PEQUEÑA Y AISLADA
CIVILIZACIÓN
Antonio
Campillo Ruiz
Familia Zo’é
© Fiona Watson/Survival
Los
zo’és son una pequeña y aislada tribu que vive en las profundidades de la selva
amazónica en el norte de Brasil. Tan sólo mantienen un contacto continuo con
foráneos desde 1987, cuando misioneros de Misión Nuevas Tribus levantaron un
puesto en su tierra. Ésta ha sido oficialmente reconocida por el Gobierno, que
controla el acceso a ella para minimizar la transmisión potencial de enfermedades
como la gripe y el sarampión. Los zo’és viven en grandes casas rectangulares
con techos de paja, abiertas por todos los laterales. En ellas, varias familias
viven en comunidad, duermen en hamacas que cuelgan de las vigas y cocinan en
las hogueras a cielo abierto que hay por los laterales. Las comunidades de los
zo’és están rodeadas por grandes huertos donde cultivan mandioca y otros
tubérculos, pimientos, bananas y muchas otras frutas y verduras. Cultivan algodón,
que después utilizan en ornamentos corporales y hamacas, para tejer los
portabebés y para unir las puntas de las flechas.
Una familia zo'é
descansa en las hamacas
que hacen con la
fibra de las nueces brasileñas.
© Fiona
Watson/Survival
Los
zo’és son polígamos, y tanto los hombres como las mujeres pueden tener más de
un compañero/a. Es bastante común que una mujer con varias hijas se case con
diferentes hombres, algunos de los cuales podrían casarse más tarde con éstas. Todos
son iguales en la sociedad zo’és. No hay líderes, aunque las opiniones de
hombres particularmente elocuentes, conocidos como yü, tienen más peso que las
de otros en asuntos como el matrimonio, la apertura de viejos huertos o el
establecimiento de nuevas comunidades. Los hombres zo’és son cazadores muy
hábiles. Se suele cazar individualmente, pero en determinados periodos del año
(“la época del mono gordo” o del “rey zopilote”) se organizan cacerías
colectivas. Cuando las manadas de pecaríes se concentran, los hombres zo’és
cazan en grupo, corriendo frenéticamente tras estos animales a los que disparan
flechas, mientras las mujeres capturan a las crías asustadas, a las que llevan
a sus hogares y crían como mascotas, o lo que ellos denominan raimbé. Los zo’és
también pescan utilizando arpones y timbó (un veneno para los peces hecho a
base de enredaderas machacadas).
Un grupo de zo'é descansan junto a
uno de sus
ríos preferidos, Brasil.
© Fiona Watson/Survival
Desde
que son jóvenes, los zo’és llevan el m’berpót: un largo palo de madera insertado
en su labio inferior. Los zo’és cuentan cómo uno de sus antepasados,
Sihié’abyr, les enseñó a utilizar el palo del labio. Una de las ceremonias más
importantes, y un rito de paso de niños a adolescentes, es la perforación del
labio inferior. Para hacerla emplean el afilado hueso de la pierna de un mono
araña. Después introducen un diminutom’berpót. Los niños pasan por este ritual
cuando tienen unos siete años y las niñas con nueve. A medida que crecen, se
les van insertando palos de mayor tamaño. Las mujeres llevan sobre sus cabezas
elaborados tocados que hacen con las suaves plumas blancas del pecho de los
zopilotes (una especie de buitre), y pintan sus cuerpos con urucum: una pasta
de color rojo intenso realizada a base de semillas de anato machacadas.
Como muchos otros pueblos indígenas de
América del Sur, los
zo'é utilizan la pasta de anato para pintar sus cuerpos y
sus rostros.
© Fiona Watson/Survival
Los
rituales marcan numerosos aspectos de la vida de los zo’és, como el nacimiento
y la muerte, la primera menstruación de las jóvenes y el primer tapir cazado
por los jóvenes adolescentes. Quizás, la mayor ceremonia colectiva sea el
seh’py, que puede realizarse para marcar cualquier acontecimiento importante.
Recibe el nombre de la bebida no fermentada que se sirve durante el ritual,
hecha con tubérculos de temporada. Para la ocasión, los hombres se visten con
largas faldas de fibra llamadas sy’pi. Hombres y mujeres bailan juntos durante
toda la noche unas danzas únicas que acompañan con cánticos. Al amanecer, los
hombres terminan la bebida y la expulsan vomitándola todos al mismo tiempo.
Actualmente la población de los zo'és se ha
estabilizado,
tras las devastadoras epidemias que los asolaron en la
década de
los años ochenta. © Fiona
Watson/Survival
Como
muchos otros pueblos indígenas que han sido recientemente contactados por la
sociedad nacional mayoritaria, la vida está cambiando para los zo’és.
Algunas
personas han acusado a la FUNAI, el departamento de asuntos indígenas del
Gobierno brasileño, de mantenerles en una especie de “zoo humano”, a cuyo
territorio se permite el acceso de muy pocas personas, al tiempo que se
persuade a los zo’és para que no salgan fuera. Pero esta política
indudablemente ha salvado vidas, y la población de los zo’és se ha estabilizado
y está creciendo en estos momentos. No obstante, los zo’és sienten curiosidad
por conocer a sus vecinos y el mundo que hay más allá de sus límites
territoriales, y han expresado su deseo de aprender más sobre el mundo
exterior. Los zo’és siguen siendo una tribu muy vulnerable. Su población es
pequeña y son extremadamente propensos a contraer cualquier enfermedad común
frente a la que no han tenido tiempo de hacerse inmunes.
Las mujeres zo'é suelen llevar a sus bebés en
portabebés que
tejen con fibras de palma o el algodón que cultivan en sus
huertas.
© Fiona Watson/Survival
Hasta
la fecha, su territorio se ha mantenido relativamente libre de invasiones y en
2009 fue oficialmente ratificado por el Gobierno para su ocupación y uso
exclusivos. Sin embargo, existe una creciente presión sobre la tierra de los
zo’és por parte de cazadores, mineros y de los cientos de recolectores de
nueces que amenazan las ricas reservas de los árboles nuez de Brasil.
También
hay misioneros evangélicos que intentan acceder a su territorio. Cualquier
incursión de foráneos podría entrañar graves riesgos para la salud de una tribu
tan aislada. Los cultivos de soja situados al sur del límite del territorio
zo’é avanzan constantemente hacia el norte, y se teme que pueda ser difícil
mantener a los agricultores fuera de este amplio territorio, a menos que se
lleve a cabo un riguroso programa de protección territorial. En febrero de
2011, por primera vez, un grupo de zo’és viajó a Brasilia, la capital de
Brasil, para reunirse con varios órganos gubernamentales. Hablaron de sus
preocupaciones por la presión sobre su territorio y dejaron claro que desean
participar activamente en un programa para protegerlo. También manifestaron su
deseo de contar con un programa educativo adaptado a sus necesidades, así como
de otro que forme a los zo’és como agentes sanitarios. El reto es ser capaces
de ayudar a los zo’és a entender e interactuar de forma igualitaria con el
mundo exterior, sin comprometer su modo de vida ni su tierra.
Es importante visionar el vídeo a plena pantalla.
No esta mal que de cuando en cuando nos vuelvas a la realidad de los genocidios. Nuestra memoria suele ser flaca.
ResponderEliminarAyyyy Antonio, me has quedado hechizada con tu entrada, sabía de tribus amazónicas que sobrevivían en la selva, pero nunca jamás había oído hablar de los Zo´és, es increible su manera de vivir. Me estaba preguntando muchas cosas según estaba leyendo tu entrada, pero al ver el video, ya me han cautivado y por supuesto estoy a favor de conservar esta cultura y a estas personas vulnerables a tantas enfermedades epídemicas como tenemos los blancos. Nuestra intervención puede ser un genocidio que acabe con ellos.
ResponderEliminar¿No utilizan ningún mueble, verdad? ¿ y el dinero le desconocen ? ¿se rigen por el trueque cómo en el Neolítico? ¿Sabes que utilidad les proporciona el palo en la barbilla? ¿o acaso es una distinción de la tribu para diferenciarse de otras?
Gracias Antonio por esta entrada llena de una forma de vida mimetizada con la naturaleza, nunca imaginé que algo así estuviese ocurriendo en pleno siglo XXI con tanto adelanto, destrucción y como unos intentan someter a otros hombres, por guerras, asesinatos y violaciones de los derechos humanos. Estos hombres viven con una paz increible el pasar de los días... y creo que deben sentirse muy felices... esto es lo que conocen desde su infancia y no ansian nada más, no como nuestro mundo loco de consumismo y poder.
Te dejo mi sincero abrazo desde un lugar del corazón.
Ángeles.
La fuerza con que divulgas la vida y la historia de estas tribus, amigo Antonio, hace, a veces, que me sienta muy pequeño, que no hago nada por nadie ... que no hago nada más que quejarme ... por nada.
ResponderEliminarUn abrazo
Desconocía este tema. Así que te agradezco hayas compartido una información tan interesante.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.