ESCLAVOS DE LOS
SENTIMIENTOS
Antonio Campillo Ruiz
Dos bofetadas cruzadas.
Un sola torre Eiffel. Un único camino tortuoso en dos relatos diferentes. Todo
es posible cuando “Cine de verano III” tiene el gran honor de presentar dos adaptaciones
cinematográficas del mismo texto literario: “Of human bondage” de W. Somerset Maugham.
Sí, este título es
el que debía haberse traducido literalmente cuando en español tuvieron la mala
fortuna de llamarla “Cautivo del deseo” y en francés “L’Ange pervers” , es decir, “De la esclavitud humana”, título original que define categóricamente en unos personajes llenos de vida este
torrente de pasiones, de sentimientos encontrados, originados con toda probabilidad por su condición social y por su entorno.
Hoy el estreno es
doble: “Cautivo del
deseo” de John
Cromwell, 1934, y “Of human bondage” de Ken
Hughes y Henry
Hathaway, 1964. Podría ser un triple estreno con “Of human bondage” de Edmund
Goulding, 1946, pues la adaptación de la novela
escrita en 1915 por W. Somerset Maugham
ha tenido estas tres versiones cinematográficas. Creo que con las dos que
proyectamos es suficiente para realizar la experiencia de poder disfrutar de
dos formas de trasladar a otro lenguaje un texto y de poder apreciar a unos
personajes protagonistas interpretados por cuatro actores de importancia
singular e imperecedera en la Historia del Cine:
“Cautivos del
deseo”,
1934
de John Cromwell
|
Bette Davis
Leslie Howard
|
“Of human bondage”,
1964
de
Ken Huges y Henry Hathaway
|
Kim Novak
Laurence Harvey
|
La adaptación
que Lester Cohen realizó del filme de
John
Cromwell en 1934 posee los tics de la época en la que se rodó, y
curiosamente una representación de la mujer dominante, manipuladora y malvada. Esta
difícil interpretación es realizada con acierto por una jovencísima Davis de una
sorprendente y fulgurante belleza, en la que ya se manifiestan las
características que la encasillaron y llevaron a la gloria por su especial adaptación de personajes cuyas vidas malogradas, insidiosas o
mezquinas, eran muy difíciles de representar en la pantalla grande. Por otra
parte, Howard interpreta magistralmente a un Philip Carey apocado, sereno,
acomplejado, comprensivo y exento de maldad. Un personaje masculino leal y fiel
al amor que siente por Mildred a pesar
de su comportamiento. El conjunto es un acertado melodrama. Típico producto en el
que las escenas que pudiesen suscitar sospecha de indecorosas son eludidas con
una pobre simpleza por medio de elipsis temporales. La adaptación ñoña choca
con una historia que se vislumbra excelente a través de las interpretaciones de
los protagonistas. Por último, es obligado reiterar mi disgusto por la
traducción del título que se hizo en español: ni existe deseo, ni desenfreno,
ni nada que se le parezca. Philip es un caballero, un perfecto caballero que no
está poseído por ningún mal deseo.
Bien diferente es
la adaptación extraordinaria que realizó Bryan Forbes, que también
aparece como codirector en algunos textos. La agilidad narrativa pertenece a
una etapa, los años sesenta del siglo pasado, en la que el cine, sin
especificar nacionalidad, poseía un lenguaje tan fluido como importante. En
esta adaptación Kim Novak, que tenía un año cuando se estrenó la primera
versión, y Laurence Harvey son intérpretes impecables. No hay ñoñería. Philip sigue siendo un
caballero, como lo interpretó Howard, pero ahora se introduce una pequeña aclaración al inicio de la película sobre su retraimiento y la
dirección deja que actúe con la inexpresiva cara de quien está atormentado.
Novak realiza un trabajo tan espléndido como su compañero de reparto pero, al
contrario de Davis, es una chica normal, dulce, casi pobre de espíritu y un
poco soñadora. Esto le ocasionará el drama que la vida le prepara y que el
espectador entiende perfectamente debido a una realización en la que no existen
elipsis imprecisas, los puntos de vista de la cámara siempre realzan la escena
que representan, la agilidad narrativa es absorbente y la fotografía en negro
una delicia.
Es de obligada
audición la banda sonora musical. Sorprende tanto que, cuando oímos el nombre de
su autor, Ron
Goodwin, nuestra imaginación nos lleva a una
encantadora Kim Novak y al drama que vive con Laurence Harvey. Recomiendo que,
tras los minutos iniciales del filme, escuchen la banda sonora que acompaña a
unos títulos de crédito que, superpuestos sobre bellas, dramáticas y
descarnadas esculturas de Rodin, presagian lo sugerido por el autor
literario de la historia: la esclavitud humana.
Banda sonora original.
Genial amigo Antonio. Por cierto, ayer encontré el cine de verano de Playa San Juan, si, por tu culpa. Gracias
ResponderEliminarMe alegro mucho que te guste el cine que posee el lenguaje cinematográfico original, Enrique.
ResponderEliminar¡Pues no dejes de pasar alguna noche con un buen bocata, tu bebida y una buena película! ¡Ah!, no se te olvide llevar una rebeca. Refresca pasada la medianoche.
Un abrazo, querido amigo.