Gallus aureorum ouorum
María Luisa Arnaiz Sánchez
Le coq, Joan Miró
GALLUS AUREORUM OUORUM
En uno de lo inmensos gallineros que rodeaban a la antigua Roma vivía una vez un Gallo en extremo fuerte y noblemente dotado para el ejercicio amoroso, al que las Gallinas que lo iban conociendo se aficionaban tanto que después no hacían otra cosa que mantenerlo ocupado de día y de noche.
El propio Tácito, quizá con doble intención, lo compara al Ave Fénix por su capacidad para reponerse, y añade que este Gallo llegó a ser sumamente famoso y objeto de curiosidad entre sus conciudadanos, es decir, los otros Gallos, quienes procedentes de todos los rumbos de la República acudían a verlo en acción, ya fuera por el interés del espectáculo mismo como por el afán de apropiarse de algunas de sus técnicas.
Pero como todo tiene un límite, se sabe que a fin de cuentas el nunca interrumpido ejercicio de su habilidad lo llevó a la tumba, cosa que le debe de haber causado no escasa amargura, pues el poeta Estacio, por su parte, refiere que poco antes de morir reunió alrededor de su lecho a no menos de dos mil Gallinas de las más exigentes, a las que dirigió sus últimas palabras, que fueron tales: “Contemplad vuestra obra. Habéis matado al Gallo de los Huevos de Oro”, dando así pie a una serie de tergiversaciones y calumnias, principalmente la que atribuye esta facultad al rey Midas, según unos, o, según otros, a una Gallina inventada más bien por la leyenda.
Augusto Monterroso
Pues matar al gallo de los huevos de oro le supondrìa muchos años de mala recolecciòn.
ResponderEliminarun fuerte saludo
fus
Con todo, fus, hay que ver el lado irónico de Monterroso, ¿no te parece? Un cordial saludo.
ResponderEliminarJajjaja. Me encanta Augusto Monterroso, un absoluto irreverente.
ResponderEliminarBesos, Mª Luisa.
Yo creo, Isabel, que, si Monterroso no quiso hacer una fábula de este relato, sus lectores sí podemos verla. Hay tantos gallos que presumen de huevos de oro y tantos y tantas gallinas dispuestos a creerlos… Besos.
ResponderEliminar