RAMÓN
CASAS
Antonio Campillo Ruiz
París
fue el objetivo e inicio referente de la vida de Ramón Casas. Primera ciudad del
mundo que era y sigue siendo, el centro de un inmenso abanico de lenguajes y todo tipo de actividades artísticas
e innovadoras, incentivó y estimuló su obra para que se completase con el éxito
deseado. Carolus Duran le introdujo en el inicio de su trabajo artístico y de
él absorbió unos cimientos que fue variando con posteriores viajes, llegando a
ser muy receptivo a cambios de estilo y
propuestas más atractivas y vanguardistas. Hacia 1840, la denominada su “Crónica
Social”, inicia una serie delicada de pinturas que entronca con la tradición
ochocientísta de la pintura histórica.
La “Crónica
Social” abarca hasta que, en 1894, incorporando la pintura de la historia pero
con la voluntad de las limitaciones y convencionalismos característicos del género,
empieza a ser transformada por Casas hacia las corrientes que predominan en el
momento. “La multitud anónima” es la nueva incorporación que realiza a esta
pintura peculiar. Además, la influencia que la fotografía posee en estos ensayos
y combinaciones pictóricas es decisiva en la composición, perspectiva, colores
e incluso los encuadres fragmentados y el punto de vista peculiar e impactante
que debe poseer para el espectador.
No es
negativo ni paradójico que un pintor cosmopolita, con amigos y maestros entre
los que se encuentran Touluose-Lautrec, John Singer, Sargent, Santiago Rusiñol,
Julio Romero de Torres, Joaquín Sorolla, Joaquín Torres-García y Pablo Picasso,
todos ellos maestros de corrientes internacionales, le motivasen en el cultivo
de los temas populares. Escenas taurinas o tipologías de majas, provocan su
interés hacia una pintura muy requerida y valorada por la gran clientela que
atiende a los elementos simbólicos y tradicionales.
Ramón Casas convirtió la imagen de la mujer en uno de los motivos más
habitualmente importante de su trayectoria artística. Perfiles sofisticados,
refinadas posturas, elegancia, coquetería e incluso mal humor o, ¿profundidad de miradas no atendidas? Para él,
la mujer emancipada nace con la fuerza del nuevo siglo que implica a la mujer
en un papel activo que se inicia con fuerza aunque con descoque y altivez. Sus
desnudos, prácticamente asexuados en algún caso, pretenden mostrar las
composiciones fotográficas que ya en este tiempo suponen un esplendor de los
cuerpos blancos, inmaculados y cuasi virginales.
Casas, Rusiñol y Trujillo se pasaron la vida probando todo lo que en aquel tiempo sonaba a modernidad. De la libertad sexual a la droga, de las nuevas corrientes artísticas a lo que el maquinismo traía de nuevo. Como bien apuntas, la experimentación de Casas con la fotografía iba a resultar definitiva en la revolucionaria composición de sus temas y perspectivas.
ResponderEliminarUn saludo.
Tu sabiduría, Anamaría, nos transporta hasta un mundo de cuasi perpetua bohemia y vida que hacía de stos artistas seres tan apasionados como expresaban en sus pinturas. ¿Quíén no querría conocer ese transcurrir de un tiempo entre los placeres y la creatividad? Un gran abrazo.
EliminarAy, Antonio, pasar por tu blog es, siempre, una dulce sensación, es como cuando me llevaban a Misa en los cincuenta y creía ser feliz por ello.
ResponderEliminarUn abrazo, muy fuerte, amigo.
Y además te salvabas... Algo que en realidad creo que era un poco difícil porque no se entendía ni una palabra del maldito latín y la parafernalia del señor torsurado dando uan vuelta para la derecha, otra para la izquierda y al centro... Agradecido, mi querido amigo Enrique.
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