JARCHAS
María Luisa Arnaiz Sánchez
La moaxaja, del árabe muwassaha, literalmente “embellecida”, “adornada con un doble collar de perlas” o por “un cinturón de doble vuelta”, es un poema escrito en dicha lengua y ocasionalmente en hebreo, que según la tradición fue creada por El ciego de Cabra a finales del siglo IX en al-Ándalus. Frente a la casida también en árabe, monorrima y sin estrofas, la moaxaja combina rimas, tiene cinco o seis estrofas y termina con una cancioncilla en lengua mozárabe. Ben Bassam afirmó en el siglo XII que al-Qabrï, el poeta mencionado de Cabra, “tomaba palabras coloquiales y romances a las que llamaba “markaz” y construía sobre ellas la moaxaja”. El esquema de la moaxaja es: cabeza, mudanza y vuelta, siendo la última vuelta la que recibe el nombre de “kharja”. Ejemplo:
Carlos Sayadian
Lunas nuevas salen entre cielos de seda:
guían a los hombres, aun cuando eje no tengan.
Solo con los rubios se deleitan mis ojos:
ramos son de plata que echan hojas de oro.
¡Si besar pudiera de esas perlas el chorro!
¿Y por qué mi amigo a besarme se niega
si es su boca dulce y la sed me atormenta? […]
Cuánta hermosa moza, que de amor desatina,
ve sus labios rojos, que besar bien querría,
y su lindo cuello, y a su madre los pinta:
¡Mammà, ¡ay ‘habibe! So l-ymmella saqrella,
el-quwello albo e bokélla armella.
(¡Madre, ay qué amigo! Bajo la guedejuela rubita,
el cuello albo y la boquita coloradita.)
“Kharja” se tradujo como “jarcha” y se refiere a la salida, es decir, a los últimos versos con que terminaban las moaxajas. Las jarchas, como se ha podido comprobar, se escribieron en mozárabe (DRAE: la lengua romance, hoy extinta, heredera del latín vulgar visigótico, que, contaminada de árabe, hablaban cristianos y musulmanes en la España islámica) y son composiciones de dos o cuatro versos que se cultivaron hasta principios del XIV. En ellas el yo poético suele ser una mujer que confía sus inquietudes amorosas a su madre o a sus hermanas sin ocultar las alusiones lascivas, algo de todo punto impensable en el mundo cristiano.
Carlos Sayadian
Las jarchas son las cancioncillas más antiguas de la lírica popular europea pues están documentadas desde principios del siglo XI. Samuel M. Stern, un joven hebreo, fue quien las descubrió en unos manuscritos semidestruidos hallados en la “genizá” -depósito para almacenar los libros en desuso- de la sinagoga de Fostat en El Cairo, y en 1948 publicó las primeras veinticuatro encontradas en el artículo “Les vers finaux en espagnol dans les muwasshas hispano-hébraiques”. Enviadas inmediatamente al arabista Emilio García Gómez, este las publicó en la revista “Al-Ándalus” el mismo año. En total se conocen una sesenta. Con el fin de organizar las jarchas que he seleccionado, propongo los siguientes núcleos temáticos:
Carlos Sayadian
1. DESEO
Boquita de collar,
dulce como la miel,
ven, bésame.
Dueño mío Ibrahim, ¡oh, dulce nombre,
ven a mí de noche!
Si no quieres, yo iré a ti.
¡Dime dónde puedo encontrarte!
Amiguito, decídete.
Ven a tomarme,
bésame la boca,
apriétame los pechos,
junta ajorca y arracada.
Mi marido está ocupado.
¿Qué haré, madre?
Mi amado está a la puerta.
Deja mi brazalete y afloja mi cinto, amado Ahmad.
Sube conmigo a la cama, acuéstate desnudo.
No te amaré sino con la condición
de que juntes mi ajorca de tobillo con mis pendientes.
Carlos Sayadian
Busca darme gusto.
No hay que adelantarse.
Ir despacio es regla,
que debe guardarse.
¡No me muerdas, amigo!
¡No quiero al que hace daño!
El corpiño (es) frágil. ¡Basta!
A todo me niego.
¡Cómo, pobre de mí, me ha dejado!
¡Dejó alborotado mi vestido y el peinado!
¡Por Dios, me desahogué gritando,
me ha roto el pecho,
me ha herido los labios,
y me ha deshecho el collar!
Me tomas con tetas
marcidas con mordiscos,
agudas como lanzas,
quemantes de llagas.
2. FRUSTRACIÓN
Bay-se mio gorason de mib
ya rabbi si se tornarad
tan mal mio doler al-yarib
enfermo yed quam sanarad.
(Se va mi corazón de mí
¡oh, Dios! ¿acaso tormará?
Tan grande (es) mi dolor por mi amado
(que) enfermo está, ¿cuándo sanará?)
Decidme, ay hermanitas,
¿cómo contener mi mal?
Sin el amado no viviré:
¿adónde iré a buscarlo?
Di, ¿qué haré?
¿Cómo viviré?
Mi amigo espero,
por él moriré.
¿Qué haré yo o qué será de mí?
¡Amigo, no te vayas de mi lado!
Madre, mi amigo
se va y no tornará más.
Dime qué haré, madre,
¿no me dejará (siquiera) un besito?
Carlos Sayadian
Viene la pascua y viene sin él.
¡Ay, cómo arde mi corazón sin él!
L’habib espero;
por él morreyo.
¡Tant’ amare, tant’ amare
habib, tant’ amare!
Enfermiron welyos [n]idios,
ya duelen tan male.
(De tanto amar, de tanto amar,
amigo, de tanto amar,
enfermaron unos ojos brillantes,
y ahora duelen mucho.)
Has de saber, amor mío,
quédome yo sin dormir.
Ven ya, ven, amigo mío:
no sé llevar tu huir.
¿Quién me quita mi alma?
¿Quién quiere mi alma?
Carlos Sayadian
Estos versos inflamaron mi imaginación mientras fui estudiante y, siempre que he llegado a este pasaje lírico o a cualquier otro de mi preferencia, como los bachilleres tienen la misma edad que yo entonces, he procurado transmitirles la plétora de emociones tabús o no que agita el corazón, máxime cuando la “libertad de cátedra”, por motivos conocidos pero injustificables, inoculaba e inocula subrepticiamente desde otras materias la indiferencia, cuando no la aversión, a todo lo árabe, y la asignatura de Religión seguía y sigue sembrando la represión sexual así como el antisemitismo y la ignorancia sobre las otras religiones del Libro. ¡Ay, si repasáramos las raíces de las Letras españolas! Que todavía surta efecto la limpieza de sangre… Ahora anda disfrazada bajo otra especie igual de humillante. La prevención hacia los “infieles” se manifiesta en la antítesis, ¿insoluble?, riqueza frente a pobreza: musulmanes atiborrados de petróleo y judíos impunes a los crímenes son bien vistos; pobres de esos o de cualquier credo son rechazados. Si desecháramos los textos de los tenidos por muslimes y judaizantes españoles, habría que buscar otro nombre para el Siglo de Oro de nuestra Literatura (recuérdese que “La Celestina” se publicó en 1499 y el “Quijote” en 1605).
Carlos Sayadian
España coincide hoy solo con Japón en cuanto al origen lírico de su literatura pero es necesario decir que la pura celebración de los sentidos pasó de largo y soplaron nuevos vientos al fragmentarse en 1031 el Califato de Córdoba. Excepción hecha de las cantigas de amigo (Sedia-m’eu na ermida de San Simion / e cercaron-mi as ondas, que grandes son: / eu atendend’o meu amigo, / eu atendend’o meu amigo! de Mendinho), atestiguadas desde finales del XII, escritas en gallegoportugués y que recuerdan a las jarchas, o las de amor del XIII en la misma lengua, que imitan la cançó provenzal (A dona que eu am’ e tenho por señor / amostrade-mh-a, Deus, se vos em prazer for, / se non dade-mh- a morte de Bernal de Bonaval), y de los villancicos (Tres morillas me enamoran / en Jaén, / Axa, Fátima y Marién, anónimo), escritos en castellano y documentados en el XV, que derivan de los zéjeles arábigoandaluces, lo que predomina entre los hispanomusulmanes y los hispanojudíos es la influencia de sus respectivas creencias.
Carlos Sayadian
Safwan ben Idris, murciano musulmán muerto en 1202 y defensor del “amor urdrí”, concepción árabe del amor, precedente del “amor cortés”, que aprobaba la castidad no exenta de sensualidad, escribe: “La estreché como estrecha el avaro su tesoro, abarcándola por todos lados, / y la entrelacé con las cuerdas de mis brazos, porque es una gacela cuyas escapadas temo. / Mas mi castidad rehusó besar su boca, y el corazón quedó replegado sobre sus brasas. / ¡Maravíllate del que siente arder sus entrañas y se queja de sed, teniendo el agua en la garganta!”.
Selomoh Bonafed, barcelonés judío nacido en 1370, para hablar de unos amores contrariados por la familia de una joven, no duda en poner en boca del abandonado muchacho la más execrable justificación misógina: “por amar yo a una mujer infame que se apresuraría a proporcionarme penas y sufrimientos cual dote de doncellas (en Éxodo 22, 16: “Si alguno engañare a una doncella que no fuere desposada , y durmiere con ella, deberá dotarla y tomarla por mujer”), vistiéndose mantos de traición y golpeándose el pecho, seduciendo el corazón de sus amantes para afligirles y aniquilarlos…”
Así pues, gocemos con las jarchas.
Así pues, gocemos con las jarchas.
Knowledge, Carlos Sayadian
Jarchas y cantigas de amigo, gloriosas huellas líricas del pasado arábigo-andalusí y gallego-portugués, de las que aún podemos disfrutar y hacer disfrutar a nuestros alumnos, no ajenos a la mano todopoderosa de la santa inquisición de la materia de religión (católica, naturalmente). La Literatura nunca ha sido amiga íntima del escrutinio ideológico con raíces religiosas.
ResponderEliminarBellísimas composiciones e ilustraciones, MªLuisa.
Saludos.
No aguanto la hipocresía ni los intereses creados vengan de donde vengan.
ResponderEliminarLo bello no tiene credo.