EN UNA ESTACIÓN DE METRO
Antonio Campillo Ruiz
Metro de París, Eduardo Vicente
Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el Metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos
y la perdieron para siempre entre la multitud,
porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por las estaciones
y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles.
Y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación de Metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre.
Oscar Hahn
PUBLICACIÓN PROGRAMADA.
Genial amigo. Sencillo, concreto y temible.
ResponderEliminarAsí es, Enrique. Siempre he pensado que el amor, ese que puede surgir sin saber cómo ni dónde, tiene las peculiaridades que se describen en esta sencilla estación de metro.
ResponderEliminarEs tan etéreo como sutil. Una fugaz nube que recorre los interminables caminos subterráneos sin luz.
Un fuerte abrazo, Emrique.