BEATRICE BUGATTI
María Luisa Arnaiz Sánchez
Pétalo de rosa (Bice), Segantini, 1889-91
“Llevo a Dios en mi interior. No necesito ir a la iglesia” escribió Giovanni Segantini, nacido en 1858 en Arco, perteneciente en aquel momento al Imperio austro-húngaro. Huérfano de madre a los cuatro años, su padre lo dejó al cuidado de una hermanastra. A los doce años fue llevado al reformatorio Marchiondi por vagabundo y asistió a clases de dibujo a la vez que trabajaba en la fabricación de calzado. Después de tres años, se fue con otro hermanastro que le enseñó fotografía y ya en Milán se inscribió en la Academia de Bellas Artes de Brera. Tras pintar “El coro de San Antonio”, padeció uno de sus trastornos melancólicos (Karl Abraham publicó en 1911 un estudio sobre él a causa de sus depresiones) y se estableció cerca del lago Como. Fue galardonado con la Medalla de Oro en 1883 en Ámsterdam y en 1886 en París, medallas que empeñó para sobrevivir toda vez que se había unido a Beatrice Bugatti, Bice, que le dio cuatro hijos. Asimismo tuvo que firmar un contrato con el marchante Vittore Grubicy para cederle su obra a cambio de mantenimiento, sin embargo su amor por Bice no decayó y a los diez años de vivir juntos le escribía: “Recibe estas violetas, como símbolo de mi gran amor. Las he recogido pensando en ti. Cuando llegue una primavera en la que yo no envíe violetas, ya no me encontrarás entre los vivos”. Bice aparece en el cuadro precedente, titulado “Pétalo de rosa” en alusión a sus sonrosadas mejillas, enferma y nimbada por un brillo dorado procedente de pan de oro rascado. Giovanni quiso presentar una obra simbólica, no un retrato, de ahí que se perciba el triunfo de la vida sobre la muerte. Él apenas alcanzó los cuarenta y un años. Veamos algunas de sus obras:
Ave María en el lago, Segantini, 1886
Bündnerin am Brunnen, Segantini, 1887
The Fountain of Youth, Segantini, 1896
Las malas madres (detalle), Segantini, 1896-7
La vanitá, Segantini, 1897
Me ha gustado mucho la historia, sobre todo que cuando un un año ya no lleguen las violetas, será el final.
ResponderEliminarMe ha encantado. Los símbolos del amor, ay, esos olvidados desconocidos.
ResponderEliminarImpresionante la mirada de Bice en "Pétalo de rosa" de Sagantini: el azul de esos ojos se clava hasta el infinito.
ResponderEliminarImpresionante, también, ese Dios interior que se abriga sin necesidad de los ropajes inútiles de la Iglesia.
Un abrazo.
A mí también me llamó la atención esa complicidad con las flores, Mariano. Besos.
ResponderEliminarEsos pequeños detalles que Segantini no olvidó emocionan por lo que implican. Un fuerte abrazo, Enrique.
ResponderEliminarAllá cada cual con sus creencias, Marisa, porque lo auténticamente conmovedor es lo que Giovanni sentía por Bice. Saludos.
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