SUMMER OF 42 – VERANO DEL 42
Antonio Campillo Ruiz
No era normal para nuestra generación que en 1971, cuando solo éramos un poco mayores que el protagonista de “Summer of 42” de Robert Mulligan, 1971, pudiésemos visionar una película en la que el amor por una mujer fascinante se materializase en la delicadeza del sexo.
El lastre que nuestros sentimientos arrastraban, fruto de una sociedad reaccionaria e incapaz de conmoverse por y ante nada, impedía experimentar sin inhibiciones la dulzura que siente Dorothy por el amor que le profesa Hermie. Por ello, supimos advertir que en esta película se apreciaban la delicadeza, la sensibilidad y el dolor.
Hermie, a diferencia de Oscy y Benji, sus camaradas de vacaciones, es incapaz este verano de proceder como un adolescente. Desde que ayudó a Dorothy a llevar su compra a la casa de la playa, se despertó en él un amor de juventud tan tímido y tan afligido como sólo se puede percibir a edades tempranas y hacia personas idealizadas. Era una mujer bien diferente de sus amigas de correrías. Le hablaba con sencillez, se reían juntos, trabajaban en las pocas reparaciones y mejoras necesarias de la vivienda y ¡le había invitado a tomar café!
Era muy diferente de su pandilla de amigos. Con ellos nunca había tenido una conversación de temas trascendentales. O iban al cine, o a la playa, o a ensayar lo que leían en libros prohibidos para ellos sobre el sexo y el amor, sin saber muy bien el alcance que podían tener cada una de estas palabras.
Cuando el horror de los acontecimientos invade con un enorme mazazo la vida de Dorothy, solo les queda a ambos el consuelo de su mutua afinidad y cariño, solo les queda materializar sus sensaciones con la misma ternura que experimentaban con sus sentimientos.
Por otro lado, Jennifer O’Neil, Dorothy y Gary Grimes, Hermie, realizan, junto al resto de actores, un espléndido trabajo que, unido a la dirección, la fotografía y la música, componen los elementos cinematográficos precisos de una idónea experiencia fílmica. Creo que siempre recordaremos los planos de aquella larga y destartalada empalizada que, clavada en la arena, nunca supimos qué rodeaba ni qué objetivo cumplía, pero era ¡tan atractiva, sugerente y misteriosa!
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