RODOLFO VALENTINO
Antonio Campillo Ruiz
Jacques Sultana
En la vida del GRAN SEDUCTOR, del GRAN AMANTE, se entremezclaban su enfermiza sublimación del amor, sus maneras suaves y nobles, su pasividad sexual, sus fracasos matrimoniales, el ser tildado de “maricón” y “chulo” (también su obsesión por querer demostrar lo contrario aun poniéndose en ridículo), su incesante necesidad de guías espirituales, etc. Es evidente que la industria del cine había modelado un ídolo que colmaba todas las ensoñaciones de las mujeres, eufóricas en tanto que espectadoras e insatisfechas como compañeras amorosas, pero la realidad desmentía a cada paso el “made in Hoollywood” pues ninguna de las jóvenes que lo amó habló de su ardor sexual (tal como se veía en pantalla), antes bien son muchos los testimonios que lo presentan como un afable y galante compañero que sobre todo buscaba en la mujer bien a la amiga, bien a la madre. Sin embargo, la atracción que ejerció sobre las mujeres ocasionó los celos de los hombres, acostumbrados a la conquista por la violencia y al sometimiento del sexo débil.
Pierre Hubert Subleyras
En la batalla sexual que se estableció durante la época del jazz en la sociedad americana el varón demostraba su virilidad y su encanto conforme a la fiereza de sus hazañas y a la dureza en los negocios, aun cuando tuviera que manejar el revólver. El hombre no tenía que seducir sino tomar a la fuerza, mostrando determinación, valentía y poderío. En cambio la mujer, que en no pocas ocasiones tenía que mantener el hogar con su propio esfuerzo, estaba tan acostumbrada al machismo y tan necesitada de reconocimiento social, que junto a la satisfacción de su propio yo y de su independencia en todos los sentidos, quería sentirse amada con sensibilidad y ternura. Eso fue lo que le proporcionó Valentino que, en palabras de Román Gubern “supuso el tránsito del mito infantil al mito púber, depositario de la tradición de Don Juan y de Casanova, que ha impuesto a las mujeres anglosajonas la difundida creencia de una hipertrofiada potencia sexual de las razas socialmente inferiores (como es la latina para los anglosajones). En este sentido, el mito del amante latino alberga cierta connotación masoquista con la voluntaria sumisión y servidumbre sexual a un ser inferior”.
Picasso
Los hombres consideraron que la intromisión de este macho en el corazón de sus mujeres era un ataque personal a su virilidad y así lo expresó sutilmente un periodista anónimo en el “Chicago Tribune”: “Ha llegado la hora del matriarcado si el macho de la especie permite…Será mejor estar regidos por mujeres masculinas que por hombres afeminados. El hombre ya empezó a patinar, creemos ahora, cuando abandonó la navaja por la maquinilla de afeitar…¿En qué se ha convertido el antiguo hombre de las cavernas? Y Rudy, el guapo jardinero, ¿es el prototipo del macho americano?” También el Registro del Congreso de 29 de junio de 1922 recogió las alusiones del senador Henri L. Meyers al “Divino” para justificar la existencia de la censura cinematográfica y el propio Valentino dijo a Sid George Ullman, su amigo y representante: “Yo no soy el que ellas quieren, el eterno amante. Yo sirvo a las mujeres de modelo para bordar sus propios sueños”.
Jacques Louis David
Valentino era el amante ideal que por unos instantes vengaba a las mujeres comunes de la mediocridad: lo sentían cerca y distante, era la sublimación amorosa de una sociedad altamente sexualizada que a través del cine lograba escapar de sus propias limitaciones y represiones. Desde la oscuridad de una sala de cine las mujeres podían transgredir oníricamente las convenciones morales de la sociedad y soñar con una pareja llena de dulzura, ya que el gaucho, el torero, el jeque, imponían una nueva forma de amar, una forma que incluía la adoración. Valentino propició con sus papeles hipersexuados la fantasía pero a su vez cooperó en falsear la realidad de la que también era víctima. “Playboy” recogió estas palabras de Marcello Mastroiani: “El éxito de un tipo como Valentino o el de Marilyn es inevitablemente dramático, trágico, grotesco, porque la vida privada de tales seres casi siempre es muy pobre. Hay que figurarse el enorme esfuerzo que tuvo que realizar Rodolfo Valentino para convencerse a sí mismo de que era realmente como su mito, o, aún peor, que no era realmente como su mito. Estoy seguro de que personalmente gozó muy poco del amor”.
Hippolyte Flandrin
La vida amorosa del italoamericano fue desdichada pues ninguna de las relaciones que mantuvo cumplió sus expectativas y sus dos matrimonios fueron un fracaso. Jean Acker lo abandonó la misma noche de bodas y dejó en el ambiente una inmensa duda acerca de su virilidad, la cual ha mantenido la leyenda de homosexualidad que pesó sobre él hasta su muerte. Natacha Rambova fue también una frustración para el actor, especialmente porque la rica heredera de tendencias lésbicas y pareja por mucho tiempo de la actriz Alla Nazimova, lo utilizó como catapulta para promocionarse en el cine. Valentino parecía disfrutar simplemente con el juego de la conquista (adviértase el paralelismo con el personaje de don Juan Tenorio y sus marcadas implicaciones homosexuales) y luego se limitaba a sobrellevar un amor platónico y desaparecer. Sin embargo quería demostrar a toda costa su virilidad y empezó a mantener dudosos flirts, a beber demasiado, a no perderse ninguna fiesta, “sabrán que soy un hombre dispuesto a todo” decía a sus amigos. Mucho tiempo después de su muerte Nita Naldi recordó la compasión que le había producido durante el rodaje de “A sainted devil”: “se comportaba tontamente, como un estudiantillo queriendo demostrar su hombría delante de todas las chicas. Nunca lo había visto tan ridículo. Y sabía que la prensa había empezado a meterse con él y que se rumoreaba que era afeminado”.
Patricia Watwood
Para terminar, es obligado decir que precisamente la ambigüedad sexual que mostró el primer “latin lover” del cine pudo ser la señal clave del magnetismo que ejerció sobre sus seguidoras. Como ninguno de los otros actores de entonces estaba caracterizado sexualmente, Rodolfo Valentino se configuró en un amante exótico y misterioso, al que su temprana muerte aureoló más y contribuyó a robustecer su leyenda. A pesar de que fue un hombre atormentado en lo sexual y desorientado en la sociedad a la que se trasladó, se hizo de él un mito erótico con el correspondiente misterio en torno a su vida íntima, de modo que su nombre ha traspasado la barrera del tiempo llegando a ser sinónimo de “castigador”. En Castellanetta, su pueblo natal, cada 6 de mayo todos los hombres se engominan el pelo, se visten con un traje a rayas semejante a los de los años veinte y se exhiben en homenaje al hijo más ilustre de la localidad, al seductor cinematográfico que, al aparecer en la pantalla “con sus grandes y escondidos ojos…sus labios sensuales…así como las palpitantes aletas de su nariz” según Adolph Zukor, transfería a las que suspiraban en la butaca el hechizo de vivir un romance.
Jacob Collins
Un análisis interesantísimo. Es terrible para las personas que alcanzan tal nivel de popularidad, el tener que estar luchando siempre para tratar de saber en realidad quienes son, para alejarse o acercarse a la imagen que los demás tienen de ellos. Un drama, desde luego. Saludos cordiales.
ResponderEliminarHola Maria Luisa, hablo de el Oratorio dei Gonfalonieri (muy famoso pero que poca gente sabe cómo entrar), la loggia Mattei en el Palatino, la Capilla de San Silvestro en Santi Quattro Coronati... Por si te interesa algo de esto, te dejo mi e-mail. Escríbeme y me dices qué conoces y así te podré decir otros lugares. ibarchico(arroba)hotmail.com
ResponderEliminarUn abrazo.
Esperando contar con vuestro permiso, me he permitido recomendar este blog en mi perfil de Facebook. Que paseis un buen verano y que, a la vuelta, sigais deleitandonos con entradas tan interesantes como esta.
ResponderEliminarUn abrazo
ISABE ROMANA
ResponderEliminarComo bien sabes, Isabel, conocerse a sí mismo es tan difícil, tan difícil, que resulta imposible. ¿Qué circunstancias son necesarias en mi entorno para actuar de esta o aquella forma? Plantéense y ya veremos.
Preferir el juego amoroso a la consumación carnal es grato y no compromete a nada. Jugar con ambigüedades que potencian el ego es igualmente grato. Se trata del famoso “dejarse querer”.
Creo, como muy bien dices, que es un pequeño/gran drama jugar con uno mismo y con los admiradores que te elevan a la categoría de ídolo.
Un abrazo
MARIANO
ResponderEliminarGracias Mariano, sabes que tienes todos nuestros permisos porque también sabemos que aquello que propongas será pertinente.
Creo entrever que empiezas unas merecidas vacaciones. Te felicito por desengancharte del mundo y dejar que siga girando. Espero hacer lo mismo.
Como siempre me da un poco de morriña, este verano seguiré monotemático con “TERRAZA DE VERANO” en homenaje a aquellos cines en los que nos comíamos el bocata… y cuantos más cucuruchos de pipas, mejor.
Un abrazo muy fuertote, Mariano.
Bonitas pinturas, me quedo viendo tu blog que acabo de descubrir.
ResponderEliminarUn saludo.