ANTE LA SOLEDAD
Antonio
Campillo Ruiz
Oksana Zhelisko
Al rozar levemente
su cara simulando un beso de saludo, Marta sufrió un escalofrío. Su amiga Mercedes
transmitía un frío indefinible a pesar de la cálida temperatura ambiente. Mientras
hablaban de las banalidades de su encuentro, escudriñaba unos ojos que le
parecieron mortecinos, el notable descuido en su indumentaria y oía
una voz que parecía el eco de otra interior pausada, sin fuerzas. Cogiéndola
del brazo con decisión casi la empujó hacia una terraza cercana diciéndole: -
¡Ven, vamos a tomar un café! Mercedes parecía oponer una leve resistencia pero
apreció su falta de fuerzas y ella siguió llevándola bien cogida. Solicitaron
al camarero un frugal desayuno que ofertaban ese día. Mercedes se encontraba
encogida, hundida en su sillón y miraba insistentemente la superficie de la mesa
recién limpiada. - ¿Qué es?, Mercedes, ¿qué te sucede? Un lloro incontenible
surgió de repente de aquellos ojos huidizos. Mercedes trató con rapidez de
alcanzar las servilletas de papel y secar, escondiendo su cara, aquel torrente que
parecía estar remansado en un lago de dolor. A esta explosión, siguieron
pequeños hipidos. Ninguna decía ni una palabra. Ni para tranquilizar, ni para
disculparse. La llegada del camarero con lo solicitado simuló un grifo que se
cierra y un mal disimulado gesto de Mercedes, girando el cuerpo hasta casi estar
de espaldas. Al encontrarse solas, empezó a hablar como un orador en pleno
discurso: - No puedo más. No sé si podré soportarlo. No puedo seguir pensando
en todo lo que me atrae. No soy nada ni me ayudan a que sea alguien los
personajes que invento cada día. No son mis amigos, hablo con ellos como si
fuesen fantasmas.
Esta retahíla de noes
provocaron que Marta preguntase con firmeza: - Pero, ¿qué te sucede?. - Marta,
no sé qué hacer ante la soledad que se ha apoderado de mí. No tengo por qué no estar
alegre, casi tengo todo aquello que se puede desear. Hace un mes me empezó a
martillear algo que me está ahogando. Encontré a Juan. Tú eres la única que
sabe que Juan fue quien me condujo por un mundo de armonía cuando todo era
negro para mí. Me lo dio todo y lo quise todo de él. Aquella manía de marcharse
al mundo, ese mundo que él tenía en su cabeza y quería ver y disfrutar, fue lo
que le llevó a presentarme ante la soledad e irse. Pero, ahora, cuando ya lo ha
vivido, lo encontré escuchando a uno de sus maestros. ¿Te acuerdas de la
conferencia aquella a la que no pudiste venir y fui con Fernando? Pues en esa.
Tuve que disimular, casi sin poder, para hablar con él. Nos abrazamos y todo en
mi interior estalló. Le presente a Fernando, hablamos un poco de su vida y me
dijo que iba a firmar un contrato para quedarse aquí. Que nos veríamos
frecuentemente. Que le gustaría hablar conmigo como cuando aquellas interminables charlas nos llevaban a encontrarnos con el amanecer... ¡Ahora! ¡A estas alturas!
¡Maldito sea! Le diría en este momento que sin él me encontré ante la soledad
sin límites, que tardé años en recuperarme y pasaba las noches hablándole, sin
respuesta, sin razón. ¡Maldito sea! Y ahora, cuando todo estaba sereno, vuelvo
a encontrarme ante la soledad que me está consumiendo. No, no lo he visto ni lo
voy a ver. La repetición de un tiempo pasado jamás cambiará un futuro que ya
está trazado hasta su final.
Antonio Campillo Ruiz
Ay, como entiendo a Mercedes. No sabes cuanto. Me parece magnífico cómo escribes Antonio; he sentido la soledad de Mercedes en cada poro de mi piel. Gracias
ResponderEliminarMe satisface que una mujer sea la que sienta como Mercedes. Yo, únicamente he transcrito sus palabras y su breve comentario a su amiga. De él quizás se puedan deducir acciones posteriores en función de las distintas actitudes ante la vida.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Mabel.
Pobre chica. Muchas personas en vez de encontrar en la soledad una amiga excelente, se empeñan en que la posibilidad de equilibrio y felicidad debe ser aportado por otra persona. Una y otra vez se cae en esa dependencia emocional que cuando se corta el grifo deja en blanco al más pintao.
ResponderEliminarQuerido Antonio, me ha encantado este relato de una situación. Desconozco si en el sexo contrario ocurre lo mismo o, simplemente, los hombres son menos proclives a mostrar los sentimientos antes otra persona.
Un abrazo grande, querido Antonio
Cierto, Pilar. Parece que encontrarse solo depende de los demás cuando es muy probable que estando acompañado se adivine la soledad. Sin embargo, he podido constatar que la ansiedad por sentirse acompañado, en ambos sexos y situaciones similares, siempre pivota sobre “tener”, “conseguir”, “alcanzar”, a alguien con quien compartir lo poco o mucho que se tiene, no sabemos muy bien de qué.
EliminarNo sé si lo haré pero, de momento, ni se me ocurre hablar de hombres. ¿Sabes por qué? Porque al igual que tú, Pilar, desconozco cómo sienten, como expresan sus sentimientos y ante quienes lo hacen en una situación límite. Sólo me conozco a mí y no muy bien. Con la sutilidad que te caracteriza, Pilar, dices lo que pienso: ¿sienten algo los hombres? ¿Lo expresan ante un amigo con la franqueza que lo hace Mercedes?
Un fuerte abrazo, querida Pilar.
Precisamente hoy he contado yo en mi hoja sentimental uan de soledades reclacitrantes. Ay, la soledad, amigo Antonio.
ResponderEliminarmagnífico artículo, amigo Antonio, magnífico, como siempre.
La he leído, Enrique. Y es excelente, como todo lo que haces. Ya dudas de que te tenga “muy vigilado”, rigurosamente vigilado, como aquel título extraordinario “Trenes rigurosamente vigilados”, porque aprender de ti siempre es gratificante. Sí, amigo, la soledad. Sentirse solo, más que estar solo. Debe ser un sentimiento que nos puede, nos agobia y nos anula.
EliminarUn fuerte abrazo, querido amigo Enrique.
La soledad tiene muy diversas caras. Creo que la de Mercedes no es la peor aunque genera un alto grado de inquietud y ansiedad ante el logro desmoronado de sentirse bien solo con ella misma. Hay otra soledad más angustiante: el sentirse solo cuando estás rodeado de personas... Esa es más grave...
ResponderEliminarANTE tu historia y ANTE tu prosa, me quito el sombrero, Antonio.
Un abrazo.
Por supuesto, Marisa. Estamos de acuerdo y por ello hablo de sentirse solo y no de estar solo a Enrique. Yo creo que lo de Mercedes es una soledad nada más que ANTE. Quizás se trata de un pequeño vuelco interior al reconocer a quien tomó un camino que a ella no le gustaba. Su pequeña rabieta más el bullir de momentos pasados provocan su enfado. Parece ser que la soledad, de acompañamiento, no la preocupa mucho: está Fernando… ¿o no?
EliminarInmensamente agradecido por tu opinión.
Un fuerte abrazo, querida Marisa.
A mi me da que Mercedes nunca superó la ausencia de Juan. Puede que el tiempo cubriera un poco la herida pero fue verlo y caer de nuevo,y además sabe que ya no hay marcha atrás.
ResponderEliminarUn abrazo,querido amigo.
Así lo creo yo, Ohma, después de este sentido escopetazo de sinceridad con Marta. Es muy frecuente que sucesos como este se produzcan después de encontrarse en equilibrio y viviendo como ha querido. En un instante el recuerdo, la rabia por su propio comportamiento pasado o cualquier otro factor, provoca un pequeño terremoto interior.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Ohma.
ResponderEliminarEste no es un verso, este es mi pensamiento y sé lo hago saber a la brisa de la mañana para que te comunique entre las bambalinas de la emoción…
Que pases un buen fin de semana, el primero de este nuevo año que se abre ante nosotros con muchas ilusiones y esperanzas puestas en el futuro...
En tus manos dejo un ramo de madreselvas recién cortadas, para que su fragancia acaricie el crepúsculo de los sentimientos.
Un abrazo breve
pero con afecto.
Atte.
María Del Carmen
Ten por seguro, pequeña Gatita Coquetuela, que abrazaré las madreselvas para que su perfume a hierba especial me impregne para todo el año.
EliminarEres un encanto, Maria Del Carmen. Siempre estaré ronroneando como un gatito esperando tus excepcionales regalos.
Muchas gracias.
Un fuerte abrazo, querida María Del Carmen.
Hola Antonio!!
ResponderEliminarLo primero felicitarte el año, que sea para ti y tu familia excepcional, el año en que todo va a empezar a cambiar y en dónde la ilusión y la esperanza estarán a nuestro lado.
Sobre tu historia, la soledad cuando es obligada, cuando va acompañada de la ausencia del ser querido es cuando tristemente se recupera con facilidad y quizás solo el tiempo ayuda a superarla, si encima cuando se está recuperando y rehaciendo su vida vuelve a aparecer de nuevo esa persona perdida, la herida casi cerrada vuelve a abrirse y duele mucho, pues tus sentimientos te desbordan y el sentido común te dice otra cosa, volver atrás puede no ser bueno...o si????, nada hay escrito.
Lo bien que lo has descrito, me gusta mucho tu forma clara y tan real de escribir.
Un enorme abrazo!!!!
Muchas gracias por tu felicitación, Estrella. De igual forma, te deseo toda la paz y amor que puedas dar y recibir durante 2013 en compañía de tus seres queridos.
EliminarSí, la ausencia es uno de los motivos más tristes que dejan como herencia una soledad difícil. Pero, como todas las heridas deben cicatrizar de forma natural no alterando el proceso con recuerdos vanos que no contienen medicamentos específicos para la cura. Esto alarga innecesariamente la herida y el dolor.
Un fuerte abrazo, querida Estrella.
De Descartes a Mercedes, un corazón en carne viva. Tienes muchas habilidades y recursos, querido Antonio, lo cual me alegra infinito.
ResponderEliminarUn beso.
Bueno, Isabel, tanto Descartes como Mercedes se encontraban solos en momentos cruciales. Gracias por tu comentario.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Isabel.
que dificil superar una ausencia... Abrazos antonio
ResponderEliminarSí, Alicia, una ausencia semeja siempre un hueco vacío. La cuestión es si se debe volver a llenar o no. Si se trata de llenar con el mismo material que ha desaparecido será muy difícil conseguir la misma textura, color, composición, etc. Y si no se llena, el vacío puede llegar a ser desolador e insoportable. Para ambos casos existen soluciones.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Alicia.