sábado, 9 de noviembre de 2013

REPRESIÓN

INFORMACIÓN FINALIZADA

Antonio Campillo Ruiz

Nicoletta Tomás

   ¡Ay, sí! Es muy lujurioso. Ya me lo advirtió usted hace seis meses. ¿Quién lo podía adivinar? Me besa en cualquier lugar de la casa y en cualquier momento sin comprender que eso sólo se puede hacer de noche, cuando estamos solos. Me pongo muy nerviosa. Figúrese usted si alguien nos ve por la ventana en ese momento, ¡qué vergüenza! ¡Qué disparate! Dirían de mi todo lo que las malas lenguas quisieran. Cuando nos casamos, mi madre me advirtió que en lo que respecta al sexo, debía ser obediente, hacer todo lo me mandase mi marido y agradarle en todo lo que quisiera de mí. Manos mal que usted me aconsejó que el sexo es el que provoca todas las maldades de este mundo. Yo le obedezco como debe ser, como usted me dijo, lo cuido, hago el trabajo de la casa, todas las noches escuchamos las noticias a las diez en la radio y, alguna vez, hasta un serial de risa o de "Los episodios nacionales".   

   Sin embargo, he apreciado que, a pesar de ser un hombre alegre, se ha vuelto más taciturno, hasta anoche, claro. Hemos pasado estos meses casi sin hablarnos, casi sin salir con tantos amigos que teníamos, sin ir a bailar, que, como usted me descubrió hace tiempo, siempre se aprovecha para rozarse cuando se abrazan bien fuerte unos a otros. Otra costumbre muy mala porque después todos tienen los mofletes rojos y se siguen entre sí. En este tiempo no sabía a quien debía de hacer caso, a mi madre o a usted. Mi madre no ha leído los libros que ha estudiado usted y no sabe tanto de la vida, así que no me quedaba nadie que me aconsejara con tanta sabiduría sino usted.  Recuerdo el día que me hizo daño, la noche después de la boda, y menos mal que lo pude contener porque iba un poco achispado y cayó como desmayado en un sueño profundo. Yo no dormí nada. Ya se lo conté al día siguiente con todo detalle y desde ese día, a pesar de seguir sus consejos, no he podido hacerle comprender que la camisola que utilizo para acostarme no sea suficiente para acariciar sobre ella a quienes se aman recatadamente. ¡Ha tratado de quitármela varias veces! Y por fin, anoche lo logró. Claro que, su lujuria era tanta que la trasladó a mi interior.

   ¡Qué noche! ¡Qué día! ¡Ha tenido que llamar al trabajo para decir que hoy estaba resfriado y lo hemos pasado juntos casi sin comer ni nada! ¡Qué placer y qué sensaciones! Figúrese que todavía tengo los pezones, sí esos de los que le gusta tanto que le hable desde que era una moza sin novio, enhiestos y duros, me dan calambres como si fuese la electricidad cada vez que me rozo levemente con algo. ¡Cómo nos llevamos a placeres que han estado esperando por sus consejos seis meses! Por que… yo participé tanto como él en conocernos, buscarnos y acariciarnos hasta en el último rincón de nuestros cuerpos. Sí, y no le hice caso porque no era lujuria lo que tenía en el cuerpo mi querido marido, era eso que llaman amor pero que, como expresa uno de los autores que usted me prohibió leer y no le hice caso, Luis Cernuda: “…Entrelazados no en amor (qué importa el amor, subterfugio desmesurado e inútil del deseo) sino en el goce puro del animal, cumplían el rito que les ordenaba la especie… Así se perdían a lo lejos…”

Nicoletta Tomás

   Un placer supremo, un deseo inacabable, una adoración a un cuerpo desconocido que nos impulsaba el uno hacia el otro, una noche en vela con todas las velas encendidas para vernos mejor, para sabernos y para disfrutar del placer del otro… Mire usted, creo que ya no le voy a contar más detalles como los que me solicita, que me va a ver menos veces por aquí y que cuando me este con mi marido, en cualquier lugar, le voy a besar allí donde se encuentre con todas mis fuerzas. ¡Ah!, y ¿sabe usted otra cosa? Que no sabe nada de la vida ni del amor. Si lo supiera, más de una de nosotras habríamos abierto nuestros corazones a quienes nos aman con el deseo que infunde el amor a unos amantes que se sienten unidos y vivirán juntos una existencia sin “subterfugios desmesurados”, eso que tanto le gusta decir en sus sermones, de deseo que fluye de la confianza, de la pasión y de un cariño pleno de ternura. No, no se moleste en ponerme penitencia porque ya la he cumplido y es usted quien me la debe a mi: seis meses en inocente oscuridad. Hoy no me confieso de nada y creo que, en este aspecto, no lo volveré a hacer porque es innecesario. Buenas tardes.   

Antonio Campillo Ruiz

22 comentarios:

  1. Antonio: Te ha quedado muy gracioso e impecable, desde el ay si! o sea todo. Lo disfruté mucho. Excelente desenlace inesperado. Jajaja
    Abrazo!

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    1. Me alegro mucho que te haya gustado este pequeño relato, que no confesión. Si hubiese sido la verdadera confesión que en realidad se debió producir, el texto sería mucho más amplio y erótico, claro, como sucedía con todas las confesiones similares hasta hace poco tiempo... porque quiero pensar que ya no suceden estas nefastas idas y venidas al psiquiatra gratuito por no tener título.

      Un fuerte abrazo, querida Sara.

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  2. Muy buena explicación para las imágenes que son estupendas.

    Un abrazo querido Antonio

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    1. La fuerza de las imágenes complementa un texto que, desafortunadamente, ha sido muy frecuente. Tu lado artístico aparece porque eres una excelente pintora.

      Un fuerte abrazo, querida IEva.

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  3. Lo has expresado de una forma genial.

    Te mando un beso, querido amigo.

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    1. Que conste, Amalia, que no estaba presente cuando se explicó por última vez aspectos personales pésimamente aconsejados. Espero que haya hecho pensar a más de una mujer que ha estado sometida a estas costumbres punibles.

      Un fuerte abrazo, querida Amalia.

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  4. Expressivamente belo o que você escreveu.

    (Estou um pouco afastada da blogosfera nos últimos tempos.)
    Bom domingo.
    Beijos e flores.

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    1. Me alegro mucho que te haya gustado, Teca. Puedas o no publicar, escribas o no, leas o no, lo único que deseo es que te encuentres muy bien y este descanso de la blogosfera sea tan provechoso como tu feliz regreso. Encontraré tu campo de amapolas...

      Un fuerte abrazo, querida Teca.

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  5. A veces esos “subterfugios desmesurados” impiden algo más.
    Saludos, Antonio.
    Siempre es grato leerte.

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    1. Sí Alicia, esos "subterfugios desmesurados" lo han impedido todo a las personas que se encuentran en un rango de edad que hemos soportado la soberbia y los engaños más terribles que se puedan apreciar por provenir de quienes eran nuestros consejeros y deformamentes profesionales. La lujuria nació cuando ellos la inventaron.

      Un fuerte abrazo, querida Alicia.

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  6. Ja, que bueno, adios camisolas y sotanas. Vivan los pezones enhiestos! Por cierto, te he mandado un mensaje para que me digas donde está una entrada en la que hablabas de los muros porque quiero citarlo en un artículo. No he sabido encontrarlo en tu blog. Un abrazo.

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    1. Mariano, los pezones enhiestos siempre son beneficiosos para cualquier tipo de curación malsana. Los "muros" creo que ya lo tenemos solucionado ¿no?

      Un abrazo, Mariano.

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  7. Muy bueno. Me ha a parecido un relato excelente y me alegro que haya dejado de hacerle caso.un fuerte abrazo querido amigo

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    1. Me alegro de que haya sido una lectura que ha aliviado un poco las sombras que te apenan, Alicia. En cualquier caso, estas confesiones no creas que no eran frecuentes. Muchas mujeres se encontraban atrapadas en la solemnidad de unos mandatos, que no consejos, que las perjudicaba mentalmente.

      Un fuerte abrazo, querida Alicia.

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  8. La encorsetada moralidad católica pone puertas a un campo que acaba por desparramarse en la intimidad del lecho conyugal. Menos mal que estamos en pleno siglo XXI y ya no hace falta guardar tanto las formas. Esta carta me suena a otros tiempos, a timepos de oscuridad y acartonamiento, a tiempos en los que la mujer se veía impelida por la sociedad opresora a guardar unas formas que a veces se rompían en lo privado, a tiempos en los que el confesionario imponía su dictadura particular a la vida íntima.
    Un abrazo desde Béjar

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    1. Carmen, no quisiera decir ni una palabra más de las que has escrito tú. Son tan lúcidas, tan perfectas en su razonamiento, comprensión y verdadera ética moral, que sería un dislate tratar de mejorarlas. Únicamente confirmo un solo término: Carmen, no ha pasado tanto tiempo como parece desde que se producían estas imposiciones enfermizas en el seno de las parejas bendecidas precisamente por sus represores. Muchas gracias por este comentario que cierra un breve relato al que faltaba este aspecto tuyo.

      Un fuerte abrazo, querida Carmen.

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  9. Me gusta la gente sincera…
    La que al apretarte la mano trasmite cariño,
    La que cuando te mira a los ojos te sonríe,
    La que se emociona y sorprende con las pequeñas cosas,
    La que ama la vida poniendo empeño y sentimiento
    Y a la que le planta cara a las adversidades por muy duras que sean…

    A toda esa gente mañana les deseo un comienzo de semana
    Extraordinario porque se lo merecen con creces.

    Atte.
    María Del Carmen



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    1. Querida Gatita Coquetuela, muchas gracias por estos versos tan sinceros como importantes en este espacio que se congratula de recibirte siempre que pasas tu suave pelo por él. Eres una encantadora mujer.

      Un fuerte abrazo, querida María Del Carmen.

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  10. Esconder la realidad de los deseos es eso, huir de ella y de ellos. Magnífica entrada. Un abrazo querido Antonio.

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    1. Así lo creo yo también, Enrique. La negación de lo acontecido, la negación del yo, la irracional huida hacia adelante para no perder poder entre quienes son confiados.

      Un abrazo, querido amigo Enrique.

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  11. MUY BUENO ANTONIO, QUE SE CONFIESEN LOS QUE TIENEN EN SU MENTE EL CONCEPTO DE PECADO, QUE ES PRECISAMENTE LO QUE LOS HACE PECAMINOSOS.
    UN ABRAZO

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    1. Así es, Cecilia. Pecar implica creer en la maldad de ese pecado que no es sino la respuesta natural de necesidades fisiológicas que se ven incrementadas por el amor. ¡Ay, el amor! ¿Saben estos psiquiatras de pacotilla lo que significa amar de verdad? Creo que no. Su soberbia los ciega y esta palabra escapa a las creencias predeterminadas. Sí, son pecado loq ue quieren que sea pecado. El resto de tropelías siempre se pueden perdonar.

      Un fuerte abrazo, querida Cecilia.

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