TEORÍA DE DULCINEA
Antonio
Campillo Ruiz
Adolf Schrödter
En un lugar
solitario cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó la vida
eludiendo a la mujer concreta.
Prefirió el goce
manual de la lectura y se congratulaba eficazmente cada vez que un caballero
andante embestía a fondo uno de esos vagos fantasmas femeninos, hechos de
virtudes y faldas superpuestas, que aguardan al héroe después de cuatrocientas
páginas de patrañas, embustes y despropósitos.
En el umbral de la vejez, una mujer de carne y hueso puso sitio al anacoreta en su cueva. Con cualquier pretexto entraba al aposento y lo invadía con un fuerte aroma de sudor y de lana, de joven mujer campesina recalentada por el sol.
El caballero perdió la cabeza, pero lejos de atrapar a la que tenía enfrente, se echó en pos, a través de páginas y páginas, de un pomposo engendro de fantasía. Caminó muchas leguas, alanceó cordero y molinos, desbarbó unas cuantas encinas y dio tres o cuatro zapatetas en el aire. Al volver de la búsqueda infructuosa, la muerte lo aguardaba en la puerta de su casa. Sólo tuvo tiempo para dictar un testamento cavernoso, desde el fondo de su alma reseca.
Pero un rostro polvoriento de pastora se lavó con lágrimas verdaderas, y tuvo un destello inútil ante la tumba del caballero demente.
Juan José
Arreola
Muy bonito Antonio. Lamento el retraso, no he podido pasar en estos días por tu maravilloso blog. Increíble como siempre. Un abrazo.
ResponderEliminarPrecioso relato, ágil, cargado de chispa e ironía y poniendo en su sitio a ese hombre que se va a conquistar batallas lejanas cuando la que tiene él mismo no es capaz de afrontarla. ¡Una visión de El Quijote estupenda!
ResponderEliminarUno de mis libros preferidos el Don Quijote, justo estoy leyendo la segunda parte, ahora mismo lo tengo en mi mesa de luz (la primera la leí varias veces y es genial).
ResponderEliminarUn beso Antonio
Precioso y triste Quijote,quién pudiera soñar tan locamente!... me ha encantado tu relato, Antonio.
ResponderEliminarUn saludo.
Curiosamente, querido Antonio, la lectura de este cuento de Arreola y el recuerdo del personaje de Delibes,Carmen,en Cinco horas con Mario, formaron una extraña simbiosis de la que salió mi relato "Cinco horas con don Quijote". Si te comento esto es porque sé que ése relato te gustó mucho cuando lo leíste en mi blog.
ResponderEliminar¡Qué cosas, oye!
Un fuerte abrazo
Bellísimo texto y con materia para la reflexión. Qué ciegos somos a veces a lo que tenemos cerca y perdemos el tiempo en desear o en buscar lo que no está a nuestro alcance. Aceptar la realidad es siempre duro. Besos, querido amigo.
ResponderEliminarNos traes el bello relato y la añoranza del ingenuo cine de nuestra niñez. Cuantisimas pelicular de blanco y negro me gustaría revivir. Bellos recuerdo de siempre.
ResponderEliminarPrecioso Juan José Arreola, gracias por tan buen homenaje, a ese gran hombre de muchas palabras, que tanto admiro. La imagen que colgaste es estupenda, me encanta.
ResponderEliminarTe dejo un beso enorme!!
Buenos cortes, siempre, nos aportas, amigo Antonio. Un abrazo
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