MAÑANA SERÁ OTRO DÍA
Antonio
Campillo Ruiz
La lluvia había dejado las Ramblas casi
vacías y sólo quedaba gente agrupada en el café encristalado donde, desde meses
atrás, no la dejaban entrar.
La Sonia, de pie en el portal de la casa
vacía, vio que la lluvia pasaba fatigada, amansa llovizna, la vio cesar
mientras crecía el frío del viento, y pensó que aquello era un signo de buena
suerte. Un poco más lejos, del otro lado del ancho paseo, las luces de la
ciudad comenzaban a encenderse. Empezaba la noche y respirando el aroma tristón
de su abrigo mojado, la Sonia pensó que también empezaba la esperanza. Sonrió,
sin creer de verdad, como una niña a la que le recitaban un cuento ya oído e
inverosímil.
Volvió a
tantear la rizada peluca rubia y con gran cuidado –tenía las uñas muy largas–
fue estirando las medias caladas que sostenía el portaligas.
Volvió a sentir hambre y recordó que tenía
un sándwich de jamón en el bolso. Pero no podía estropear el dibujo de boca que
se había hecho con el rouge y con tanto cuidado. También recordó que hasta fin
de mes estaba en orden con la policía y se obligó a caminar, acercándose al
borde de las aceras para sonreír a los coches, mover las caderas y detenerse
fingiendo buscar algo en la enorme cartera. Pero nada, nadie, y sin dinero para
probar suerte en los bares donde todavía le dejaban entrar.
Era la noche
y después fue la madrugada en el barrio sucio de la gran ciudad. Y Sonia, ya
sin hambre, casi sin esperanzas continuaba caminando sobre el dolor de los
tacones de aguja.
Se
repitieron los diálogos breves con los hombres que pasaban.
–Vamos.
¿Vienes?
–Que te den
por saco.
–Eso quiero.
También yo te puedo dar si quieres enterarte.
Hombres y hombres y su asco por ellos. La
luz limpia amenazaba llegar desde el puerto y las otras se iban apagando. Subió
las escaleras pisando con las caras medias de seda. Abrió la puerta manchada.
–¿Cómo te
fue?
–Como la
mierda, nena. Estoy hambriento. Creo que teníamos una lata de sardinas y quedó
pan del desayuno.
El chico, moreno y flaco se levantó de la
cama y se puso a revolver el armario; dijo con voz de mimo y queja:
–Todavía no
me besaste.
–Ahora.
Frente al espejo la Sonia se quitó la peluca
y se acarició las mejillas.
–Otra vez
barbuda.
Después se desnudó y estuvo mirando los
pechos hinchados con parafina y el sexo que le colgaría tembloroso e inútil
hasta después de las sardinas.
Juan Carlos Onetti
La realidad de una sórdida vida que pretendemos ignorar.
ResponderEliminarUn sopapo de conciencia de los barrios bajos, esos ahora tan cercanos con la crisis, que no sabe de tiempos ni espacios.
ResponderEliminarUn saludo
Esas vidas en blanco y negro, maestro ... por cierto, olvidaste colgar el cartel debajo de la imagen del Bar Marsella- Barcelona, tierra de santos varones
ResponderEliminarDicen que este "pesimismo" presente en la narrativa del uruguayo Onetti, es lo que hizo que no obtuviera un reconocimiento más popular en el mundo de las letras...Sin embargo, hay tanto de actualidad en este crudo relato que nos muestras que a uno le parece injusto que un observador de "pluma" tan avezada no haya sido eternamente aplaudido, por ejemplo, en su Uruguay natal, cuando se le otorgó el "Cervantes", nada más ni nada menos. Siempre es un lujo visitar tu blog, querido Antonio. Te envío mi más cálido afecto.
ResponderEliminarun excelente escrito
ResponderEliminarun aplauso sacándome el sombrero
mil besossssssssssssssssssssssssssss
Un estupendo escrito reflejando una lamentable realidad. Muy triste estos casos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo. Feliz comienzo de semana
Un estupendo escrito reflejando una lamentable realidad. Muy triste estos casos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo. Feliz comienzo de semana
Un estupendo escrito reflejando una lamentable realidad. Muy triste estos casos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo. Feliz comienzo de semana
Estremecedor y tan real...
ResponderEliminarSiempre me han preocupado estas personas y
el mal trato que se les infringe, por lo general....
La vida no es fácil, pero no hay dificultades que no tienen una salida. Centrémonos en la difícil, pero en el que tenemos que hacerlo mejor, y pronto.
ResponderEliminargracias, desde su sitio web que tengo un montón de conocimientos.
ResponderEliminarNo es la falta de capacidad que debilita la vida, sino la voluntad suficiente para utilizar las capacidades existentes.
continuar con el espíritu de alcanzar un sueño.
Muy buen relato, Antonio, Oneti no lo escribiría mejor.
ResponderEliminarMuy buen relato, Antonio, Oneti no lo escribiría mejor.
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