LA TRIBU MÁS AMENAZADA
DE LA TIERRA
Los awás tienen un conocimiento muy profundo de la selva. Cada valle, arroyo y sendero, está inscrito en su mapa mental. Saben dónde encontrar la mejor miel, cuáles de los grandes árboles de la selva darán pronto frutos y cuándo los animales estarán listos para la caza. Para ellos la selva es la perfección: no pueden imaginar que se pueda desarrollar o mejorar más.
Imagen basada en datos por satélite de 2010 y 1985. La línea blanca es el Territorio Indígena Awá; otros awás, entre ellos algunos indígenas aislados, viven fuera de la reserva. Todos ellos están amenazados por los invasores.
Antonio Campillo Ruiz
“En la
ciudad nos sentimos tan inseguros como los forasteros en la selva” cuenta un hombre awá llamado
Espada. Sin embargo, la densa selva amazónica que antaño cubría enormes
extensiones del noreste de Brasil prácticamente ha desaparecido, y no para ser
reemplazada por ciudades, sino por un páramo aparentemente infinito de
haciendas ganaderas. El último reducto de esta otrora fantástica selva, una de
las más antiguas del mundo, se encuentra allá donde los pueblos tribales han
resistido frente a los avances de los ganaderos y madereros. Esta es la
historia de un pueblo indígena, los cazadores-recolectores awás, y su
extraordinaria historia de amor con su selva. Una historia de resistencia y
destrucción, de esperanza y, tal vez, de supervivencia.
La mayoría de los awás siempre tiene la caza en mente.
“Cuando
mis hijos tienen hambre, tan solo tengo que internarme en la selva y les
encuentro comida” explica Pecarí Awá. Las mujeres animan a sus maridos a que regresen con
abundante carne de caza y los hombres les hacen caso. Aquellos awás que aún
viven en la selva cazan con arcos de dos metros de longitud. Las
flechas, silenciosas, vuelan alto hacia las copas de los árboles, lo que les
permite disparar varias veces antes de que los animales se percaten de la
presencia de los cazadores.
Algunos awás sedentarizados han confiscado rifles a los
furtivos y se han convertido en habilidosos tiradores. Pero todos los cazadores
siguen contando con un arco cuidadosamente fabricado y un juego de flechas para
cuando se acaba la munición.
Comida prohibida
La selva les
proporciona su botín, pero no se lo llevan todo. Algunos animales, como la
capibara y el águila harpía, son tabú y ningún awá se los comería. Dicen que, si
te comes un murciélago, te da dolor de cabeza. ¿El gran zorro de cuatro ojos?
Huele mal. ¿Los colibríes? Demasiado pequeños. Otros animales solo pueden ser
cazados en determinados momentos del año. Así, los awás garantizan la
supervivencia de toda la selva y la suya propia.
Los awás tienen un conocimiento muy profundo de la selva. Cada valle, arroyo y sendero, está inscrito en su mapa mental. Saben dónde encontrar la mejor miel, cuáles de los grandes árboles de la selva darán pronto frutos y cuándo los animales estarán listos para la caza. Para ellos la selva es la perfección: no pueden imaginar que se pueda desarrollar o mejorar más.
Como
cazadores-recolectores nómadas, los awás están siempre en movimiento. Pero no
vagan sin objeto ya que es precisamente esta forma de vida la que alimenta ese
vínculo fundamental con sus tierras. No pueden concebir el marcharse a otro
lugar, el abandonar el hogar de sus antepasados.
“Los
forasteros están llegando, y es como si estuvieran devorando nuestra selva” dice Takia Awá. Para nosotros quedarse
quieto es quedarse atrás. La frontera siempre se está moviendo, empujada por
las inquietas sociedades occidentalizadas que deben seguir avanzando hacia
nuevos territorios simplemente para mantener su modo de vida. Tal vez sea este
otro tipo de nomadismo.
Auge y decadencia
El espectacular
filón de recursos subterráneos de Brasil ha ayudado a impulsar su milagro
económico. Tan solo bajo la mina de Carajás, 600 km al oeste del territorio
awá, hay siete mil millones de toneladas de mineral de hierro. Es la mina de
hierro más grande del planeta. Trenes de más de dos Km. de longitud, de los más largos del mundo, recorren día y noche el trayecto entre la mina y el
océano Atlántico, circulando a tan solo algunos metros de distancia de
la selva en la que aún viven los awás no contactados.
Cuando en los años
80 se construyeron los 900 km de esta vía ferroviaria, las autoridades
decidieron contactar y sedentarizar a muchos awás a través de cuyas tierras
pasaba el tren. Pronto tuvo lugar el desastre en forma de malaria y gripe: de
las 91 personas que conformaban una comunidad, solo 25 seguían con vida cuatro
años después. En la actualidad el ferrocarril trae a foráneos hambrientos de
tierra, de trabajo y de la accesible caza furtiva en el territorio de los
indígenas. Pero los colonos invasores no tienen porqué ser el fin de los awás.
Otros pueblos indígenas de Brasil, como los yanomamis, también han sufrido
devastadoras invasiones. Se recuperaron cuando el Gobierno se vio presionado a
tomar medidas para proteger sus tierras.
Familia
“¡Paloma!” exclamó una mujer awá llamada
Parakeet. “Llamémosla
Paloma Awá, las palomas cantan y caminan sobre el suelo”. Los awás esperan a que sus hijos
alcancen la edad en la que se presenta un nombre adecuado antes de decidir cómo
se llamarán. Otra de las hijas de Arakari’ĩa se llama Árbol Ka’awyra. A un niño
awá especialmente inquieto le acaban de llamar Lombriz de Tierra. Los indígenas
son extraordinarios amos de mascotas: en la mayoría de las familias hay más
mascotas que personas, desde coatíes parecidos a mapaches hasta jabalíes y
zopilotes reales. Pero sin lugar a dudas los monos son sus favoritos.
El mundo de los espíritus: una
puerta a otro mundo
Se podría pensar que
un ritual que se celebra en la selva en una noche de luna llena es algo
siniestro. No así el viaje de los awás al reino de los espíritus de la selva:
en su caso, se trata de una ocasión familiar. Los niños pequeños miran a las
mujeres mientras decoran a sus maridos con plumas de zopilote real usando
resina como pegamento. Luego, a medida que sube el volumen de los cánticos de
los adultos, los bebés se duermen bajo la luz de la luna. No hay drogas ni
alcohol: tan solo con los cánticos los hombres caen en trance.
Durante el ritual,
los hombres abandonan la Tierra y viajan al iwa, el dominio de los
espíritus de la selva. Acceden a este lugar a través de una puerta que toma la
forma de un refugio de caza, un portal entre dos mundos. Los hombres entran por
turnos, y cuando llegan al iwa se encuentran con las almas de sus
antepasados y con los espíritus de la selva. La caza siempre es buena en el iwa,
pues también es el hogar de los animales de la selva. Los que están ausentes,
sin embargo, son los colonos (y los caballos, ganado y gallinas que han traído
consigo).
Awás aislados
Los awás que viven
sin contacto con foráneos son de los últimos aislados del
planeta. Como nómadas, llevan con ellos las cosas que necesitan cuando se
trasladan: arcos y flechas, niños, mascotas. Todo proviene de la selva: los
cestos hechos con hojas de palma, los aros de liana que usan para trepar a los
árboles y la resina que queman para alumbrarse. Son vulnerables a pesar de su enorme
autosuficiencia: un resfriado común podría matar a un grupo entero y, si se
encuentran con madereros ilegales, sus arcos y flechas no serán rivales para
las pistolas de los invasores.
El Futuro
Los awás aislados
siempre se están trasladando de un territorio de caza a otro. Pero ahora tienen
otro motivo para seguir moviéndose. No son solo los awás los que aprecian los
monumentales árboles de la selva: su territorio está protegido legalmente, pero
las bandas criminales de madereros ganan mucho dinero aquí. Solo la resistencia
de los indígenas y la llegada de la estación lluviosa ralentiza su avance; el
Gobierno apenas tiene presencia en la frontera.
El fin de los días
Es el momento de
actuar, no hay tiempo que perder. El trabajo de los madereros y de los
ganaderos ha llegado a un punto crítico: ya se ha talado aproximadamente el 30%
de una reserva awá protegida legalmente. La selva de los awás está
desapareciendo a un ritmo mayor que el de cualquier otra zona indígena en
Brasil.
Imagen basada en datos por satélite de 2010 y 1985. La línea blanca es el Territorio Indígena Awá; otros awás, entre ellos algunos indígenas aislados, viven fuera de la reserva. Todos ellos están amenazados por los invasores.
Cuando las lluvias cesan, los madereros aceleran su
actividad y los ganaderos queman aún más de la selva de los awás. Las columnas
de humo negro se elevan sobre las copas de los árboles y oscurecen el sol. La
selva crepita y arde: parece el fin de los días.
Cuando vio una
ciudad por primera vez, Pequeña Estrella Awá pensó que los habitantes vivían en
lo alto de los edificios, como los monos que duermen en las copas de los
árboles. No entendía por qué algunas personas vivían en la calle y nadie les daba
comida o refugio. Si se tala su selva, los awás no tienen esperanza de
sobrevivir como pueblo. Como dice Espada Awá, “si destruyes la selva, también destruyes a los
awás”.
Pero mientras la
selva siga en pie, todos los awás podrán decidir cómo quieren vivir y lo que
quieren adoptar del mundo exterior. Aquellos que se mantienen aislados podrán
tomar la decisión más importante de todas: establecer contacto con nosotros
o quedarse en la selva. La elección debe ser suya, no nuestra. Es lo mínimo que
les debemos.
Parte de la información escrita y las fotografías pertenecen a Survival International.
Gracias querido Antonio. El día de hoy ha sido regular, ha habido de todo un poco. Y esto me ha servido para reconciliarme con el mundo y darme cuenta de que quedan paraísos perdidos que tenemos el deber de conservar. Un gran abrazo
ResponderEliminarMagnifica entrada, preciosas fotos, y mejor enseñanza.
ResponderEliminarBesitos amigo.
Incansable, indestructible y tremendamente instructivo, amigo Antonio. Así eres.
ResponderEliminarQué bueno tu post! Me ha encantado... Muy buenas las fotos.
ResponderEliminarMe gusta muchísimo tu blog, aprendo un montón.
Un beso
Estupendo, amigo! Uma reportagem de tirar o chapéu e aplaudir de pé!
ResponderEliminarMaravilhosa explanação e muito bem adornada com fotografias muito expressivas...
Obrigada.
Beijo carinhoso.
Enhorabuena por tu magnifico blog y gracias por tu visita, creo que te seguiré de cerca.
ResponderEliminarSalud
Mejor no se puede explicar, enhorabuena por tan grata enseñanza.
ResponderEliminarGracias.
Un abrazo, Antonio.
Así es, Mabel. Sin embargo el impacto que se recibe cuando observas las dos fotografías realizadas desde un satélite es impresionante. No me pude resistir a escribir y mostrar una realidad que nos llevará a una ruina ecológica y a la desaparición de pueblos que no sabemos que existen.
ResponderEliminarNo es racional. No es una asimilación de pueblos cuasi prhistóricos, se trata de una depredación sin fruto: la mayor parte de la tierra yerma que queda tras la tala de árboles no es productiva y la erosión la destruye.
Espero que los Awás continúen su vida en paz y sin obtener "la liberación" de la sociedad moderna.
Un fuerte abrazo, querida Mabel.
Muchas gracias, Inma. Survival, con un poco de esfuerzo para buscarlas, me ha prestado las fotografías. No de otra forma podríamos observar a los Awás. Muchos de estos pueblos, los estados a los que pertenecen, en este caso Brasil, prohíben situar su localización a quienes los visitan para que no se pueda acceder a ellos debido al peligro de contagios de enfermedades, benignas para nosotros pero mortales para ellos.
ResponderEliminarDebemos tener una conciencia clara de la imposibilidad de un choque de culturas tan remotas en el tiempo: se les debe dejar vivir en su entorno y luchar para que no se destruya su territorio.
Un fuerte abrazo, querida Inma.
Pues si, Enrique, en estos temas soy incansable e indestructible. Me indigna tanto observar cómo se va destruyendo un entorno tan bello y tan frágil que, siempre que puedo, vuelvo una y otra vez sobre el tema para conseguir una difusión de la atroz destrucción de todos los seres vivos a manos de unas multinacionales que rapiñan.
ResponderEliminarLo de instructivo, querría serlo. Querría que la razón surgiera en los directivos sentados en sus cómodos sillones, impasibles ante el encanto de miles y miles de personas inocentes que viven en una paz e inocencia que cada día destruyen por mandato de su dios: el dinero.
Los estados, cómplices de estas tropelías, deben frenar esta irreparable muerte de nuestro planeta y millones de sus habitantes. De no hacerlo, los políticos, que creen ser los dueños de sus países, no son dignos ni del pan que comen.
Un fuerte abrazo, amigo Enrique.
Querida amiga Eva, me alegro, me alegro mucho. Este es el mejor resultado que podría tener el esfuerzo de reiterar mi obsesión por los pueblos primitivos y el medio en el que viven: tu interés.
ResponderEliminarAdemás todos, todos los habitantes de este planeta estamos amenazados por estos tétricos especuladores y destructores de un medio virgen que jamás se recuperará.
Un fuerte abrazo, querida Eva.
Querida amiga Teca, siento que esta vez le haya tocado a tu país, Brasil, cargar con este pequeño disidente por criticar su política de crecimiento.
ResponderEliminarPero, todo lo dicho en la publicación es cierto, las imágenes son ciertas, las fotografías de satélites con las amplias zonas destruidas son ciertas.
Creo, sinceramente, que el crecimiento de Brasil, loable porque se ha sacado de la pobreza secular a millones de personas, no debe hacerse cambiando su inmenso territorio por un erial inútil.
Probablemente, en este sistema capitalista de la sociedad actual moderna, no se pueda realizar de otra forma: te dejo hacer esto y me das lo otro.
La presidenta actual, Lula y sus compañeros de partido, deberían tener en cuenta que este crecimiento basado en la destrucción puede ser pan para hoy y hambre para mañana: los recursos son irrecuperable.
Por ello su comedimiento, su prudencia, debería ser muy meditada. Espero que cuando se estabilice como país emergente su política sea menos permisiva con las multinacionales.
Un fuerte abrazo, querida Teca.
Amigo Trakilo, tus dos blog son estupendos.
ResponderEliminarMe agrada que te guste DACTYLIOTHECA.
Nos seguiremos leyendo.
Un abrazo.
Fantasía, ha sido muy grato tu comentario. Me alegro de encontrar personas tan entusiastas como tú.
ResponderEliminarEspero tus publicaciones.
Un abrazo, Fantasía.
Su blog es un buen descubrimiento para mí. Los buenos pensamientos en Rumania!
ResponderEliminarComparto contigo da mesma opinião, querido amigo.
ResponderEliminarMuito obrigada.
Beijo carinhoso.
Me alegro mucho Cristian. Ha sido muy grato descubrir tu blog. Trataremos de superar la dificultad del idioma y nos leeremos de forma común.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo Cristian.
Me alegro mucho, amiga Teca. Nadie como tú para saber lo que sucede en su país.
ResponderEliminarEsperemos que esta situación cambie lo antes posible.
Un fuerte abrazo, querida Teca.
Hay que hacer hasta lo imposible por defender esos paraísos, de la mano destructora del hombre y sus nefastos intereses, capaces de desvastar y devastar cualquier cosa.
ResponderEliminarUn abrazo, Antonio.
Sí, Sara, siempre decimos que "hay que hacer..." Pero nadie arrastra a otros a hacerlo, ninguna multinacional se inmuta ante protesta y protestas, ningún gobierno dicta leyes para preservar el entorno...
ResponderEliminarTodos estamos tranquilos porque tenemos la esperanza de que no nos toque padecer los resultados de esta barbarie.
Un fuerte abrazo, querida Sara.