EL MUNDO POR DE DENTRO
María Luisa Arnaiz Sánchez
La duquesa de Alba vestida de negro, Goya, 1797
Venía una mujer hermosa, trayéndose de paso los ojos que la miraban y dejando los corazones llenos de deseos. Iba ella con artificioso descuido escondiendo el rostro a los que ya le habían visto y descubriéndole a los que estaban divertidos…Los cabellos, martirizados, hacían sortijas a las sienes. El rostro era nieve y grana y rosas que se conservaban en amistad esparcidas por labios, cuello y mejillas; los dientes trasparentes; y las manos, que de rato en rato nevaban el manto, abrasaban los corazones. El talle y paso ocasionando pensamientos lascivos; tan rica y galana como cargada de joyas recibidas y no compradas. Vila, y arrebatado de la naturaleza, quise seguirla entre los demás, y a no tropezar en las canas del viejo lo hiciera …
-¿Qué más le queda a la edad que decir y al apetito que desear?, dijo el viejo…¿Viste esa visión que acostándose fea se hizo esta mañana hermosa…? Pues sábete que las mujeres lo primero que se visten en despertándose es una cara, una garganta y unas manos, y luego las sayas. Todo cuanto ves en ella es tienda y no natural. ¿Ves el cabello? Pues comprado es y no criado. Las cejas tienen más de ahumadas que de negras…Los dientes que ves, y la boca, era de puro negra un tintero y a puros polvos se ha hecho salvadera. La cera de los oídos se ha pasado a los labios y cada uno es una candelilla. ¿Las manos, pues? Lo que parece blanco es untado. ¡Qué cosa es ver una mujer que ha de salir otro día a que la vean, echarse la noche antes en adobo y verlas acostar las caras hechas cofines de pasas, y a la mañana irse pintando sobre lo vivo como quieren!...Si se lavasen las caras no las conocerías. Y cree que en el mundo no hay cosa tan trabajada como el pellejo de una mujer hermosa…
“El mundo por de dentro”, Quevedo
La infanta Mª Josefa, Goya, 1800
En esta sátira el narrador, Quevedo, y un viejo, el Desengaño, caminan por la calle mayor del mundo, la de la Hipocresía , y, al ver a una mujer, el escritor vierte su crítica bajo la antítesis apariencia contra realidad. Confróntense los retratos de Goya: la duquesa tiene treinta y cinco años, la reina, treinta y nueve, y la infanta, cincuenta y seis; las tres lucen un lunar postizo cerca de un ojo, que significa “apasionada”.
La duquesa de Alba vestida de negro (detalle), Goya
Y eso que Quevedo no conoció las prótesis mamarias ni los labios de botox.
ResponderEliminarDe todas formas, hasta no naturales, nos gustáis.
Saludos
¡Buenísimo tu comentario, elpresley, cómo me he reído! Hasta otro momento. Saludos.
ResponderEliminarMe quedo con Quevedo. Gracias ML, me has hecho recordar muchas cosas
ResponderEliminarNo parece que hayan cambiado mucho las cosas... En todo caso, el lunar de sitio. Ahora se llevan en otra parte. Deliciosa entrada.
ResponderEliminarAunque el moralista Quevedo pretendía que la sociedad cambiara, ya ves, Enrique, que todo se adapta a los tiempos. Un abrazo.
ResponderEliminarQué razón tienes, Isabel. ¡Cuántos tipejos habría que desnmascarar! Un beso.
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