LA
SINFONÍA DE LAS HOJAS ACICULARES
Antonio Campillo Ruiz
Ya estamos hablando, animando, escribiendo…
lo que podemos hacer... a nuestra luchadora amiga
y compañera
INMA LUNA
http://elblogdemaku.blogspot.com.es/
Manuel López
Le
agradaba que el suave aire silbara al enroscarse entre los pliegues de su
oreja. Aquella mañana salió sin rumbo prefijado. Paseaba, sin ver, entre el
ajetreo diario de personas y carruajes. Cuando llegó a su lugar preferido
escuchó la música que emitían las hojas aciculares cuando el viento las hacía vibrar.
Una orquesta sincronizada con el ir y venir, casi constante, de aquel aire. No
podría explicar en qué categoría instrumental clasificaría a las aciculares.
Podrían ser instrumentos de cuerda por su delicada finura pero emitían sonidos
armónicos a causa del aire, por tanto, deberían ser de viento. Sí, debería ser
una nueva combinación de la Naturaleza que el hombre era incapaz de reproducir.
Hacer vibrar con viento una cuerda. No estaba mal.
Manuel López
A la
vez, mientras el concierto de cuerdas-vientos sonaba con potente claridad, el
acompañamiento de aromas que las plantas vecinas a los pinos, amparadas por su
desmesurada altura de ramas gruesas y fuertes, era tan sutil que impregnaba con
delicadeza el viento que respiraba. Lavanda, romero, tomillo… conformaban, a su
vez, un conjunto de olores que se filtraba entre las notas sonoras y establecían
la cadencia en la interpretación de la sinfonía.
Manuel López
Unos
niños se encontraban sentados en medio de los grupos de pinos, los más tupidos
y altos. Con ellos, se entremezclaban casi la misma cantidad de personas de
edad dispar. Todos en silencio. Una persona, de pie frente a ellos, indicó con
el dedo índice silencio y gesticuló para que tomase asiento con ellos. Sus
brazos y manos se movían dirigiendo una invisible orquesta y, curiosamente, el
ritmo era el que establecía previamente. Dirigía el sonido del viento. Pensó
que habría ensayado durante mucho tiempo esta difícil dirección de instrumentos
desconocidos. A la vez, ráfagas de olores llegaban hasta el grupo que,
hipnotizado miraba a lo alto como queriendo descubrir a los intérpretes de la
melodía del viento. En derredor, observó el pequeño río y su embalse. Escuchó
el sonido cantarín de sus aguas. Breves y urgentes movimientos de alas de
pájaros que se resguardaban en las ramas cercanas. De pronto, quien dirigía la orquesta
movió su mano hacia un grupo de álamos, acacias, un conjunto de plantas leñosas
y los pájaros. Obedeciendo su mandato maestro, el viento cambió de dirección y las
hojas emitieron un sonido grave y atropellado que se mezcló con el de las hojas aciculares de los pinos y los aleteos desordenados de los pájaros. El cambio de tono provocó un movimiento
de todas las cabezas de niños y mayores hacia el lugar de la disonancia. Su
grave son estaba motivado por la caída irremediable de multitud de sus hojas
mustias, débiles y la huida de las aves. La mano que indicó al viento su movimiento
se alzó y este suavizó su fuerza girando levemente hasta una calma inusual. Los
árboles dejaron de sonar y sus hojas de caer. El viento se había calmado
inopinadamente. ¿Sería un sueño?
Manuel López
Los
niños comprendieron que el concierto había terminado. Debían marchar otra vez
al aula para, detalladamente, explicar las sensaciones que la Naturaleza puede provocar
cuando se la comprende. Una voz parsimoniosa dirigió unas palabras a las personas que se encontraban mezclados entre
los niños, explicando que hasta pasados nueve días no podrían escuchar otro
concierto pero que asistiesen con sus amigos que volverían a aquel lugar
siempre que hiciese aquel aire fresco, suave y delicado. Los niños se colocaron
en dirección al camino que debían recorrer y marcharon cogidos de la mano.
Manuel López
De
vuelta a casa, escuchando el silencio, sin aire convertido en viento, entre el
trajín de la ciudad a una hora cualquiera de un día cualquiera, comenzó la
espera de los nueve días pensando en el próximo concierto dirigido e
interpretado por… ¿por quienes?
Es importante visionar el vídeo a plena pantalla y buen sonido.
Ese instrumento cuerda- viento solo es capaz de utilizarlo la naturaleza. Y hasta se le podría añadir la percusión. Los pequeños impactos sobre el suelo o el chocar de hojas y ramas, no?
ResponderEliminarPor cierto, que se me ocurre, puestos a imaginar, que si entre los pequeños, no estaría bien atento el niño Vivaldi. El que luego supo interpretar tan magistralmente los sonidos de la naturaleza. Gracias por hacernos disfrutar y pensar.
Bellisimo de verdad.
ResponderEliminarGracias una vez más por estar por difundir necesidades de los demás
Besitod muchos
Me sumo a mis dos predecesoras en este "comentariado" y añadiría lo que dice nuestra querida Mucha: "Sos extraordinario, para vos no pasan los años, che, estás hecho un pibe".
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte, amigo
Buenos días Antonio, que buen desayuno a base de colorido y música, esencial para la vista y el alma
ResponderEliminarUn abrazo
Buen ánimo, amigo, que no falte. Tengo que mandarte a mi templo de flipboard.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte y, ah, ... "Los niños comprendieron que el concierto había terminado" ... yo también.