber vivido esta experiencia arrolladora y atropellada. Sus dudas nunca estaban lejos de su mente pero se preguntaba, al comparar a gran velocidad la diferencia con su pésima experiencia anterior, ¿cómo era posible?, ¿cómo con su severo pensamiento y su vida atareada, podía haber explotado en su interior una bombilla de luz que la iluminaba tan serena e intranquilamente? Se encontraba asimilando este cúmulo de dudas cuando su embelesamiento se vio preso por aquellos labios que absorbían los suyos en otro beso furtivo y tierno. Un erizón severo en su cuerpo la sorprendió, ¿cuánto tiempo hacía que no sentía estas sensaciones? Tanto como había tardado en percibir aquel bullicio silencioso, aquel entramado de solicitudes, aquel empuje irrefrenable. Por la soledad se encontraba en aquella situación y por la soledad seguiría sintiendo la fascinación del placer hasta que huyeran de ella las quimeras que le habían impedido soñar hasta el momento de saborear el entusiasmo, de percibir el bienestar, de deleitarse con el placer y de alimentarse de paz por un instante, sólo por un instante. 
            
Antonio Campillo Ruiz

Elena Nelson Reed

viernes, 13 de diciembre de 2013

PASIÓN MÁS ALLÁ DEL TIEMPO

Fin de baile

Antonio Campillo Ruiz

Kenny Washington

   Acaban de bajar las luces del salón de baile. La banda comienza a tocar la última canción: una balada. Siempre odié la música lenta, pero ésta significa “te quiero”, y hay poco más que decir.
Nunca unos ojos me habían mirado así. Nunca había sentido mi cuerpo vibrar a cada nota, ni mis ojos mirar más fijos a algo.
Estas notas que envenenan el aire me han henchido el pecho, hiriendo mi alma de muerte. Me noto temblar cuando nuestras manos se unen, y sus enormes ojos azules se clavan como preciosas aristas de poliedros de amor en mi mente, en mi corazón, en mi recuerdo.
   Mientras, suavemente, el cantante me demuestra que todo lo que ocurre es real, y por ello, estrecho mi lazo, atenazando mis brazos a su espalda, acercando su pecho al mío. Noto su respirar entrecortado en mi entrecortado respirar, y entre medias nuestros pechos, golpeados por nuestro revolucionado corazón. Sólo quiero que el pianista lea mi mente, y toque para siempre esta melodía, mientras hago de mis labios una extensión de sus labios. Cierro los ojos para soñar que este momento es una poesía en nuestros oídos o el sabor del azúcar glasé del dulce más lindo del mundo.
   Cuando abro los ojos veo los suyos mirándome, pero tienen veinte años más. No existe el salón de baile, sólo queda en nuestro recuerdo. Y la canción suena en nuestras cabezas, recordándonos cada día cuánto nos queremos, y que lo que una vez fue sueño permanece siendo realidad.

Miguel Ángel Hurtado


PUBLICACIÓN PROGRAMADA.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

REPUBLICANOS ESPAÑOLES Y LIBERADORES

EL RESCATE DE LA CIUDAD PRISIONERA

Antonio Campillo Ruiz

 
 Tropas republicanas españolas en la liberación de París

   Al amanecer de este día de 1944, París enloqueció.
   La ocupación nazi había terminado.
   Los primeros tanques y carros blindados habían entrado unas horas antes:
   —¿Son americanos? —preguntaba el gentío.
   Pero los nombres de esos tanques y esos blindados, torpemente escritos con pintura blanca, decían: Guadalajara, Ebro, Teruel, Brunete, Madrid, Don Quijote, Durruti...
   Los primeros liberadores de París fueron los republicanos españoles.
   Vencidos en su tierra, se habían batido por Francia.
   Ellos creían que después España sería rescatada.
   Se equivocaron.

Eduardo Galeano, “Los hijos de los días"

Tropas republicanas españolas en la liberación de París

PUBLICACIÓN PROGRAMADA.

lunes, 9 de diciembre de 2013

RUMOR

ALGO MUY GRAVE VA A SUCEDER EN ESTE PUEBLO

Antonio Campillo Ruiz


   En un congreso de escritores, al hablar sobre la diferencia  entre contar un cuento o escribirlo, García Márquez contó lo que sigue, "Para que vean después cómo cambia cuando lo escriba".
………..


    Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación.
   Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:
̶   No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.
   Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:
̶   Te apuesto un peso a que no la haces.
   Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:
̶   Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.
   Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:
̶   Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.
̶   Y ¿por qué es un tonto?
̶  Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo. 
   Entonces le dice su madre.
̶   No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.
   La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:
̶   Véndame una libra de carne - y en el momento que se la están cortando, agrega -: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.
   El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:
̶   Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.
   Entonces la vieja responde:
̶   Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras.
   Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:
̶   ¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo? 
̶   ¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)
̶  Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.  ̶  Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor. 
̶   Sí, pero no tanto calor como ahora.
   Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:
̶   Hay un pajarito en la plaza.
   Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.
̶   Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan. 
̶   Sí, pero nunca a esta hora.
   Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.
̶   Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.
   Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo.
   Hasta el momento en que dicen:
̶   Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos.
   Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.
   Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:
̶   Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa - y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.
   Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:
̶   Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.

Gabriel García Márquez

PUBLICACIÓN PROGRAMADA.

viernes, 6 de diciembre de 2013

DESPACIO, CON FIRMEZA

PRIMERA VEZ

Antonio Campillo Ruiz

Embrace, Joseph Lorusso

   Aquí estamos los dos, uno delante del otro. Nerviosos, pero decididos. Sabemos que cualquier inexperiencia será superada con creces por nuestro amor, o eso dicen. Sonríe, te digo, y tus ojos lo hacen por tus labios, háblame, te digo, y tu silencio lo hace por tu voz, quiéreme te suplico, y depositas tu mirada en la mía, haciéndolo. Y me abrazas.
   Realizamos despacio cada gesto por temor a equivocarnos, para dilatar el tiempo y saborear el instante cincelándolo en la lengua. Me llega tu respiración cada vez más agitada conforme vas desnudándome. Lentamente nos despojamos de las prendas y vamos en pos del ser que hay delante para cometer el acto milagroso de confluir en una vida como si la apresáramos. Nos entretenemos en cada caricia para precisar el sentido del otro, para permitirnos calar desde la superficie a lo profundo y trascender los cuerpos. Dejamos a las bocas que se beban, a las carnes de los labios que se atrapen, a las lenguas enloquecidas que se enreden, a las comisuras alongarse en su avidez por engullirse. Se ablandan los huesos, se endurece la carne. Las pieles se erizan de deseo que aplacan sumergiéndose la una en la otra. La búsqueda dubitativa culmina en la unión aún torpe, después cierta.
   Abandonados los cuerpos a sí mismos, comenzamos a derramarnos en el otro. El placer emergente rinde los párpados. Comienza el roce de filos de almas, el oleaje del cosmos, el vaivén de océanos abisales, el sol ha muerto, es tormenta y noche, relámpagos cortantes abren la negrura, rayos y crujidos de trueno se clavan en la espina dorsal, la mente se diluye en el choque, chilla hasta que se rompe, y sus añicos tintinean en ecos solitarios que desfallecen cada vez con mayor lejanía en la oscuridad. Los ojos se entreabren mientras llueve con mansedumbre la dulzura y se expanden, algodonándose, nubes de paz que navegan hacia el horizonte, para morir.
   Cuando caemos en nuestros cuerpos, ya está. Tú me has leído. Yo te he escrito. Hemos sembrado un hijo, un amor, un cuento.

Áloe Azid

PUBLICACIÓN PROGRAMADA.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

CAMBIO DE REGALO

El espejo

Antonio Campillo Ruiz

 Francine van Hove

   Un campesino chino se fue a la ciudad para vender su arroz. Su joven mujer le dijo:
— Por favor, tráeme un peine.
   En la ciudad, el campesino vendió el arroz y bebió con unos compañeros. En el momento de regresar se acordó de su mujer. Le había pedido algo, pero ¿qué era? No podía recordarlo. Así que compró un espejo en una tienda para mujeres y regresó al pueblo.
   Entregó el espejo a su mujer y marchó a trabajar sus campos. Ella se miró en el espejo y se echó a llorar. Su madre, que la vio llorando, le preguntó la razón de aquellas lágrimas. La joven mujer le dio el espejo diciéndole:
— Mi marido ha traído a otra mujer.
   La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:
— No tienes de qué preocuparte, es muy vieja.

Cuento anónimo chino

PUBLICACIÓN PROGRAMADA.

lunes, 2 de diciembre de 2013

DESAMOR APASIONADO

Te quiero a las diez de la mañana...

Antonio Campillo Ruiz

Andrius Kovelinas

   Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
   Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
   Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?

Jaime Sabines

PUBLICACIÓN PROGRAMADA.