HOMBRE DE PAJA
Antonio
Campillo Ruiz
Una gran bola de
nieve. Esto es lo que consigue formar un honrado trabajador en una película que,
sin ningún alarde cinematográfico, relata unos hechos desafortunadamente cercanos
y frecuentes. Cuando se logra un efímero triunfo que no pertenece sino a
quienes lo han propiciado, un gran número de personas considera que también es
suyo. Se crea así “Plata dulce”
de Fernando Ayala y Juan José Jusid, 1982, una película que bien podría haberse
titulado “Los modernos D. Quijote y
Sancho”.
Una correcta puesta
en escena y muy buena dirección de actores son las bazas más importantes de una
trama lineal que obvia cualquier floritura que distraiga al espectador de una
realidad basada en la espontaneidad y credulidad de Carlos Bonifatti (Federico Luppi) y el pragmatismo de Julio De Grazia (Rubén Molinuevo). Es
posible que esta copia no haya pasado el ineludible retoque técnico de
recuperación de color. Se encuentra degradado, supongo, por efecto de la
potente luz de proyección en sus numerosos pases en cines.
Aprovecharse de
unas ideas nuevas e ininteligibles para quien las lleva a cabo, inofensivas y que ayudan a la familia, son el objetivo último que persigue este moderno Quijote. El recelo, la realidad patente y el plato de habichuelas, son el contrapunto de un Sancho que
siempre está alerta, que desconfía y sospecha de todo y todos, salvando, eso sí, su realidad pequeñoburguesa.
La bola de nieve va
aumentando de tamaño atropellando suave pero despiadadamente a todos los
personajes y, colateralmente, a quienes ha tratado de ayudar este enredador,
enredado en su propia tela. Un joven/maduro Federico Luppi llena la pantalla,
una vez más, con su excelente interpretación y Julio De Grazia no queda atrás en un papel de hombre trabajador y esforzado
padre de familia. Todo parecido con la realidad sí es pura coincidencia. Esta
tragicomedia obtuvo el Cóndor de Plata a la mejor película en 1983 y otros
reconocimientos.
Muestras una interpretación de Plata Dulce, distinta a todas, quizás porque eres objetivo al hacerlo.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo.
Gracias.
Y lo que voy a aprender de cine contigo, amigo Antonio, es impagable
ResponderEliminarY lo que voy a aprender de cine contigo, amigo Antonio, es impagable
ResponderEliminarFelices vacaciones
ResponderEliminarLa subjetividad es una opinión personal que se debe eludir con frecuencia.
ResponderEliminarLa opinión personal es importante y necesaria en determinadas ocasiones pero, en muchas otras, la objetividad es imprescindible.
Siempre que escribo acerca de cualquier autor, obra, o hechos, para mí es obligatorio ser objetivo.
Si induzco a mi apreciación subjetiva dirijo, posiblemente de forma equivocada, hacia mi concepción particular, no a la que ha expresado un autor ajeno.
Es una deformación profesional. En mi profesión nada debe ser subjetivo pero sí todo opinable.
Un fuerte abrazo, querida Alicia.
Enrique, ¡no seas tan modesto! Posiblemente has visto más cine que yo. Tus recuerdos de los cines de verano así lo constatan.
ResponderEliminarLo que haremos los dos, con sumo placer, es disfrutar de algunas películas que siempre han sido, son y serán, las verdaderas luces del lenguaje cinematográfico.
Sí, las vacaciones ya están aquí y cambiar el chip es importantísimo. De igual forma te deseo unas vacaciones muy felices.
Un fuerte abrazo, amigo Enrique.
Descargada ya, la guardaré como oro en paño, amigo campillo. Un peliculón.
ResponderEliminarMe alegro, Enrique, que te haya gustado. De tu facilidad con el ordenador ni palabra: pueden venir los duendes... ¡Chiiisssss...!
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.