FINAL PARA UN CUENTO FANTÁSTICO
Antonio Campillo Ruiz
Dino Valls
Final para un cuento fantástico
- ¡Qué extraño! -dijo la muchacha avanzando cautelosamente. ¡Qué puerta más pesada! La tocó, al hablar, y se cerró de pronto con un golpe.
- ¡Dios mío! -dijo el hombre. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Nos han encerrado a los dos!
- A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.
I. A. Ireland
Magnífico microrrelato...ese género se me resiste, siempre que lo intento el resultado es un chiste jajaja, rima y todo.
ResponderEliminarUn abrazo
Buen micro de fantasmas. Los encierros deben producir alucinaciones, seguro.
ResponderEliminarUn abrazo, Antonio.
Dificil es ser invisible o traspasar las puertas, aunque muchas veces, así quisiéramos estar, invisibles ante los demás, en cambio, otras veces pasamos tan desapercibidos.
ResponderEliminarUn beso.
Genial. Llegar a la verdad a través del absurdo es una buena forma de obligarte a la meditación.
ResponderEliminarRosa, creo que exageras. ¿Cómo se te va a resistir a ti un microrrelato? Además, si el resultado es un chiste es el mejor microrrelato posible: hace reír, lo más saludable de la comunicación humana.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, los fantasmas sin boca que solo producen el murmullo de ¡Uuuuh!, nos entorpecen con frecuencia.
ResponderEliminarLas alucinaciones son tan personales que a veces un encierro puede producir los mismos efectos que el inmenso mar.
Un fuerte abrazo, Isabel.
ooh...!!! Es maravilloso esté cuadro, fantasticas palabras.
ResponderEliminarCuando pensamos que somos invisibles tenemos la sensación de ser observados. Una alucinación.
ResponderEliminarCuando queremos ser foco de atención nadie nos observa. Nos transformamos en fantasmas invisibles.
Un fuerte abrazo, María.
Enrique, alguna vez, cuando descubrimos la verdad es posible que nos encontremos tan solos que nos sintamos encerrados sin salida posible.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Me congratula tu atracción hacia el cuadro, Eva. El texto puede pertenecer a un posible final tan infeliz como la frescura de la pintura: se desvanece si se toca.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Eva.