EPISODIO DEL ENEMIGO
Antonio Campillo Ruiz
Jorge Luis Borges
Tantos años huyendo
y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir
penosamente por el áspero camino del cerro. Se ayudaba con un bastón, con un
torpe bastón que en viejas manos no podía ser un arma sino un báculo. Me costó
percibir lo que esperaba: el débil golpe contra la puerta. Miré, no sin
nostalgia, mis manuscritos, el borrador a medio concluir y el tratado de
Artemidoro sobre los sueños, libro un tanto anómalo ahí, ya que no sé griego.
Otro día perdido, pensé. Tuve que forcejear con la llave. Temí que el hombre se
desplomara, pero dio unos pasos inciertos, soltó el bastón que no volví a ver,
y cayó en mi cama, rendido. Mi ansiedad lo había imaginado muchas veces, pero
sólo entonces noté que se parecía, de un modo casi fraternal, al último retrato
de Lincoln. Serían las cuatro de la tarde.
Me incliné sobre él para que me oyera.
– Uno cree que los años pasan para uno –le dije– pero pasan
también para los demás. Aquí nos encontramos al fin y lo que antes ocurrió no tiene
sentido.
Mientras yo hablaba, se había desabrochado el sobretodo. La
mano derecha estaba en el bolsillo del saco. Algo me señalaba y yo sentí que
era un revólver.
Me dijo entonces con voz firme:
– Para entrar a su casa, he recurrido a la compasión.
Lo tengo ahora ami merced y no soy misericordioso.
Ensayé unas palabras. No soy un hombre fuerte y sólo las
palabras podían salvarme. Atiné a decir:
– Es verdad que hace tiempo maltraté a un niño, pero usted
ya no es aquel niño ni yo aquel insensato. Además, la venganza no es menos
vanidosa y ridícula que el perdón.
– Precisamente porque ya no soy aquel niño –me replicó–
tengo que matarlo. No se trata de una venganza sino de un acto de justicia. Sus
argumentos, Borges, son meras estratagemas de su terror para que no lo mate.
Usted ya no puede hacer nada.
– Puedo hacer una cosa –le contesté.
– ¿Cuál? –me preguntó.
– Despertarme.
Y así lo hice.
Jorge Luis Borges, "Episodio del enemigo"
Casi siempre la solucion es despertar. Un abrazo.
ResponderEliminarComo todo lo de Borges: Genial, amigo Antonio. Ya sabes, tendré que seguirte "copiando"
ResponderEliminarEl peor de los sueños es aquel de soñar con la conciencia de uno mismo y, si esta no descansa tranquila en un "locus amoenus", de nada servirá el despertar, seguiremos sumidos en ese sueño que con el tiempo se disfraza de pesadilla y martillea con fuerza las huellas del pasado.
ResponderEliminarNo soy muy seguidora de Borges, no puedo ocultarlo, pero este fragmento me ha parecido muy sustancioso, como todo lo que nos ofreces, querido Antonio.
Un fuerte abrazo.
Así es, Mariano. Además, Borges, "dormía" demasiado y tenía sueños extraños.
ResponderEliminarSu genial solución fue comprobar que en el despertar estaba la solución final del sueño.
Digamos..., poner los pies en el suelo.
Un fuerte abrazo, Mariano.
Enrique..., dijimos "compartir"...
ResponderEliminarMe encanta siempre compartir contigo ideas y palabras propias o ajenas.
Cuando no las compartas te lo recordaré.
Borges es para compartir siempre.
Un fuerte abrazo, Enrique.
Desde luego, Marisa, tu análisis sobre los sueños y posibles consecuencias de su asimilación como realidad, estado se ánimo y lo pretérito, es excelente.
ResponderEliminarAñadiría solamente que, también su asimilación como realidades futuras poseen en los soñadores una influencia probablemente malsana.
¡Bravo! ¡Bravo, por ser sincera! Es infrecuente que alguien escriba que un escritor, Nobel o novel, no termina de ser leído con agrado.
Es muy frecuente que, a veces sin haber leído ni una palabra, escritores famosos sean alabados por inercia. En ti, Marisa, se aprecia que has leído y has diseccionado estilo y contenido en función de tus preferencias. Tienes tu opinión y eres consecuente con ella. Perfecto.
De entre la obra de Borges, guiones sobre textos suyos, películas sobre cuentos, y críticas alabando o denostando su obra, etc., tengo que decir que muy pocos de sus textos no me han agradado.
Haciendo la labor de Anubis, su fantasía, su precisión y su genialidad, hacen que se incline muchísimo el platillo de la balanza hacia donde se encuentra este señor, un poco adusto, y que siempre pareció haber nacido mayor: Jorge Luis Borges.
Un fuerte abrazo, querida Marisa.