JACINTO
Antonio Campillo Ruiz
Georges Lemmen
A Jacinto le
dijeron que el remedio que solicitaba para su problema le produciría un
penetrante e intenso dolor de cabeza. Jacinto, incrédulo recalcitrante, gustaba
de experimentar todo aquello que no estuviese explicado sin lo que él
denominaba probada teoría. Sin
embargo, ante este consejo, debía recapacitar, buscar y, si era posible,
obtener la mayor experimentación. Este sereno pensamiento, poco normal ante su
costumbre de inmediata acción y aplicación práctica, le sorprendió a él mismo.
Consideró que todo se debía a los dos largos años que su mente parecía un
torbellino, un huracán. Todo empezó aquel día de densa niebla. El valle se
encontraba cubierto de un manto blanco que reflejaba toda la luz y los ojos
parecían empañados de aquel frío vapor. Jacinto que acababa de leer un libro sobre
el intrépido capitán de un barco de vela, una goleta de dos palos, que se
encaramaba con agilidad hasta el puño de driza para observar, con su potente catalejo,
el límpido horizonte, se entusiasmó con tal veneración de esta lectura que,
saliendo de su casa con los prismáticos que le había regalado su tía Obdulia,
subió con rapidez al primer árbol que encontró en su jardín y comenzó a otear
la nada contenida en la espesa niebla. Desde aquel día, nunca se separó de los
prismáticos que colgaban de su pecho a la vez que comprobó que su
comportamiento era idéntico al del capitán de la goleta y uno de sus trabajos
cotidianos consistía en trazar rutas y calcular coordenadas. Jacinto comenzó a
leer y leer todo tipo de historias y Mariana fue
descubriendo los cambios que, personaje a personaje, se producían en Jacinto. Acabado
cada libro, los protagonistas del mismo eran
interpretados durante un tiempo con detalle y, cada uno, conllevaba cambios
importantes en su carácter porque, como decía Jacinto: todos debían vivir a la
vez en su cabeza. Mariana confió en las palabras de Jacinto pero siempre tenía
miedo de dejarlo solo. Procuraba explicar tiernas mentiras a sus padres para
acompañar casi todo el día a Jacinto. Le observaba leer y leer sin recordar
ninguna otra necesidad física. Ella se sentaba cerca escudriñando su perenne
agitación conforme pasaba las páginas de los libros en donde se encontraban sus aventureros acompañantes, como
llamaba a los personajes que se apoderaban de él. Día tras día, especialmente
en invierno, las alucinaciones se apoderaban de Jacinto y su comportamiento
cambiaba a gran velocidad. Empezaron las vigilias. El sueño desapareció y su
actividad aumentó. Una mañana, en pleno verano, Jacinto anunció a Mariana que
se había acabado, que ya no tenía sitio para más aventureros acompañantes en la cabeza y que dejaba la lectura. El
semblante de Mariana se relajó hasta tal extremo que se ruborizó de alegría. Que
poco a poco iba a deshacerse de los que creía amigos porque era prisionero de
sus mentiras y sus sueños, continuó hablando Jacinto, porque no podía pensar, porque
no podía sentir. Cuando le aconsejaron que tomase la decisión contra su alocada
mente, a pesar de sentir aquel premonitorio dolor de cabeza, Jacinto ocupo una
minúscula parte de su pensamiento durante tres días, sin descanso, con pasión,
para alcanzar cuanto antes una solución. Y la encontró. Sus experiencias
anteriores no dieron lugar a sueños ni a fantasías. No supo si le dolió la
cabeza o no. No supo qué sucedió con sus aventureros
amigos. No supo quien de los dos, el viejo revólver de su abuelo o él,
llegaron antes al suelo de tablas en el desván de su casa.
Antonio Campillo Ruiz
Georges Lemmen
¡Hola Antonio! Un placer como siempre leerte. La mente humana un gran misterio hasta para los eruditos en el tema. El cerebro puede llegar a levantarte de la más cruenta enfermedad y salir adelante como también puede hundirte sin razón. Realmente creo que no conocemos aún el poder que poseemos pero mientras, es una buena oportunidad dejar nuestras ideas surgir y que vagen libres. Un buen post como siempre querido amigo. Un abrazo grande.
ResponderEliminarSe le acabaron las ganas de experimentar, de sentir la aventura, de vivir. Se acabó.
ResponderEliminarUn abrazo Antonio.
Las enfermedades mentales son tremendamente crueles. Roban la identidad del enfermo y lo sumerge en un infierno.
ResponderEliminarDesgarrador relato, aunque tratado sin dramatismo exagerado. Nos diriges con sutileza y tu acostumbrada maestría hacia ese final trágico con la lógica irracionalidad del que no puede más.
Después de tanto tiempo leyéndote, me sigue sorprendiendo tu versatilidad. Lo mismo nos deleítas con artículos de contenido científico o sobre cine, música..., que con originales relatos.
Un placer leerte, querido Antonio.
Un abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSiempre me asombras Antonio. A veces, como ésta, confieso incluso que me quedo algo asustada...Sobre todo porque yo, como Jacinto, también tengo la cabeza llena de personajes. Afortunadamente...en mi casa no hay armas. Un abrazo querido amigo
ResponderEliminarTrágico final, amigo Campillo. Sin necesidad de tener que comprobar quien llega antes al suelo, el revólver o el cuerpo atormentado de cada cual, quizás no sea una idea tan descabellada pensar en soluciones antes que vivir una falsa vida. Hay quien la vive toda una vida y otros que sueñan con ella. Todos menos el revólver.
ResponderEliminarMagnífico relato.
Un abrazo, amigo
Que bien contado. La mente puede ser nuestro peor enemigo. Reflexionando un poco es verdad que en ciertas edades y ciertos personajes leídos, impactan en nuestro interior, y puedes llegara a mimetizarnos un poco. Quizá la esposa debería haberle dirigido las lecturas positivamente. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Impactante! Los actores leen cda libro relacionado con los personajes que van a interpretar para hacerlo mucho mejor, para apoderarse en lo que puedan de su alma y de esta forma ser más creíbles ante el público, pero seguro que tienen técnicas para que esos personajes no se apoderen de ellos. Una cosa es interpretarlos y otra dejar que te suman en otra vida que no es la tuya. Este tipo de absorciones mentales ocurren en la adolescencia cuando va surgiendo el carácter que llevamos dentro y aún no se ha configurado del todo. Luego los libros nos ayudan a evadirnos de la realidad. Jacinto, el pobre, la realidad ficticia de otros le consumió la suya propia.
ResponderEliminarUn saludo
Antonio, decía Emily Dickinson que la mejor manera de viajar era a través de los libros, igual que de conocer gente, soñar nuevas experiencias, tener aventureros acompañantes...hermoso relato, amigo
ResponderEliminarUn abrazo desde Caracas
Me da entonces que soy un poco Jacinta, tengo una de seres en mi mente que casi ni caben...
ResponderEliminarBesitoss
Un profesor de la universidad, que era dramaturgo, decía que los autores teatrales tenían a todos los personajes metidos en su cerebro, cada uno ocupando su espacio, y cuando uno de ellos salía, respondía por sí mismo, prescindiendo de quien los había creado...tomaban vida propia! Me hizo recordar esto tu historia. Qué bien escribes! Felicitaciones, querido amigo! Y abrazo.
ResponderEliminarSi quieres la luna, no te escondas de la noche.
Si quieres una rosa no huyas de las espinas.
Si quieres amor, no te escondas de ti mismo…
Un abrazo lleno de energía positiva,
para celebrar a tu lado
con alborozo el fin de semana.
Atte.
María Del Carmen
El gran enigma de la mente humana.
ResponderEliminarMe ha resultado impresionante este genial relato. Te felicito,
Un abrazo muy fuerte.
Su cabeza comenzó, atropelladamente, a hablar un idioma desconocido y el, para no 'perderse',
ResponderEliminarse escondió entre letras y allí vivió, pero cuando se le fueron las ganas de leer se le acabaron
las de vivir.
Eso ocurre mas a menudo de lo que nos creemos, por parecidos y.., diferentes motivos.
Un relato impresionante, he sentido una mano oprimiéndome el corazón. ¡Felicidades!
Ha sido una sensación increible el leerte, hace tiempo que no me ocurría ¡me ha fascinado!
Un cálido abrazo querido amigo Antonio.
Impactante y asusta de una manera positiva, saber que muchos de nosotros somos Jacinto, como en un comentario anterior, doy gracias porque en mi casa no hay armas, sólo pájaros en la cabeza...
ResponderEliminar¡No paras de dejarme ojiplática con tus relatos!
Un abrazo Antonio
Nuestra cabeza tiene caminos desconocidos e insondables que a menudo nos llevan a un trágico final. Me ha encantado leerte Antonio, tu pluma es conmovedora.
ResponderEliminarParece que no pudo resistir el vivir sin sus amigos aventureros. O que se dio cuenta del problema en el que se había metido.
ResponderEliminarTerrible final.
Un fuerte abrazo, querido amigo.
Claro...porque al fin y al cabo somos de carne y hueso y necesitamos comer...
ResponderEliminarY es que vivir de humo daña los pulmones.
He disfrutado leyéndote, Antonio, como siempre.
Un abrazo fuerte, querido amigo.
que placer leerte escritor
ResponderEliminarme ha encantado este maravillosos texto
Impactante, impressionante, assustador, mas deveras envolvente... (não gosto de armas...), gostei muito, mestre Antonio.
ResponderEliminarBoa semana.
Beijo carinhoso.