EL HOMBRE, LA MUJER , EL PAPAGAYO
María Luisa Arnaiz Sánchez
Virginia Sterrett
El “Sendebar o Libro de los engaños de las mujeres”, anónimo del XIII, es una colección de narraciones o “exempla” que tiene como desencadenante, bajo la perspectiva de un occidental, la historia de Frixo y Demódica, mujer de Creteo, o la de José y la mujer de Putifar. Durante los siete días que el hijo del rey Alcos permanece en silencio, esperando ser ejecutado por haber sido acusado de querer violar a una concubina de su padre, los consejeros le narran cuentos de carácter misógino (para avalar la maldad de las mujeres) con el fin de que reflexione y denuncie a la calumniadora. Conseguido su propósito, el príncipe delata a su “madrastra”, que es quemada, y él es perdonado.
Virginia Sterrett
Enxenplo del omne e de la muger e del papagayo
-Señor, oí dezir que un omne que era çeloso de su muger, e conpró un papagayo e metiólo en una jabla e púsolo en su casa, e mandóle que le dixiese todo quanto viese fazer a su muger e que non le encubriese ende nada, e después fue su vía a recabdar su mandado, e entró su amigo d'ella en su casa do estava, e el papagayo vio quanto ellos fizieron. E quando el omne bueno vino de su mandado, asentóse en su casa en guisa que non lo viese la muger. E mandó traer el papagayo e preguntóle todo lo que viera, e el papagayo contógelo todo lo que viera fazer a la muger con su amigo. E el omne bueno fue muy sañudo contra su muger e non entró más do ella estava. E la muger cuidó verdaderamente que la moça la descubriera e llamóla estonçes e dixo:
-¿Tú dexiste a mi marido todo quanto yo fize?
E la moça juró que non lo dixiera:
-Mas sabed que lo dixo el papagayo.
Virginia Sterrett
E quando vino la noche, fue la muger al papagayo e desçendiólo a tierra e començóle a echar agua de suso como que era luvia e tomó un espejo en la mano e parógelo sobre la jabla, e en la otra mano una candela, e parávagela de suso, e cuidó el papagayo que era relánpago; e la muger començó a mover una muela, e el papagayo cuidó que eran truenos; e ella estuvo así toda la noche, faziendo así fasta que amanesçió. E después que fue la mañana, vino el marido e preguntó al papagayo:
-¿Viste esta noche alguna cosa?
E el papagayo dixo:
-Non pud' ver ninguna cosa con la gran luvia e truenos e relámpagos que esta noche fizo.
E el omne dixo:
-En quanto me as dicho es verdat de mi muger así commo esto. Non á cosa más mintrosa que tú, e mandarte é matar.
E enbió por su muger e perdonóla e fizieron paz.
E yo, señor, non te di este enxenplo sinon por que sepas el engaño de las mugeres, que son muy fuertes sus artes e son muchos, que non an cabo' nin fin.
Virginia Sterrett
El cuento precedente es uno de los que los consejeros contaron al príncipe y por el estadio del castellano diré que la primera vez el papagayo asegura a su amo que su mujer se ha acostado con un amante; a continuación ella hace una farsa para engañar al pájaro y el celoso, al comprobar que miente, lo mata y perdona a su mujer. Esta historia está recogida en “Las mil y una noches” y es contada por un pescador a un genio para ratificar que entre ellos ha pasado lo mismo que al rey griego con el médico Dubán. Sin embargo, a diferencia de la del “Sendebar” cuya intención es aleccionar con el ejemplo, en la versión de Sherezade el marido termina por saber la verdad y declara estar arrepentido de haber matado al papagayo. Es más, dado que este cuento procede de India, donde el engaño es tenido por un auténtico arte, corroboramos que manipular las obras para servir a una causa es un objetivo practicado sin escrúpulos (el “Diccionario Biográfico Español” presentado el 26 de mayo de 2011 falsifica la Historia para reescribirla, lo que todavía es más grave).
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En cuanto a la historia del rey griego y el médico Dubán, esto es lo sucedido. Tras serle narrado el cuento antecedente, el rey le dijo a su visir que la envidia lo había inclinado a contarle ese relato con el fin de perder al médico que lo había curado, pero que él no seguiría el ejemplo propuesto. Maquiavélicamente el visir le replicó que el fin justifica los medios, “cuando se trata de asegurar la vida de un rey, la simple sospecha, la acusación sola, equivale a certidumbre, y más vale sacrificar a un inocente que salvar a un culpable”. El rey, olvidando su resolución, pensó que el médico podía matarlo con el simple olor de una medicina y aceptó cortarle la cabeza. Lo mandó llamar y se presentó al punto, quedándose estupefacto cuando el rey le comunicó que, como había sabido que era un espía con la misión de asesinarlo, inmediatamente sería ejecutado. “Descarga tu alfanje” le dijo al verdugo, oportunidad que aprovechó el asustado médico para suplicarle que le dejara vivir ya que acaso Dios podría comportarse con él de la misma manera.
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No hubo manera de disuadirlo. Ni siquiera las protestas de los cortesanos proclamando su inocencia ablandaron al inflexible rey que alegaba que, del mismo modo que lo había curado, podía matarlo. El verdugo le vendó los ojos y, cuando levantó el alfanje, el atribulado Dubán se dirigió al monarca: “Señor, puesto que Vuestra Majestad no quiere revocar la horrible sentencia, le ruego al menos que me permita ir a mi casa para dar el postrer adió a mi familia, hacer algunas limosnas y legar mis libros a personas que hagan buen uso de mi recuerdo. Entre ellos hay uno que quiero regalar a Vuestra Majestad, libro precioso y digno de figurar entre los objetos de un tesoro. Contiene muchas cosas curiosas y la principal consiste en que, cuando me hayan cortado la cabeza, si vuestra Majestad se digna a abrir el libro por la sexta hoja y leer el tercer renglón del lado izquierdo, mi cabeza responderá a todas las preguntas que Vuestra Majestad le haga.” El soberano, fascinado, permitió que Dubán fuera a su casa.
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Como la noticia sobre un prodigio extraordinario se extendió por la ciudad, todos cuantos pudieron introducirse en palacio lo hicieron al día siguiente para contemplarlo. Dubán apareció con un gran libro y se lo entregó al rey diciéndole que pusiera su cabeza en una jofaina para que la sangre se coagulara y a partir de ese instante podría hacerle cuantas preguntas quisiera, aunque le imploraba que se compadeciera de él porque era inocente. El ruin le confesó que solo por el gusto de ver la maravilla no sería clemente. Cuando abrió los ojos la cabeza, le dijo al rey que abriera el libro.
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Las hojas estaban pegadas y el rey se humedeció los dedos para pasarlas. Llegó a la sexta que, como las anteriores, estaba en blanco y se quejó de que no hubiera nada escrito. “Avanzad unas pocas hojas más” oyó, lo que hizo llevándose, claro está, los dedos a la boca. El veneno hizo su efecto: la vista se le nubló y cayó entre convulsiones. Dubán, a punto de expirar, dijo: “¡Tirano! Así deben perecer los príncipes que abusando de su autoridad sacrifican a los inocentes. Tarde o temprano, Dios castiga siempre las injusticias y sus iniquidades”. Apenas profirió estas palabras, perdió la cabeza lo poco que le quedaba de vida y el rey exhaló su último suspiro.
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“Jin Ping Mei” escrita por El erudito de las carcajadas, seudónimo del autor, apareció a finales de 2010 en España. Se tiene por la primera novela moderna de la literatura china y, aunque se imprimió en 1617, se había estado leyendo en forma manuscrita pues aparece mencionada por el letrado Yuan Hongdao en una carta de 1596 a un amigo: “Le he echado un vistazo…sus páginas desprenden una bruma erótica”. Se considera el paradigma de novela licenciosa y pornográfica y su origen está envuelto en la leyenda: se dice que Wang Shizheng, crítico e historiador del XVI, la escribió para vengar la muerte de su padre ejecutado por culpa del primer ministro Yan Song. El escritor envió la novela al libertino hijo del ministro y este, subyugado por la historia, fue pasando ansiosamente las hojas. El veneno contenido en ellas lo mató.
P.D. El "Diccionario Biográfico Español" va a ser revisado. Seguro que no rodarán cabezas.
Ilustración de “Jin Ping Mei”
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