VACACIONES Y SOLEDAD INTERIOR
Antonio Campillo Ruiz
En la actualidad, la explosión turística lleva a tantas personas a la isla que sus casas, calles y plazas son muy diferentes de aquellas en las que vivieron unas vacaciones tan tranquilas como felices.
“Mediterráneo”, de Grabiele Salvatores, 1991, es una película tan sencilla como la vida de los habitantes de la pequeña isla griega que es un remanso de paz. Una paz que fue forzada y rota cuando el ejército alemán deportó a todo los hombres jóvenes. Ahora, solo viejos, mujeres y niños la habitan, escondidos ante el peligro que supone descubrirse al potencial enemigo invasor, sea quien fuese.
La evidente falta de espíritu militar de un pequeño pelotón de soldados italianos, formado por el teniente Montini, (profesor de griego y latín en su vida civil y pintor aficionado), Claudio Bigagli, el sargento Lo Russo, Diego Abadantuono, y seis soldados, creará unos vínculos entre ellos y los habitantes autóctonos que la vida cambiará para todos a pesar de los lamentables acontecimientos del año 1941.
Costumbres locales, encuentro con la inocencia y la tradición familiar experta, la luz y el mar, favorecen una apatía por realizar misiones guerreras que no tienen nada que ver con la personal forma de entender la vida de cada uno de los protagonistas.
La belleza de Vassilissa, ΒΑΣΙΛΙΣΣΑ, Vanna Barba, la inocencia de la pastorella, Irene Grazioli, y el amor de Farina, Giuseppe Cederna, y de los hermanos Memo y Vasco, se funden en una suave, lenta y tranquila soledad en donde el sonido del silencio es roto únicamente por el monótono son de las olas sobre los escarpados farallones de roca.
Roto el encanto de la soledad por la noticia del final de la contienda mundial, las vidas de todos cambian y los ideales en los que creían también. El regreso a la tranquila soledad en donde sintieron el mar es el único fin para alguno de ellos. La sociedad nueva no es como habían soñado.
Realizada con una simpleza técnica sorprendente, “Mediterráneo” solo tiene como aliado cinematográfico su sencillez narrativa, su verdad y una historia que plantea una nueva forma de interioridad, de individualidad, que debe inexorablemente acabar cuando las sencillas gentes que han vivido siempre con sus costumbre y su pequeño mundo enseñan lo que es la belleza de la vida.
La película fue rodada en la isla de Castelrosso, Megisti en griego, al sureste de Rodas. La dureza y belleza de sus paisajes contrasta con el tranquilo Mediterráneo, tan sereno como la soledad de quien quiere escapar de su propia realidad huyendo de sus orígenes en un profundo viaje interior.
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