UN KAMA SUTRA ESPAÑOL
María Luisa Arnaiz Sánchez
Antonio Campillo Ruiz
Zinaida Evgenievna Serebryakova
“Un Kama Sutra español” es el primer tratado erótico escrito en castellano por un anónimo morisco español expulsado de España cuando Felipe III decretó la llamada Expulsión de los moriscos en 1609. Aunque se le dio ese título de cara a su publicación en 1992 -su autor lo dejó sin encabezamiento-, no hay que llamarse a engaño pues no se trata de un libro pornográfico ni frívolo sino de una obra o manual que instruye sobre los placeres eróticos. El manuscrito, que “desmiente dos milenios de educación sexual cristiana”, tal vez pudo ser adquirido por el arabista Pascual Gayangos, que lo legó a la Academia de la Historia de Madrid -luego se encontró una copia del XVIII en el Palacio Real-, y estuvo olvidado hasta que Luce López-Baralt, profesora de árabe en la Universidad de Puerto Rico, lo dio a conocer tras una exhaustiva investigación.
Edgar Degas
Del autor solo se puede decir que fue un español de credo musulmán que practicó solapadamente sus creencias, ¡tan larga era la mano de la Inquisición! Para asombro de los no versados en materia apenas difundida, dejó este testimonio: “unos (inquisidores) decían que fuesen muertos todos (los moriscos), otros que fuesen capados, otros que se les diese un botón de fuego en parte de su cuerpo para que con él no pudiesen engendrar”. Se refería a los malintencionados planes del obispo Salvatierra: “Esta gente se puede llevar a Terranova…donde se acavarán de todo punto, specialmente capando a los másculos grandes y pequeños y las mugeres” reproduce Pascual Boronat y Barrachina. También sabemos, por lo que explica, que le gustaba la música y que era un apasionado admirador de Lope de Vega. En cuanto a la intención que lo mueve a escribir, declara que pretende enseñar la religión islámica y recordar a sus coexiliados la amable acogida que tuvieron en Túnez. Nunca olvidó su patria y, como dijo el morisco Ricote a Sancho: “dondequiera que estamos lloramos por España, que, al fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural”.
Henri de Toulouse-Lautrec
El apátrida estructura su manual sobre el sexo entre cónyuges de modo parecido a “Vivificación de las ciencias de la fe” de Algazel, iraní muerto en 1111. Primero habla de la pedida de la novia y de la boda, sigue con la instrucción de la mujer, el tratamiento igualitario que debe prestar el marido a sus distintas esposas, los beneficios espirituales y sociales del matrimonio, y concluye con la forma de efectuar el acto sexual. El escritor impresiona al describir la cópula desde los escarceos previos al abrazo amoroso, pasando por las posturas, la consecución de un orgasmo simultáneo, las abluciones después del coito, etc., sin asomo de culpabilidad e intercalando azoras coránicas, ya que el Corán recomienda que la coyunda sea una obligación placentera. Es más, para sorpresa de los cristianos, nuestro narrador defiende el derecho de la mujer a expresar todos sus deseos sexuales.
María Blanchard
No cabe duda alguna acerca de que este manual de erotología (de ‘eros’ y ‘logos’, tratado de lo erótico) se aleja de las enseñanzas que un católico ha recibido y se mantienen hoy en dicha materia. Desde el constructor del Cristianismo, san Pablo, en Corintios, “es mejor casarse que abrasarse…no es bueno que el hombre toque a la mujer”, pasando por san Agustín, que eleva a pecado el coito que no se haga para procrear en “De bono coniugali”, “exigere (debitum coniugale) ultra generandi necessitatem, culpa venialis”, san Jerónimo que en “Adversus Jovinianum” explicita ser impura toda unión sexual, hasta santo Tomás con su afirmación en “Tratado del matrimonio” de que el coito no es pecado solo en el caso de que el placer que se obtenga cause desagrado, ¿qué se le puede pedir a un católico sino que sea consecuente con su fe, esto es, que se reprima sexualmente? Dice Vicente Cantarino: “las diferencias que separan la ética musulmana de la cristiana son fundamentales e irreconciliables”.
Andrey Remnev
Acostumbrados a la represión en materia sexual, más de uno arrinconó su acervo: “Ars amandi” -solo habla de la técnica de la seducción y del logro del placer- y “Liber Pamphilus de amore” -best seller medieval-, en pro de los ensayos erótico-didácticos que eran numerosísimos en Oriente. Un anónimo Deán de Cádiz los leía con el fin de hacer el amor a las “mouras”, “e sabe d’arte do foder tan ben, / que conos seus livros d’artes, que el ten, / fod’el as mouras cada que lhi praz” dice en una cantiga Alfonso X. Lógicamente los códices circulaban por todos los reinos peninsulares, si bien entre instruidos -pocos sabían leer-, y así, aunque bajo el punto de vista médico, apareció en el XV un tratado en catalán llamado “Speculum al foderi” (traducido al inglés por Michael Solomon como (“Mirror of coitus”), en cuyos capítulos finales, omitidos del índice por el autor para no comprometerse, hay una relación de posturas y técnicas para copular.
Pierre Auguste Renoir
El texto del jurisconsulto morisco está en boca de un anciano y es un revulsivo contra la lujuria (el autor veladamente dice que conoció a muchos españoles casados presos de esta pasión). La profesora Luce López-Baralt ha agrupado y titulado sus diferentes apartados. Comienza por el que llama Acerca de qué tipo de hombre es el que se debe casar, sigue con Acerca del trato que se le debe dar a la esposa, y luego Qué debe hacer el atareado marido musulmán si se casa con más de una mujer, que asombraría a los expulsados. El escritor informa de que tener más de una esposa está autorizado en el Corán y que esta situación, lejos de parecer ventajosa, conlleva sus deberes: el hombre no puede mostrar predilección por ninguna y debe repartir las noches paritariamente. Estos “capítulos” van salpicados con leyendas ejemplarizantes como la de la casada que se queja a las autoridades de que su marido olvida sus obligaciones conyugales por dedicarse a la oración o la de otra que se queja del miembro exagerado de su marido: las autoridades recuerdan al primero que tiene el deber religioso de atender a su esposa porque satisfacerla vale tanto como rezar; al segundo se le ordena que “atase un paño (al pene) y no dejase fuera más que aquello que es ordinario en los hombres y ella pudiera sufrir”.
Pablo Picasso
Vienen a continuación “capítulos” en los que se pormenorizan las reglas que debe guardar el marido, como no tener simultáneamente a sus esposas en la cama, no entrar al baño si ellas están en él, qué hacer si una esposa cede su “noche” a otra, o cómo conducirse respecto de los celos femeninos. En cuanto a este problema, inserta un soneto de su amado Lope en lugar de traducir uno árabe:
Sosiega un poco, airado temeroso,
humilde vencedor, niño gigante,
cobarde matador, firme inconstante,
traidor leal, rendido victorioso.
Déjame en paz, pacífico furioso,
villano hidalgo, tímido arrogante,
cuerdo loco, filósofo ignorante,
ciego lince, seguro cauteloso.
Ama si eres Amor, que si procuras
descubrir, con sospechas y recelos
en mi adorado sol nieblas escuras,
en vano me lastimas con desvelos.
Trate nuestra amistad, verdades puras:
no te encubras, Amor, si quieres celos.
Pedro Sánchez y García-Esteban
En Sobre la obediencia que debe la mujer al marido el tratadista dice que solo en el caso de que la mujer no cumpla sus deberes: el tener el acto, observar los preceptos religiosos y no salir sin permiso del marido, este podrá “reprenderla y castigarla”, incluyendo el daño físico leve, “ni le quiebre ningún hueso ni le afee algún miembro”. Si semejante actitud es censurable, ¿cómo calificar la de santo Tomás en la obra citada: “el pecado de fornicación cometido por la mujer puede corregirse no solo con dicha pena -repudio- sino también con palabras y con azotes”? O la de los libros penitenciales: “a wife (is) a legal minor to her husband; the husband (has) civil and clerical authority to corret her, by beating if necessary”. Recordemos que Aristóteles sostuvo que la mujer es “un varón imperfecto”, lo que en palabras del de Aquino fue: “quando (natura) non potest facere masculum, facit feminam”.
Josep de Togores
El momento en que empieza el discurso sobre la unión sexual es llamado por el autor “De los provechos de casarse”. En primer lugar expone que “antes del acto es (cosa de premio) el jugar con ella en todas las circunstancias de gusto que pueda, besando, abrazando y tentando, para que con esto se contenten los dos…de suerte que, encendidos en gusto, ella pida a su marido la obra y él la ejerza con fuerza”. Pasa a hablar de posturas y, aunque hay las que no son de su agrado, “no la pongas a cuatro pies, que es trabajo para ella”, se apoya en un versículo coránico para decir que todas son legítimas: “Vuestras mujeres son vuestra campiña. Id a vuestra campiña como queráis”. Llegado el momento culminante dice: “al tiempo de querer meter el miembro, refregarlo en los labios del vaso (sexo, vagina), porque se altere más él y ella, diciendo bismi-ylahi (en el nombre de Dios), mételo dentro…con blandura…de suerte que no le dé gusto (para no eyacular prematuramente)…que se detenga él lo más que pueda en derramar, hasta que lo hagan los dos a un tiempo, porque procede de esto el quererse mucho”. El acto debe terminar con una oración silenciosa y el aseo oportuno.
Mary Stevenson Cassatt
Próximo a terminar, el exiliado plantea lo prohibido y permitido en el ayuntamiento y es sorprendente su liberal actitud, pues supera a muchos de sus predecesores. Por ejemplo, dice que a la mujer “después de casados…es de premio verla y gozarla y refocilarse con todo su cuerpo y ver el vaso”; del mismo modo a ella le está permitido el “disfrute de todo el cuerpo de él, mirando su miembro y demás partes, y regocijarse con él en todas las circunstancias que pueda”; incluso defiende el sexo oral, “que lo mire (el vaso) hasta lamerlo con la lengua”. ¡Qué extrema diferencia con las exigencias cristianas! ¡Qué claridad la de este español! Nuestro morisco pone broche de oro a su tratado con el soneto de su querido Lope que comienza: Es la mujer, del hombre, lo más bueno; / es la mujer, del hombre, lo más malo, / su vida suele ser y su regalo, / su muerte suele ser y su veneno…
Girl Braiding Her Hair (Suzanne Valadon), Renoir
Qué post y qué libro tan interesantísimos. Conforta saber que las mujeres han sido amadas y respetadas en algunas culturas, tenidas en cuenta sus necesidades y hasta complacidas. No sé hacia dónde habrá derivado todo eso... Un cordial saludo.
ResponderEliminarInteresantísimo libro, que desconocía, y no menos su análisis.
ResponderEliminarEste anónimo morisco español fue un adelantado para su tiempo, y su obra, un mazazo merecido al encorsetamiento del catolicismo.
He observado elementos muy actuales en ese "ars amandi". Y es que el erotismo, el sexo y el amor, son de las pocas cosas que son ajenas al paso del tiempo. Afortunadamente.
Intentaré conseguir esta joyita.
Enhorabuena por la entrada y por el grato descubrimiento.
Un abrazo.
El libro debe ser una joya digna de la difusion que le dais. Las relaciones del esposo musulman con las cuatro mujeres legitimas que el Corán recomienda simultaneamente (como maximo) debian ser ciertamente complicadas. Como sabeis, los que podian permitirselo (que no eran ni mucho menos el vulgo) solian tener estancias diferentes para cada una de ellas, así como muebles, vajillas, sirvientes, etc. De las concubinas o se dice nada en el Libro y el que podia tambien tenia las suyas. Curiosamente, los hijos de unas y otras tenian los mismos derechos. En fin, culturas muy diferentes. A nosotros nos tocó la represion en un sentido, a ellos en otro. Es lo que tienen las religiones. Nunca llueve a gusto de todos. Un abrazo.
ResponderEliminarTe felicito por lo bien detallados que están siempre los textos. Verdaderamente interesante.
ResponderEliminarUn abrazo
Ya sabía yo la existencia del Kama Sutra antes de venir por el blog. Menudo privilegio poder tener a mi lado en ese viernes de mayo...
ResponderEliminarBesitos...
A vosotros, amigos y amigas, que apreciasteis la exposición de "El Kama Sutra Español" queremos agradeceros vuestra atención.
ResponderEliminarDespués de este paréntesis viajero retomamos nuestra actividad habitual.
Un fuerte abrazo.