BARBA AZUL
María Luisa Arnaiz Sánchez
Yevgenia Nayberg
El título del cuento de Perrault resulta inquietante y revelador, si bien titubeamos a la hora de interpretar el sentido de esta nueva lexía. Percibimos dicha unidad léxica, intuyendo algo latente, algo oscuro y magnético a un tiempo, algo vago que turba. He aquí la perspicaz e inteligente estratagema de que se valió Perrault pues, al elegir una peculiaridad ostensible del protagonista, una barba azul, lleva nuestra imaginación a otra parte corpórea invisible y hace que rastreemos algún arquetipo que nos dé siquiera una mínima pista sobre el significado de tan exótico atributo.
Laura Catalán
Los acontecimientos son así: un rico hombre, casado varias veces y rechazado otras tantas a causa del terrible y feo aspecto de su barba azul, se casó con una joven a la que entregó todas las llaves de su casa cuando tuvo que ponerse en camino, diciéndole que podía recorrer todas las estancias salvo un gabinete, cuya llave le señaló. Lógicamente, como se trata de un cuento, aceptamos de inmediato todas las convenciones del género y, así, proseguimos la lectura o escuchamos al narrador, aunque nos cosquilleé un temor, el cual no procede de las palabras que ha pronunciado Barba Azul, “si se te ocurre abrirlo, nada en el mundo podrá ponerte a salvo de mi cólera”, sino de la desazón en que nos tiene el color de su barba.
Blue Beard, John the Elder, Magyari, 1994
Las vecinas y amigas, conforme a la tradición misógina, llenas de curiosidad, visitaron a la mujer de Barba Azul en cuanto se alejó el marido y no solo elogiaron la suntuosidad de la mansión, sino que envidiaron la suerte de la dueña que, presentada como “la mujer”, ejerce de estereotipo con todos los prejuicios hacia las féminas. Durante el recorrido por las salas y desvanes la mujer no dejaba de pensar en la habitación que se le había prohibido y, de pronto, se escabulló por los corredores y llegó hasta la puerta vetada, ante la que se debatió entre hacer o no caso de la exigencia de su marido. Como esperábamos, abrió la puerta y se encontró pisando sangre coagulada, en donde se reflejaban los cadáveres de varias mujeres colgadas por los muros.
Carles Rabat
Sobrecogida y con el corazón casi paralizado, corrió a su cuarto y comenzó a frotar la llave que por el susto se le había caído y se había manchado de sangre. Pese a las veces que intentó eliminar las manchas, una y otra vez volvían a salir por uno u otro lado pues era una llave “encantada”. De nuevo volvemos a admitir lo imposible porque ya somos cómplices del relato y no nos extrañamos de nada. ¡Una llave enigmática que abre y cierra lo que está oculto, lo que es un secreto! O ¿es una clave que revela lo críptico? Manchas de sangre… ¿Qué simboliza la llave?
Barba Azul regresó esa misma noche pero… olvidó las llaves hasta el día siguiente. Entonces las pidió y preguntó por la que echó en falta. Ella se excusó hasta que tuvo que traerla. Él le dijo que era hora de ocupar un puesto junto a sus predecesoras y ella imploró perdón por haberle desobedecido. Él le concedió un cuarto de hora para encomendarse a Dios y ella llamó a una hermana para que mirara desde la torre la llegada de sus esperados hermanos. No dejó de preguntar por lo que veía, mientras Barba Azul la reclamaba y ella insistía en que aguardara un poco más.
Por fin, cuando supo que dos caballeros se aproximaban, rogó clemencia a su marido. Barba Azul levantó el machete para cortarle la cabeza, llamaron a la puerta, entraron los hermanos con las espadas desnudas, Barba Azul echó a correr y fue atravesado sin llegar a la escalera. La rica heredera casó magníficamente a su hermana, compró “honores de capitán” para sus hermanos y ella se casó con “un hombre muy bueno que le hizo olvidar los malos ratos que Barba Azul le había hecho pasar”. Termina el cuento con dos moralejas, de las que selecciono algunos versos:
A) La curiosidad, a pesar de sus atractivos,
suele costar muchas penas;
y es, mal que le pese al sexo, un placer bien efímero;
B) Se ve en seguida que esta historia
es un cuento del pasado;
ya no hay ningún marido tan terrible,
ni que pida lo imposible
por descontentadizo y celoso que sea.
¿Cuáles son las claves del cuento? Aunque el color azul adquiere protagonismo como categoría omnímoda con valor biunívoco, azul es azul sin matices, es la barba la que provoca desasosiego. Michel Tournier comenta que “la extraña conducta de Barbazul evoca en nuestro pensamiento, de una manera oscura, la de otro personaje mucho más antiguo y venerable, acaso también barbudo: el de Jehová cuando deja el Paraíso terrenal tras prohibir a Adán y Eva que coman del fruto de cierto árbol, el que permite conocer el Bien y el Mal”. No sé si me inquietaba por eso pero puedo asegurar que el sexo sí me preocupaba.
La barbe bleue, Kay Nielsen, 1913
Ahora bien, si la mujer se salva a pesar de la transgresión, ¿cuál es el auténtico conflicto?, ¿qué tiene que superar la protagonista? Hay que evitar la trampa del narrador, cuyas dos moralejas desvían la atención y se contradicen, y seguir a Tournier: “aquí interviene otra reminiscencia -menos unívoca que la del fruto prohibido-, que conjuga pecado original, desvirgamiento y una alusión a la pequeña mano ensangrentada de Lady Macbeth que “las esencias todas de Arabia no bastarían para lavarla”. Así pues, lo que el cuento oculta es la desfloración llevada a cabo por un violador compulsivo y asesino ritual.
Bluebeard, Catherine Breillat, 2009
Es cierto que la reiteración “Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?” tensa a cualquiera, si bien “no se trata sino de la versión infantil del grito de Cristo antes de morir en la cruz” afirma Tournier. Aunque se mezclen las creencias judeocristianas, como sostiene el francés en “El vuelo del vampiro”, yo asociaba a Barba Azul con un pavo haciendo la rueda porque fundía la papada, la cola y un peculiar sonido, en una imagen amenazadora. Cuando conocí el pavo real, pensé que pudo haber inspirado el título del cuento y lo asimilé desde entonces a la salacidad, lo contrario quizá del propósito de Perrault. Hicieron el resto: estar en la edad del pavo, ¿pelar la pava?, harén, ‘dindon’, ‘turkey’…
Lo que sí comparto con Tournier es que: “la naturaleza propia del cuento (es ser) translúcido pero no transparente”.
Blue-Beard, 1860
Bueno, es otra manera de ver las cosas... La realidad es que ese señor era un misógino con o sin barba azul...
ResponderEliminarPero me encanta el trabajo que nos traes, como siempre...
De acuerdo.
ResponderEliminarGracias, Beatriz.
Es impresionante cómo relacionas tantas cosas... *thumbs up*
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