jueves, 21 de agosto de 2014

MIS HUESOS SE DISLOCAN

DIOS, LOS TERRATENIENTES Y LOS TRABAJADORES

Antonio Campillo Ruiz

  
   En cine, como en cualquier otra de las Artes, es importante volver  una pausada y escrutadora mirada hacia quienes han marcado hitos que han provocado el estudio, características y consecuencias de su trabajo. Esto nos conduce, en primer lugar, a un repaso de una etapa histórica quizás poco recordada, al estudio previo de unas costumbre marcadas o no por la sociedad que se ha aceptado por todos o por unos pocos y, en definitiva, a valorar las consecuencias de una narración que se apoya en hechos reales o ficticios pero que no deja al espectador la posibilidad de contradecir hechos tan contundentes. En la película anteriormente publicada, el dictado de la ley coránica, sus axiomas sobre el destino, la eterna propiedad del alma del hombre por Alá y sus prohibiciones sobre la utilización del cuerpo, son los verdaderos directores del guión literario. En “Deus e o Diabo na Terra do Sol”, “Dios y el diablo en la tierra del sol” de Glauber Rocha, 1964, las guerras, muy descuidadas por la memoria, entre trabajadores y terratenientes en un Brasil dominado por la miseria de ciertas zonas, nordeste, de su extenso territorio, tienen su origen y fin en leyes no explícitas pero sí de obligado cumplimiento. La colaboración de una Iglesia que siempre se encuentra junto al poder, establece, a su vez principios no dictados ni escritos, en contra de quienes se erigen en posibles revolucionarios, fundamentalistas de su misma creencia.  


      
   El Cinema Novo Brasileño de los años sesenta posee una clara influencia de la “nouvelle vague” francesa, que se extiende rápidamente por toda Europa. Las  realizaciones de la “nouvelle vague brasileña” acuñan la idea de una vanguardia que expresa la idea de: "Uma câmera na mão e uma idéia na cabeça".  Glauber Rocha es, probablemente, el principal representante de este movimiento, sin olvidar que en él también se encuentra el neorrealismo italiano, el documentalismo de Eisenstein y la serena representación de Kurosawa. Sin embargo, sus complejos estudios sobre la cultura popular y autóctona separan esta nueva concepción de estilo que, semejando a Godard en unos paisajes de soledad y de irregularidad narrativa, se establece en el arte cinematográfico que contagia todo el cono sur del continente americano.


   El filme posee tres grandes partes muy diferenciadas y de narrativa diferente aun cuando confluyan en un todo común: una primera parte de realismo documental, una solemnidad mística  fundamentalista de religiosidad fatalista y una alegoría teatral y burlesca en su parte final cuando se relatan los acontecimientos de Corisco. El utopismo se expande por toda la narración en cualesquiera de sus partes y siempre vuela, cual buitre sobre un cadáver, sobre una de las premisas que Glauber Rocha aprecia en la  religión: nunca será una vía de escape a la situación paupérrima de las clases desfavorecidas, la perjudica en vez de favorecerla. Dejarse llevar en búsqueda de la isla en la que se alcanzará la felicidad a través de milagros, de la muerte del diablo, de la verdad, la luz y la justicia es una utopía que se quiebra con el más leve de los esfuerzos de quienes no dejarán jamás que se posea la tierra y la riqueza. Mientras la gente sea pobre la violencia no se erradicará de Brasil


   Utilizando el montaje acelerado, estético, para las escenas de lucha; que el personaje hable al espectador y una bien definida  fotografía en blanco y negro, un blanco que ciega a los personajes, que les hace dudar sobre las cuestiones religiosas; unos primeros planos desoladores que nos muestran espíritus dañados, aterrorizados, solos, Glauber Rocha desgrana su tesis general, su guión, empleando relatos bíblicos generalmente conocidos. San Sebastián, martirizado con sus flechas y San Jorge luchando contra un delirante dragón fantástico y tan inalcanzable como inmortal, así como otros episodios de marcada crueldad religiosa.  “Dios y el diablo en la tierra del sol” fue finalista a la Palma de Oro a Mejor Película en el Festival de Cannes en 1964


   “La guerra del fin del mundo” de Mario Vargas Llosa, 1980, a decir del propio escritor, está basada en dos guiones que previamente había escrito, “La guerra particular” en 1972 y “Los perros del infierno” en 1974, a propuesta del cineasta Ruy Guerra, quien le envió toda la documentación sobre la rebelión de los Canudos para elaborar el guión de la película en que estaba interesada la Paramount, aunque finalmente no se rodó. 

 Glauber Rocha

Es importante visionar la película a plena pantalla.


7 comentarios:

  1. Esta película, ni sabía que existía. La miraré.¡Gracias Antonio! Un abrazo.

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  2. Que recuerdos, Antonio. Vi esta pelicula en el cine Publi de Barcelona (entonces se llamaba de arte y ensayo) cuando tu no habias nacido. Gracias por difundir la poca cultura que todavía se mueve por este país. Un abrazo. Y no olvides lo mío!

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  3. Las voy a conocer gracias a ti. Terratenientes y sufridores, digo, trabajadores. Tan antiguo como los tiempos.

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  4. nada se de brasil
    y menos de su cine
    como siempre genial mi amigo en tus presentaciones

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  5. No conocía esta película. Será muy interesante verla.

    Un abrazo fuerte, querido Antonio.

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  6. Recuerdo que a mi hermano (1944), le encantaban estas películas, entonces en VO. Yo no tuve ocasión, (1949), pues el progre de mi casa era él, pero hoy sí la veré. Gracias maestro Campillo, mil gracias.

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  7. El blanco sobre el que llamas la atención es puro desasosiego, araña los ojos.
    No es gratuito, sirve de sacudida para enfrentarte a un mundo cuya potencia disloca al espectador tanto por la valentía de su guión como por las imágenes que contiene, tan salvajes y tan verdad. La historia basada en hechos reales no deja de ser un canto a la persecución de la, o mejor, de las utopías de salvación por medio de sucesivos líderes. Cuántas ganas de escribir provoca esta película. Esos primeros planos. Y ese final, por Dios que final, eso es CINE. Gracias, querido amigo

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