miércoles, 29 de septiembre de 2010

FRAGILIDAD INFANTIL

BÚCAROS

María Luisa Arnaiz Sánchez

Bodegón ochavado con racimos de uvas, Juan Espinosa. El Prado
 
   Búcaro: Del mozár. búcaro, y este del lat. pocŭlum, taza, vaso.

1. m. Tierra roja arcillosa, que se traía primitivamente de Portugal, y se usaba para hacer vasijas que se estimaban por su olor característico, especialmente como jarras para servir agua.
2. m. Vasija hecha con esta arcilla, principalmente para usarla como jarra para servir agua.
3. m. Florero.
4. m. Cád., Huel., Mál. y Sev. Botijo.

   Alcarraza: Del ár. hisp. alkarraza, este del ár. clás. kur[r]āz, y este del persa korāz, buche, por alusión a su forma.

1. f. Vasija de arcilla porosa y poco cocida, que tiene la propiedad de dejar rezumarse cierta porción de agua, cuya evaporación enfría la mayor cantidad del mismo líquido que queda dentro.

   Según Covarrubias en “Tesoro de la lengua castellana” (1610):

   “Búcaro - … destos barros dizen que comen las Damas por amortiguar la color o por golosina viciosa y es ocasión de que el barro y la tierra de la sepultura las coma y consuma en lo más florido de su edad”.

   “Alcarraza - cantarilla de una o dos asas de cierto barro blanco que tiene algo de salitre y sustenta fresca el agua que se echa en ella, especialmente si ha estado al sereno o en parte fresca…se suelen labrar con pellizcos como repulgos…se llamaron “carrassetum”, del verbo “carese”, que significa “pellizcar”.

El aguador de Sevilla, Velázquez. Museo Wellington

   Hay que precisar que, aunque el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española hable de la procedencia latina de la palabra búcaro, la etimología popular la derivó de “bucca” por similitud con los carrillos hinchados de una boca y que las piezas de alfarería que se suelen ver en los cuadros, bien búcaros de color rojo apagado, bien alcarrazas de color blanco, se llamaron en general barros porque no estaban tan cocidas como para denominarlas cerámicas y se disolvían en agua con facilidad. Es posible que el lector de hoy  desconozca algo que me gustaría destacar: la absorbencia de este barro llega a ser tanta que, si se pone en contacto la boca con una vasija fabricada con él, los labios se pegan inmediatamente. Esta peculiaridad, unida al color y al olor que suelta por la humedad, hizo volar la chispa del pueblo que pronto halló cauce para recrearse en una imagen polisensual por medio de la vista, el olfato, el gusto, el tacto y el oído, puesto que las piezas suelen contener líquidos. La copla popular dice:

Alcarraza en tu casa,
chiquilla, quisiera ser,
para besarte en la boca, (variante: los labios)
cuando fueras a beber.

Bodegón con reloj, Antonio de Pereda. Museo Pushkin
 
   Pues bien, a tenor de lo que expresa Covarrubias sobre el comer búcaros y con los testimonios que se poseen al respecto, se puede afirmar que las jóvenes del siglo XVII empezaron chupando, y luego comiendo, trozos de cacharros corrientes en las casas con el fin de aparecer con la tez blanca inmaculada. La expresión pálida junto con las uñas largas ha sido siempre signo de diferencia social pues distingue a los ricos, que no necesitan trabajar, de quienes lo tienen que hacer (valga como prueba el enano que sirve a la duquesita un búcaro). La moda de estas damiselas cloróticas tuvo consecuencias imprevistas porque, como la ingesta de arcilla producía opilación, esto es, obstruía los conductos biliares y suprimía el flujo menstrual, a los dolores abdominales se sumaba la posible anticoncepción y el efecto visionario en algunas místicas monjas, así que intervino la iglesia católica y los curas se dieron a poner penitencias tales como la abstención de comer barros.

Duquesa de Béjar con un enano. Sánchez Coello
 
   En el acervo de las letras españolas han quedado, entre otros, los siguientes testimonios sobre la costumbre descrita:

Quevedo en el soneto titulado “A Amarili que tenía unos pedazos de búcaro en la boca y estaba muy al cabo de comérselos”:

Amarili, en tu boca soberana
su tez el barro de carmín colora;
ya de coral mentido se mejora,
ya aprende de tus labios a ser grana.
Apenas el clavel, que a la mañana
guarda del rubí las lágrimas que llora,
se atreverá con él, cuando atesora
la sangre en sí de Venus y Diana.
Para engarzar tu púrpura rompida,
el sol quisiera repartir en lazos
tierra, por portuguesa, enternecida.
Tú de sus labios mereciste abrazos:
presume ya de aurora, el barro olvida;
pues se muere, mi bien, por tus pedazos.

   Lope de Vega en “El acero de Madrid”:

Niña de color quebrado,
o tienes amores,
o comes barro.

   Góngora en “Que pida un galán guindilla”:

Que la del color quebrado
culpe al barro colorado,
bien puede ser;
mas que no entendamos todos
que aquestos barros son lodos,
no puede ser.

   De otra parte, Madame D´Aulnoy a finales del XVII  ya anotó que “a las nobles españolas no hay cosa que más les guste que comer búcaro” y Natacha Seseña, que investigó sobre el tema a finales del XX, aseguró que incluso encontró documentación sobre una monja que confesaba, ni más a propósito, “haber caído en la tentación de comer búcaro porque se lo vio comer a la marquesa de La Laguna”, añadiendo que “nunca había visto más claro al Altísimo”.

Santas Justa y Rufina, Hernando de Esturmio. Sevilla
 
   En “Las meninas” María Agustina Sarmiento, absorta y ajena a lo que pasa a su alrededor, presenta un búcaro a la infanta Margarita, nacida en 1651 y primogénita de Felipe IV con su sobrina Mariana de Austria. A causa del desarrollo precoz de la infanta y por lo que se lleva dicho, se ha sostenido que el búcaro ofrecido pudo ser para masticar, lo que demostraría que era el remedio usado en la época para cortar las hemorragias menstruales, toda vez que obstruían las vías que sangraban, pero no deja de ser mera especulación.

Las meninas, 1656, detalle, Velázquez. El Prado
 
   Prosiguiendo con el tema, “incluso los aristócratas europeos se colgaron al cuerpo pedazos de esta loza como amuletos” dice Mª Luisa Sabau en “México en el mundo de las colecciones de arte” y fueron numerosos los pintores que llevaron a sus telas tan humildes vasijas, como Zurbarán y Giuseppe Recco:

Bodegón de cacharros, Francisco Zurbarán
 
   De izquierda a derecha: bernegal de plata dorada sobre salvilla, alcarraza trianera de las llamadas “cascarón de huevo” por la finura del barro con que se hacían, búcaro de barro rojo de Portugal o de Indias y otra alcarraza trianera llena de agua sobre plato de peltre.

Bodegón con sirviente, detalle, Giuseppe Recco. 
Colección de la Casa Ducal de Medinaceli
 
   En cuanto a otras pinturas en las que también estén presentes los  búcaros con alguna excusa artificiosa, se puede aducir el cuadro de la reina viuda Mariana de Austria que realizó el yerno de Velázquez, Martínez Del Mazo (en el papel que sostiene la reina se lee “Señora In. Bapt. Del Mazo, 1666). En la tela se reconoce a la viuda del “rey planeta” por sus rasgos habsbúrguicos, afeados por la ropa monjil, y en la famosa Sala Ochavada del fondo, bajo una de las esculturas de los Planetas, realizada por Jacques Jonghelick, se ve al príncipe heredero, Carlos II el Hechizado, de cuatro años con varias dueñas, enanos y una dama que le tiende un búcaro en clara referencia a “Las meninas”.

Mariana de Austria,  Martínez del Mazo, 1666. National Gallery
 
   Estas representaciones simultáneas y en profundidad, aunque ya sin relación con el tema tratado, fueron del gusto tanto del maestro, así su obra “Cristo en casa de Marta y María”, como del discípulo, así “Familia del pintor” que, como broche y evidencia de simbiosis pictórica entre ambos, además de ejemplo de metapintura, muestra al suegro de espaldas y vestido de negro en una estancia interior, trabajando en un último retrato de la infanta Margarita. En un primer plano aparecen los hijos del pintor conquense (se casó tres veces) y en el centro un lienzo con Felipe IV, a quien en febrero de 1659 y ante su mala situación económica le dirigió un memorial, solicitando un aposento en el Alcázar. Muerto Velázquez en agosto de 1660, el rey nombró pintor de cámara a Del Mazo en 1661.

Familia del pintor, Juan Bautista Martínez del Mazo.  
Kunsthistorisches Museum


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