domingo, 31 de agosto de 2014

UN FIN SIN FINAL

CERRADO POR VACACIONES

Antonio Campillo Ruiz


   Las grandes bobinas han dejado de girar. El monótono ronroneo del proyector ha acabado: se ha limpiado cuidadosamente, se han engrasado sus rodillos dentados y el cuadro de mandos de la corriente eléctrica se ha desconectado. La cabina de proyección ya se encuentra nuevamente vacía, sola, sin actividad. Casi todo se encuentra ya en su lugar hasta el próximo verano, solo falta el retoque maestro que cuidará, con mucha precisión y profesionalidad, que la intemperie de una larga temporada de frío y posible lluvia, no dañe los delicados mecanismos de la célula fotoeléctrica, ni la cortinilla, que volverán el verano próximo a ocuparse de producir la fantasía del movimiento y un sonido a veces atronador.


   Las pantallas fijas, que han sido pintadas y repintadas varias veces durante el verano para protegerlas del sol y la humedad, ya han empezado a descascarillarse un poco: estas últimas semanas, los dueños del cine de verano, sabedores de su inminente cierre no las han retocado. Las que son de duras lonas que se han levantado altivas durante todas las noches cual inmensas velas de grandes barcos, han sido descolgadas, enrolladas, cuidadosamente guardadas y protegidas hasta su nueva utilización. Las sillas de madera, al igual que los materiales frágiles se han almacenado y las de duro e incómodo hierro se han apilado una encima de otra formando altas torres que se resguardarán de las inclemencias ambientales por medio de materiales plásticos.


   El cine de verano ha acabado. Ha sido un buen negocio para las empresas que los poseen porque la asistencia ha sido ampliamente superada a la del año anterior. Pero, estas últimas proyecciones presagiaban un descenso de veraneantes que, presurosos, han  adelantado su vuelta a la rutina de los próximos meses por temor a los seculares embotellamientos de esta vuelta a casa en fin de semana. Estarán añorando mucho tiempo los días de bocadillo con una fresca bebida y pipas que, crujiendo más potentes que el diálogo de los actores en la pantalla, obligaban a elevar el sonido, simple, sin efectos envolventes, con molesto tostoneo debido a la suciedad acumulada en el acetato, justo encima  de la banda sonora semejante a un electrocardiograma que embelesaba a los espectadores con un sonido casi indefinible.


   Se han proyectado varias películas en idioma original subtituladas en español. Los turistas estaban encantados cuando escuchaban su lengua materna y los españoles, siempre amables con todos, se han adaptado sin grandes problemas a este elemento distractor que, a veces, ocasionaba separar la vista de los actores para leer la traducción escrita y poder comprender la narración: desde el chino hasta el alemán, desde el japonés hasta el sueco. Se ha comprometido una sala de “Cine de Verano” para la próxima temporada al mismo precio que este año. La crisis ha jugado a favor de este favorable trato con productoras y distribuidoras. Esperemos que se pueda obtener el mismo, ni más ni menos, el mismo, éxito que en este verano caluroso y de escasas lluvias molestas para los espectadores. 


jueves, 28 de agosto de 2014

PROFUNDA MELANCOLÍA

UN INSTANTE DE PLACER EN LA ALDEA DE LOS SUEÑOS

Antonio Campillo Ruiz


   El mundo fue dividido por  dos grandes rivales al final de la Segunda Guerra Mundial. Dos grandes países que buscaron desesperadamente el poder absoluto mientras a su alrededor los míseros vencidos, tiranos anteriores de su afán de poder y destrucción, luchaban nuevamente pero esta vez para sobrevivir, no para ser altivos ganadores y despiadados luchadores contra la libertad y el honor. Japón, uno de estos países vencidos, todavía olía a las bombas de Hiroshima y Nagasaki con unas consecuencias que el mundo no olvida pero deja que se estimulen diferencias entre contrincantes más o menos irritados por no poseer aquello en lo que sueñan: el poder. Sus habitantes buscaban poder luchar contra esta maldita herencia recibida de un parlamento incapaz y un emperador intocable. Las atrocidades cometidas con los seres humanos por otros seres deshumanizados en Oriente, nunca dejaron libre la memoria de quienes fueron sometidos a crueles tratos. En este momento aparece “Akasen chitai”, “La calle de la vergüenza” de Kenji Mizoguchi, 1956, una película que con sencillez, sabiduría y bondad, expone con la parsimonia que todos necesitaríamos para comprender en profundidad los sentimientos de los personajes, un recital de vida, dura, desdeñada e incluso casi prohibida pero tan normal y cotidiana como respirar o alimentarse.     
  

En “El País de los Sueños” se vende nostalgia, amor y placer. Un pasado representado por Yumeko, sabe que su momento ha pasado y debe decidir un incierto futuro. Contrastando con él, provocando un fuerte choque, el futuro debe olvidar tradiciones, occidentalizarse. Formar una familia es el deseo impenitente de quienes con dignidad asumen como normal una situación que es irremediable ante la miseria y la parca vida que no soportarían más allá de unos días. Escapar al país de los sueños es el objetivo final de quienes sienten que el sentido de su vida es perecedero, de corta vida y de peor trato.    


Un país de tradiciones ancestrales no puede abandonarlas con facilidad, sin embargo Mizoguchi realiza un coral retrato de la mujer, porque en 1956 nacía una nueva mujer: la mujer liberada que, rompiendo los milenios, ya no quería ser similar a un mueble, a un objeto. Quería vivir su vida, ser capaz de tomar decisiones importantes por sí sola y alcanzar una sexualidad que se representa en la interpretación de Mickey sobre la concha, a modo de “El Nacimiento de Venus” de Botticelli. Mizoguchi aparentemente, no posee posicionamiento definido sino que deja al espectador que racionalice fílmicamente lo que expresa la novela de Yoshiko Shibaki, según el guión de Masashige Narusawa. Cinematográficamente Mizoguchi  dirige con mano fuerte y sabia un complejo retrato de una situación que perdura en la actualidad, occidentalizados o tradicionales. El cuidado exquisito en mostrar situaciones prescindibles se agradece cuando en ciertos filmes se trata de conseguir que aparezcan dichas escenas para un procaz y sugestivo placer fílmico. No se consigue si no es por medio de lo sugerido.


   Hasta los dueños del negocio, tan cínicos como la sociedad a la que pertenecen, pretenden atribuirle una función social a su negocio porque quienes trabajan para él, comen y pueden pasar los interminables días de espera y soledad. Todos quieren obtener unos beneficios de lo que es un presunto problema que persiste desmedidamente pero no importa a nadie: ni a la sociedad ni a quien usa durante unos minutos un servicio que doblega voluntades, veja a quien se somete y no produce el placer deseado. A la vez, el desprecio a compartir otro lugar, incluso para la familia, diferente de su “hogar”, permanentemente repudiado, es real y perdurable. Una música que se comprende poco y chirría mucho nos persigue durante toda la película, atribuyendo a esta parte de Oriente. las notas que para muchos occidentales, que no estén acostumbrados a ella, casi molesta, suponiendo que no es así en la versión para los espectadores orientales tradicionales. “La calle de la vergüenza” es un filme brillante en el que se pinta en imágenes dinámicas un precioso retrato de la mujer.

Kenji Mizoguchi

Es importante visionar la película a plena pantalla.



IN MEMORIAM

 Richard Attenborough
Gandhi, 1982. Óscar Mejor Director

  
Juan Miguel Lamet
¡Qué grande es el cine!


 Pedro Pubill Calaf “Peret”
Concert per la llibertat, Camp Nou, Barcelona 29.06.2013


lunes, 25 de agosto de 2014

LO INEXPLICABLE

PASO A PASO HACIA LA OSCURIDAD

Antonio Campillo Ruiz


   ¿La pesada carga de la vida bohemia o la liberación por medio de la muerte? Una difícil pregunta cuando se acerca un autor al misticismo, a las tensas relaciones personales, a un sutil y potente erotismo, buscado, ordenado o simplemente deseado. Sin embargo, la existencia de algo muy similar a un estado de perturbación mental, de estado catatónico y de alteración no percibida con fuerza, puede sustituir estos extremos tan despiadados: la magia. El enfrentamiento del racionalismo con lo esotérico, trucado y encantado. Quienes no aprecian los avances científicos puros no pueden dilucidar la existencia real de la magia o el truco. En “Ansiktet”, “El rostro” de Ingmar Bergman, 1958, la exploración de temas recurrentes del gran realizador afloran con una estética cuya meticulosidad y perfección son dignas de sus obras más reconocidas.


   Un guión escrito por el propio Bergman nos sumerge en un mundo cinematográfico del que el espectador es partícipe de lo sugerido fílmicamente con un blanco y negro puros, sombras que quedan atrapadas en la pantalla, cual pequeña neblina impura, que limpia cuando la exposición de la narración requiere una imagen nítida, de miradas que expresan todo tipo de sentimientos. Por otro lado, Bergman insiste en un humor que suaviza momentos que tensan las escenas, tal como hiciera en obras cuyos protagonistas están envueltos en una contienda con la vida paupérrima, tanto de caballeros como de pillos. Poder extasiarse con los trabajos de Max von Sydow, Ingrid Thulin, Bibi Anderson, sus actores fetiche, y el resto del reparto, todos ellos en plena juventud, es un placer añadido a este enfrentamiento, a este pequeño tratado de cine.


   Bergman hace uso de su facilidad para ser mago-cineasta al utilizar la ilusión para deslumbrar y se encuentra con una persona, un crítico-racional, que lo persigue a través de toda la película. Recuperado de este autovarapalo, se repone cuando el mago recibe su compensación. La levedad de los momentos divertidos crea un ambiente disparatado a veces pero inquietante siempre. La disputa permanente entre la razón, la religión y otras creencias que tienen como fundamento la fe y la superstición como tema irracional, sobresalen en picos a lo largo de toda la narración, pero sobresalen nacidos desde el propio espectador: Bergman solo deja unas pinceladas para que fílmicamente se confeccione la propia película completa. Potentes discursos ideológicos provocan un espacio tan abierto en quien visiona la película que, reflexiones de dudosa calificación y monólogos cargados de ironía, se entrelazan para dar lugar a un espectáculo de apariencias que adquieren un protagonismo especial entre los representantes de los personajes. Póngase atención a la secuencia en la que se descubre una pequeña perversión, jamás sospechada, de masoquismo.


   Es muy interesante la reflexión, latente durante todo el metraje, sobre el cine. En ocasiones la vinculación entre lo que se nos cuenta y el propio cinematógrafo es clara: el cine es un truco, una ilusión. Para saborear en toda su extensión el cine hay que admirar e incluso entrar en este juego del engaño. Existe un cierto expresionismo en esta película, acrecentado por los afilados primeros planos y un preciosismo en la forma de corregir los puntos de vista de la cámara mediante leves pero agudos movimientos. Una película que ensambla perfectamente fondo y forma, a ratos recargada, gótica y un poco tramposa en su parte final.

Ingmar Bergman

Es importante visionar la película a plena pantalla.


jueves, 21 de agosto de 2014

MIS HUESOS SE DISLOCAN

DIOS, LOS TERRATENIENTES Y LOS TRABAJADORES

Antonio Campillo Ruiz

  
   En cine, como en cualquier otra de las Artes, es importante volver  una pausada y escrutadora mirada hacia quienes han marcado hitos que han provocado el estudio, características y consecuencias de su trabajo. Esto nos conduce, en primer lugar, a un repaso de una etapa histórica quizás poco recordada, al estudio previo de unas costumbre marcadas o no por la sociedad que se ha aceptado por todos o por unos pocos y, en definitiva, a valorar las consecuencias de una narración que se apoya en hechos reales o ficticios pero que no deja al espectador la posibilidad de contradecir hechos tan contundentes. En la película anteriormente publicada, el dictado de la ley coránica, sus axiomas sobre el destino, la eterna propiedad del alma del hombre por Alá y sus prohibiciones sobre la utilización del cuerpo, son los verdaderos directores del guión literario. En “Deus e o Diabo na Terra do Sol”, “Dios y el diablo en la tierra del sol” de Glauber Rocha, 1964, las guerras, muy descuidadas por la memoria, entre trabajadores y terratenientes en un Brasil dominado por la miseria de ciertas zonas, nordeste, de su extenso territorio, tienen su origen y fin en leyes no explícitas pero sí de obligado cumplimiento. La colaboración de una Iglesia que siempre se encuentra junto al poder, establece, a su vez principios no dictados ni escritos, en contra de quienes se erigen en posibles revolucionarios, fundamentalistas de su misma creencia.  


      
   El Cinema Novo Brasileño de los años sesenta posee una clara influencia de la “nouvelle vague” francesa, que se extiende rápidamente por toda Europa. Las  realizaciones de la “nouvelle vague brasileña” acuñan la idea de una vanguardia que expresa la idea de: "Uma câmera na mão e uma idéia na cabeça".  Glauber Rocha es, probablemente, el principal representante de este movimiento, sin olvidar que en él también se encuentra el neorrealismo italiano, el documentalismo de Eisenstein y la serena representación de Kurosawa. Sin embargo, sus complejos estudios sobre la cultura popular y autóctona separan esta nueva concepción de estilo que, semejando a Godard en unos paisajes de soledad y de irregularidad narrativa, se establece en el arte cinematográfico que contagia todo el cono sur del continente americano.


   El filme posee tres grandes partes muy diferenciadas y de narrativa diferente aun cuando confluyan en un todo común: una primera parte de realismo documental, una solemnidad mística  fundamentalista de religiosidad fatalista y una alegoría teatral y burlesca en su parte final cuando se relatan los acontecimientos de Corisco. El utopismo se expande por toda la narración en cualesquiera de sus partes y siempre vuela, cual buitre sobre un cadáver, sobre una de las premisas que Glauber Rocha aprecia en la  religión: nunca será una vía de escape a la situación paupérrima de las clases desfavorecidas, la perjudica en vez de favorecerla. Dejarse llevar en búsqueda de la isla en la que se alcanzará la felicidad a través de milagros, de la muerte del diablo, de la verdad, la luz y la justicia es una utopía que se quiebra con el más leve de los esfuerzos de quienes no dejarán jamás que se posea la tierra y la riqueza. Mientras la gente sea pobre la violencia no se erradicará de Brasil


   Utilizando el montaje acelerado, estético, para las escenas de lucha; que el personaje hable al espectador y una bien definida  fotografía en blanco y negro, un blanco que ciega a los personajes, que les hace dudar sobre las cuestiones religiosas; unos primeros planos desoladores que nos muestran espíritus dañados, aterrorizados, solos, Glauber Rocha desgrana su tesis general, su guión, empleando relatos bíblicos generalmente conocidos. San Sebastián, martirizado con sus flechas y San Jorge luchando contra un delirante dragón fantástico y tan inalcanzable como inmortal, así como otros episodios de marcada crueldad religiosa.  “Dios y el diablo en la tierra del sol” fue finalista a la Palma de Oro a Mejor Película en el Festival de Cannes en 1964


   “La guerra del fin del mundo” de Mario Vargas Llosa, 1980, a decir del propio escritor, está basada en dos guiones que previamente había escrito, “La guerra particular” en 1972 y “Los perros del infierno” en 1974, a propuesta del cineasta Ruy Guerra, quien le envió toda la documentación sobre la rebelión de los Canudos para elaborar el guión de la película en que estaba interesada la Paramount, aunque finalmente no se rodó. 

 Glauber Rocha

Es importante visionar la película a plena pantalla.


lunes, 18 de agosto de 2014

ESCAPADA HACIA ADELANTE

SOLO YO CONOZCO CUÁL ES MI DOLOR

Antonio Campillo Ruiz


   Es frecuente que, en la actualidad, los aspectos fílmicos emotivos de una película queden relegados ante la espectacularidad fácil de una narración, realizada por unos intereses concretos, que generalmente coinciden con las emociones fáciles y preñadas de sorpresas tan predecibles como banales. El mercantilismo, debidamente aderezado con trucajes sofisticados y una adecuada publicidad previa, alcanza la categoría de desestabilizante. Frente a estos recursos fáciles es toda una delicia disfrutar del sabor de la aparente sencillez, de aspectos vitales de unos personajes que, con un ritmo lógico pero que provoca en el espectador una inquietante intensidad emotiva, parecen dirigirse hacia la nada, la nada que trata de alcanzarse con un empeño que sobrepasa el pensamiento. طعم گیلاس, Ta'm e guilass”, “El sabor de las cerezas” de Abbas Kiarostami, 1997, nos sumerge en una sensación fuerte y dura, en un entorno de belleza triste y soledad, en un mundo casi incomprensible si no se expresasen los sentimientos por seres humanos.

  
   El espectador podría considerar tres aspectos importantes y que expresan, con cierta claridad, el extraño mundo de ideas y no de soluciones predeterminadas por el realizador: El miedo a la muerte,  la creencia total  y la aparente comprensión. El miedo a la muerte y a la nada, sobre todo en la juventud plena aún de esperanzas. La creencia total en una idea alimentada por creencias espirituales que, incluso con comprensión, elimina la posibilidad de elegir tu propia existencia. La aparente comprensión en alguien que pasó por lo mismo que tú y trata de alimentarlo para alcanzar lo que ya es imposible, porque el autoengaño acaba con las pocas fuerzas que se emplearon en su momento. Estos tres paradigmas se encuentran presentes en la angustia y el desaliento fílmico que provocan unas imágenes cinematográficas tan extrañas como el país en el que habitan los personajes. El polvo, la pobreza, la ruindad y un solitario pero inmenso afán por no alcanzar la predestinación establecida, provoca un duro duelo entre todos y cada uno de ellos.

  
   El expreso mandato espiritual de no realizar, bajo ninguna circunstancia, el hecho que desea el protagonista motiva sus dudas, y pareciese que se dice a sí mismo: “Aunque sé que casi nadie va ni siquiera a intentar comprender mis sentimientos, sólo yo conozco cual es mi dolor, cual el resentimiento, cuánta es la desgracia de la que nunca me he podido liberar. Sólo yo sé de mis verdaderos límites y ya hace tiempo que mi capacidad de resistir ha sobrepasado todo lo soportable; sólo yo sé cuánto he luchado para que mi vida fuese diferente, pero ya estoy cansado y nada de lo que pueda suceder en un futuro conseguirá calmar mi angustia”.
Nunca es comprensible la capacidad de los seres humanos para entender lo finito que es el espíritu, su amarga temporalidad, la inutilidad de actos frustrantes, breves, sin sentimientos puros. Se puede recordar cuando se ha sido feliz, cuando parecía que nunca acabaría este estado transitorio. Se eludió cuanto se pudo el hecho de que los momentos felices poseen un inicio y un fin inherente e irremediable, acabando siempre en los instantes menos oportunos, quebrando las ilusiones que, irremediablemente, conducen al desengaño y la destrucción. A pesar de ello, siempre queda un resquicio, una pequeña puerta para que, en una última posibilidad, el Cosmos o lo que sea superior en toda la medida de nuestro espíritu, corrijan actitudes psicológicas y reales sobre decisiones tan cruciales que nos asustan y coartan nuestra libertad.

  
   Tanto las incertidumbres y dudas del protagonista como la reacción de los distintos personajes son convincentes y creíbles, la dirección de actores es uno de los logros de este filme, lineal, con exteriores, rodados en las afueras y periferia de Teheran (Irán). La acción dramática representa los acontecimientos acaecidos durante un día de fiesta de 1996. Con guión del propio realizador iraní, Abbas Kiarostami, este es su noveno largometraje y ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1997, ex aequo con “La anguila” de Shohei Imamura. La planificación, en apariencia es sencilla por la falta de elementos y efectos de especial relevancia pero, con ella, el punto de vista de la cámara y el montaje, se engrandece una forma de narrar cinematográficamente que provoca no pocos elementos fílmicos desasosegantes, tanto cognitivos como emotivos. 

Abbas Kiarostami

Es importante visionar la película a plena pantalla.



IN MEMORIAM

Hoy se cumple el septuagésimo octavo año del asesinato, sin juicio previo y por la espalda, de Federico García Lorca. Nos enseñaste a ser libres.

ROMANCE DE LA PENA NEGRA

A José Navarro Pardo

Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo, su carne,
huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.
Soledad, ¿por quién preguntas
sin compaña y a estas horas?
Pregunte por quien pregunte,
dime: ¿a ti qué se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.
Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
No me recuerdes el mar,
que la pena negra, brota
en las tierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
¡Soledad, qué pena tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de boca.
¡Qué pena tan grande! Corro
mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el suelo,
de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache carne y ropa.
¡Ay, mis camisas de hilo!
¡Ay, mis muslos de amapola!
Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.

           *

Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza,
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!

jueves, 14 de agosto de 2014

EN CORTO

PEQUEÑOS GRANDES TRABAJOS

Antonio Campillo Ruiz


   Como todos los años, “Cine de Verano” se enorgullece de poder dedicar un espacio a las obras de pequeño metraje material pero gran profusión de elementos cinematográficos y fílmicos. El cortometraje ha sido siempre un medio de expresión muy singular y de gran perspicacia. El gran parecido entre un cortometraje y una película de largometraje semeja un microrrelato frente a una novela. En ambos casos, separados por el medio de comunicación en el que se realizan, la poca extensión material, metraje, de los primeros puede contener una o miles de ideas importantes para el espectador o lector, siendo, que la imaginación del mismo debe ser más conceptual, más explícita. Por el contrario, a pesar de poseer un lenguaje correlacionado idéntico, la novela y el largometraje poseen espacio material para la ampliación de conceptos e incluso derivaciones y aclaraciones que la planificación admite, provocando una comprensión más pausada y menos conceptual.


   El cortometraje "Signs", "Señales”,  de Patrick Hughes, 2009, realizado por este gran cortometrajista australiano para el Shweppes Film Festival, fue el ganador de un premio en el prestigioso Festival de Cannes en Francia. La existencia de personas especiales que en un momento llegan a cambiar nuestras vidas, sin aviso previo, sin intención pero con una ilusión preestablecida por una o ambas a la vez, es la ejemplificación de un proceso de comunicación en cualesquiera de sus formas. A pesar de las tecnologías que pueden facilitarla, el método más simple puede obtener unos frutos inesperados y comunicativamente eficaces. Es de suponer que todos, a través de cualquier medio, necesitamos unas "Señales”.

Es importante visionar el cortometraje a plena pantalla.


   Una compleja pregunta puede dar lugar a una historia sorprendente: ¿Puede un hombre enamorarse de una mujer viendo solo sus ojos en el espejo retrovisor de un coche? “La mujer de mi vida” de Diego Pérez y Alberto Rivas, 2011, nos descubre el misterio. La cuidada fotografía y la vos en off nos transportan a un mundo que el espectador considerará sorprendente cuando explore fílmicamente el cortometraje. Obtuvo en el Certamen Cinemavip 4.0 el premio al mejor cortometraje en 2011.

Es importante visionar el cortometraje a plena pantalla.


Gota a gota, sin pausa, el agua va cayendo en la inmensa bañera/útero al que quiere volver la protagonista casi desde que unió por siempre su vida a un ser que grabó indeleblemente que siempre la cuidaría. El ahogo que producen esas palabras, marcadas al fuego de la posesión, de la obediencia, provoca en Julia un encierro en el ideal órgano del que no debería de haber salido jamás. Un guión muy agudo que posee una intemporalidad aparente en Julia y el paso del tiempo en la iconografía ambiental de su alrededor, una fotografía pura y acorde con el tema narrado y unas interpretaciones más que correctas, proporcionan a “El orden de las cosas” de César Esteban Alenda y José Esteban Alenda, 2010, la categoría de película mayor, de cortometraje con gran cantidad de ideas cinematográficas que nosotros, los espectadores, interpretamos, sentimos sin visualizar, como en un espacio abierto inmenso que nos enseña lo que existe tras las imágenes no grabadas. 
Esta es la gran virtud y el gran problema de los sucesos por los que debe pasar la protagonista ante el beneplácito general y la revolución de su hijo, al que no dejan que se acerque. Cobardía, imposición, mandatos que crean impotencia y pesadumbre, más todo aquello que el espectador añada fílmicamente, conforman un estado de destrucción hasta que el útero se rompe, el parto se vuelve a producir y se renace dejando sólo las huellas de una persona, solo de una: libre, serena, y caminando con el placer que siempre se le negó. “El orden de las cosas” fue nominada a los Premios Goya en la categoría de ficción por su estructura y planificación, repletas ambas  de metáforas y simbolismos. En realidad lo que fluye de la narración es un mensaje esperanzador, bastante sabido pero pocas veces cumplido.

Es importante visionar el cortometraje a plena pantalla.


IN MEMORIAM

Lauren Bacall

“The Big Sleep”, “El sueño eterno” de Howard Hawks, 1946

Es importante visionar la secuencia a plena pantalla.

Robin Wiliams 

“The Fisher King”, “El rey Pescador” de Terry Gilliam, 1991

Es importante visionar la secuencia a plena pantalla.