DE COLOR AZUL
Antonio Campillo Ruiz
Mujer joven en la playa (La solitaria), Munch
Sus ojos habían adquirido el color del mar que jamás dejaba de mirar. Siempre escrutaba el inmenso horizonte esperando, buscando una alteración, un resquicio por el que poder pasar la larga línea que nunca faltaba a su cita diaria.
Recordó cuando con su pequeña barca llegó hasta el primer horizonte, aquel que le era conocido. Fue un esfuerzo titánico pero su objetivo merecía ese trabajo. Quería llegar al último horizonte, donde sabía que esperaba. Sus brazos poseían cada vez menos fuerza. Al virar la barca hacia el horizonte de la tierra, tuvo la sensación de equivocación y deslumbramiento.
Aquella mañana, al llegar a la orilla del mar, parecía que en la línea majestuosa de color dorado por el tibio sol naciente existía un desfiladero, un paso, un camino. Su nerviosismo le empujó a botar la barca y salir de tierra rumbo al cortado, a la senda que había roto la armonía lineal y por la que quizás podría llegar al horizonte de tierra más allá del más allá de todos.
Fue una vana ilusión. Cuando llegó, el camino se había difuminado y las olas eran barreras muy difíciles de pasar. Su cansancio llegó a ser tan doloroso como su ilusión. Ni existía el desfiladero de paso inmediato ni podría alcanzar la lejana tierra en donde aseguraban que vivía.
Al atardecer, cuando el sol se hundía tras la impertérrita línea y las nubes, teñidas de un color rojo intenso, viajaban sobre el viento, llegó exhausto a la tierra que había dejado con el arrebato de un descubrimiento único, casi mágico. Cayó sobre la arena fría y quedó inerte. La barca era zarandeada por las olas rompientes, blancas, que sin cesar, con un juego monótono, la iban decolorando, hiriendo sus maderas sobre el fondo rocoso.
Un calor intenso le despertó. Eran nuevamente los rayos de un sol hiriente que ya se encontraba alzado con majestuosidad. Miró el horizonte y observó que conservaba su monotonía cotidiana. Nada había cambiado. El camino que recorrió con tanta pasión para alcanzar el paso hacia más allá del horizonte no estaba trazado sobre la superficie del mar. ¿Existiría la última línea que no había podido alcanzar ni siquiera por el atajo que le mostró el cielo y el mar?
Al día siguiente continuó observando con más atención, llenando sus ojos cada vez más del color cambiante de la superficie serena, quieta, inalterable, de la inmensa masa de agua que le separaba de su destino. ¿Miraría también al mar desde más allá del más allá del último horizonte?
Hola Antonio.
ResponderEliminarUn relato en el que se filtra el misterio, familiar, hallado, buscado y extrañado.
Un abrazo.
Gracias.
Alicia
El mar ejerce un efecto hipnótico sobre los humanos, nos apresa la mirada y nos entregamos a su extensión cambiante llenos de la paz que de él recibimos.
ResponderEliminarUn hermoso relato, Antonio, de corte contemplativo y con una hondura que lo convierte en una gran metáfora. ¿Lo has escrito tú?
El cuadro de Munch, una maravilla.
Un grandísimo abrazo, querido Antonio.
Me maravillas, Antonio.
ResponderEliminarContemplar o mar é participar dos seus mistérios e ser cúmplice das suas vontades.
ResponderEliminarLindo.
Um grande beijo querido amigo
Lo más importante de los misterios extrañados, Alicia, es buscarlos y hallarlos.
ResponderEliminarCuando se pueden producir estos hechos, los misterios son queridos y explorados.
Un fuerte abrazo, querida Alicia.
Así lo imaginé. El logro o no conseguido está en manos de los lectores.
ResponderEliminarLo concebí y lo dediqué a una persona muy querida que merece una especial atención por si acaso viaja a través del mar.
La autoría es obvia, Isabel, sólo existe un nombre que lo firma.
Un fuerte abrazo, Isabel.
Amigo Enrique, el maravillado soy yo. Nunca pensé que sufriría una transformación hacia las Letras y sería compatible con las Ciencias.
ResponderEliminar¿Sabes qué sucede? Pues que, cuando piensas un poco en aquello que podría ser pero no es, la mente científica que nos han formado, tanto a ti como a mi, procura encontrar soluciones que aún siendo metafóricas se pueden alcanzar.
Este pequeño relato lo escribí mirando al Atlántico, no a nuestro mar Mediterráneo. Es curioso cómo aparecen las famosas inspiraciones.
Un fuerte abrazo, amigo Enrique.
Cierto, Gisa, uno de los misterios del mar es quedar en estado contemplativo ante él.
ResponderEliminarDe ese estado suelen acontecer hechos que cada vez nos sumergen más en ese mundo que es tan bello como desconocido, tan inprevisible como espontáneo, tan apasionado como entrañable.
Un fuerte abrazo, querida Gisa.
Ya somos cuatro los escritores en la tertulia del Belluga. Bienvenido.
ResponderEliminarThornton, la tertulia del Belluga crece y se enriquece día a día.
ResponderEliminarUn abrazo, Manri.