UN INSTANTE DE PLACER EN LA ALDEA
DE LOS SUEÑOS
Antonio Campillo Ruiz
El
mundo fue dividido por dos grandes
rivales al final de la Segunda Guerra Mundial. Dos grandes países que buscaron
desesperadamente el poder absoluto mientras a su alrededor los míseros
vencidos, tiranos anteriores de su afán de poder y destrucción, luchaban
nuevamente pero esta vez para sobrevivir, no para ser altivos ganadores y
despiadados luchadores contra la libertad y el honor. Japón, uno de estos
países vencidos, todavía olía a las bombas de Hiroshima y Nagasaki con unas
consecuencias que el mundo no olvida pero deja que se estimulen diferencias entre contrincantes más o menos irritados por no poseer aquello en lo que
sueñan: el poder. Sus habitantes buscaban poder luchar contra esta maldita
herencia recibida de un parlamento incapaz y un emperador intocable. Las
atrocidades cometidas con los seres humanos por otros seres deshumanizados en
Oriente, nunca dejaron libre la memoria de quienes fueron sometidos a crueles
tratos. En este momento aparece “Akasen chitai”, “La calle de la vergüenza” de Kenji Mizoguchi, 1956, una película
que con sencillez, sabiduría y bondad, expone con la parsimonia que todos
necesitaríamos para comprender en profundidad los sentimientos de los
personajes, un recital de vida, dura, desdeñada e incluso casi prohibida pero
tan normal y cotidiana como respirar o alimentarse.
En “El
País de los Sueños” se vende nostalgia, amor y placer. Un pasado representado
por Yumeko, sabe que su momento ha
pasado y debe decidir un incierto futuro. Contrastando con él, provocando un
fuerte choque, el futuro debe olvidar tradiciones, occidentalizarse. Formar una
familia es el deseo impenitente de quienes con dignidad asumen como normal una
situación que es irremediable ante la miseria y la parca vida que no
soportarían más allá de unos días. Escapar al país de los sueños es el objetivo
final de quienes sienten que el sentido de su vida es perecedero, de corta vida
y de peor trato.
Un país de tradiciones ancestrales no puede
abandonarlas con facilidad, sin embargo Mizoguchi realiza un coral retrato
de la mujer, porque en 1956 nacía una nueva mujer: la mujer liberada que,
rompiendo los milenios, ya no quería ser similar a un mueble, a un objeto.
Quería vivir su vida, ser capaz de tomar decisiones importantes por sí sola y
alcanzar una sexualidad que se representa en la interpretación de Mickey sobre la
concha, a modo de “El Nacimiento de Venus”
de Botticelli. Mizoguchi aparentemente,
no posee posicionamiento definido sino que deja al espectador que racionalice
fílmicamente lo que expresa la novela de Yoshiko Shibaki, según el guión de Masashige
Narusawa. Cinematográficamente Mizoguchi dirige con mano fuerte y sabia un complejo
retrato de una situación que perdura en la actualidad, occidentalizados o
tradicionales. El cuidado exquisito en mostrar situaciones prescindibles se
agradece cuando en ciertos filmes se trata de conseguir que aparezcan dichas escenas
para un procaz y sugestivo placer fílmico. No se consigue si no es por medio de
lo sugerido.
Hasta
los dueños del negocio, tan cínicos como la sociedad a la que pertenecen,
pretenden atribuirle una función social a su negocio porque quienes trabajan
para él, comen y pueden pasar los interminables días de espera y soledad. Todos
quieren obtener unos beneficios de lo que es un presunto problema que persiste
desmedidamente pero no importa a nadie: ni a la sociedad ni a quien usa durante
unos minutos un servicio que doblega voluntades, veja a quien se somete y no
produce el placer deseado. A la vez, el desprecio a compartir otro lugar,
incluso para la familia, diferente de su “hogar”, permanentemente repudiado, es
real y perdurable. Una música que se comprende poco y chirría mucho nos
persigue durante toda la película, atribuyendo a esta parte de Oriente. las
notas que para muchos occidentales, que no estén acostumbrados a ella, casi molesta,
suponiendo que no es así en la versión para los espectadores orientales
tradicionales. “La calle de la vergüenza” es un filme brillante en el que se pinta en
imágenes dinámicas un precioso retrato de la mujer.
Kenji Mizoguchi
Es importante visionar la película a plena pantalla.
IN MEMORIAM
Richard Attenborough
Gandhi,
1982. Óscar Mejor Director
Juan Miguel Lamet
¡Qué grande
es el cine!
Pedro Pubill Calaf “Peret”
Concert per la llibertat, Camp Nou, Barcelona 29.06.2013
Vives en un sueño de traficantes y amores imposibles, de Historias que fueron o no fueron. Pero historias al fin. Estoy encantada de saludarte y constatar que sigues tan activo como siempre.
ResponderEliminarBuenas noches, Antonio, amigo.
Qué haría yo sin ti en mis inviernos....!! (suena romántico ¡¡ pero no lo es...!!! .es que hace un frio tremendo por aquí, en el fin del mundo... y los programas de la tele son patéticos y repetidos......además oscurece temprano y el mar ruge como nunca........ajajaja...). así que con tus películas y las series de Eurochannel, sobre todo, el Inspector Maigret... lo estoy pasando requetebien... ¡¡gracias, amigo!!! Un abrazo!
ResponderEliminarGracias, amigo Campillo. Las emociones se juntan con nuestros recuerdos. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por estas entradas tan excelentes.
ResponderEliminarUn placer pasar a verte siempre.
Un fuerte abrazo.
Una entrada completísima y variada para disfrutar con tranquilidad. Reservo ya mi butaca preferida. Un abrazo
ResponderEliminarExcelente la película, amigo Antonio, una entrada para el recuerdo en toda la extensión de la palabra.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Sé que andas con poco tiempo, así que te agradezco no solamente el trabajo que te tomas en escribir y compartir esta recomendaciones fílmicas tuyas, sino también por visitar y comentar en los blogs de cada uno de nosotros. Un gran abrazo, Antonio!
ResponderEliminarGracias por compartir esta excelente y completísima entada que nos lleva a recuerdos fílmicos no lejos de momentos nostálgicos vividos de épocas que se añoran. Aún más , todo coronado con bella galería de fotografías interesantemente ilustrativas.
ResponderEliminarGracias una vez más Antonio y también por su gentileza de insribirse en mi blog " Lletras al Viento " situación muy grata para mi.
Sin dudas me quedo a seguirle en su cálido e interesante sitio.
Un fuerte abrazo
Cristina