María Luisa Arnaiz Sánchez
Pareja universal XXI,
Anna Rank
l
Él, que pasaremos a
llamar el sujeto, y quien estas líneas escribe (perteneciente al sexo femenino)
que como es natural llamaremos el objeto, se encontraron una noche cualquiera y
así empezó la cosa. Por un lado porque la noche es ideal para comienzos y por
otro porque la cosa siempre flota en el aire y basta que dos miradas se crucen
para que el puente sea tendido y los abismos franqueados.
Había un mundo de
gente pero ella descubrió esos ojos azules que quizá -con un poco de
suerte- se detenían ella. Ojos
radiantes, ojos como alfileres que la clavaron contra la pared y la hicieron
objeto, objeto de palabras abusivas, objeto del comentario crítico de los otros
que notaron la velocidad con la que aceptó al desconocido. Fue ella un objeto
que no objetó para nada, hay que reconocerlo, hasta el punto que pocas horas más
tarde estaba en la horizontal permitiendo que la metáfora se hiciera carne en
ella. Carne dentro de su carne, lo de siempre.
La cosa empezó a
funcionar con el movimiento de vaivén del sujeto que era de lo más proclive. El objeto asumió de inmeldiato -casi
instantáneamente- la inobjetable actitud mal llamada pasiva que resulta ser de
lo más activa, recibiente. Deslizamiento de sujeto y objeto en el mismo
sentido, confundidos si se nos permite la paradoja.
Luisa Valenzuela
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