MÁS QUE AMOR
Antonio
Campillo Ruiz
Hans Jocher Bakker
Esperó hasta
escuchar el lejano cuarto tono a través del auricular. Pulsó la tecla de
anulación y colocó el pequeño terminal de teléfono en su base. Hacía ya un mes,
a la misma hora, que repetía esta llamada, sabedor de lo solitaria que se
encontraba la casa. Vivía esperando el momento del día en el que, a pesar de su
empecinamiento, los cuatro tonos le harían desistir de su empeño. El día
treinta y cuatro, al repetir su ritual, tras el segundo zumbido de aviso, una
voz femenina, suave y dulce respondió: “Sí, dígame”. El pequeño artefacto
sonoro salió a toda velocidad de su mano estrellándose contra la pared de
enfrente. Su cara se transmutó y, sentado en el suelo, fue escondiéndose de sí
mismo hasta quedar encajada entre una pequeña mesa y un sillón. ¿Cómo era
posible que le hubiesen contestado? Su persistencia diaria dio sus frutos pero
se encontraba aterrado más que sorprendido. Comunicó una enfermedad repentina y
no asistió al trabajo durante los tres días siguientes. Apenas se movió de entre
aquellos muebles protectores. Dormitaba, realizaba sus necesidades
fisiológicas, no comía, sin moverse de aquel rincón minúsculo. Durante la noche
del tercer día, despertó agitado de su leve duermevelas y dirigiéndose al baño
se aseó durante largo tiempo, limpió a conciencia aquel refugio de su extraño
comportamiento, comió la poca comida que no se había podrido y se vistió
elegantemente. Esperó la mañana con paciencia y, a la hora habitual, se dirigió
al trabajo. Amigos y compañeros se interesaron por su estado de salud,
comportándose con todos tan amable como era habitual en él. Al terminar la
jornada volvió a su casa con un aparato telefónico recien adquirido. Lo
desenvolvió de su meticulosa presentación. leyó las instrucciones con interés y
lo conectó a la red. Esperó hasta la hora de su llamada habitual con tal
serenidad que hasta él mismo estaba sorprendido. Cuando marcó el número su
tensión emocional le provocaba dolor en todos sus músculos. Riiiing - Riiiing
-
Sí,
dígame.
-
-----
-
Sí.
¿Quién es?
-
Yo,
soy yo… - pudo articular con voz cavernosa.
-
¡Ah,
sí! ¿Por qué me llamas? ¿Necesitas algo? ¿Quieres alguna cosa que pueda hacer
por ti?
-
No…No.
Te llamo porque no podía comprender cómo no estabas. Tu muerte, hace treinta y
ocho días, me dejó tan solo y triste que no podía vivir sin ti. Esto creía.
Tuve que dejar la casa porque tu presencia, tu rostro, tu olor, se encontraban
en toda ella. No, la casa no la he vendido, ¿cómo podría vender esa casa en la
que aprendí a ser feliz? Ahora vivo en un apartamento pequeño que puedo manejar
solo, sin ti, sin tu vitalidad y sin tu amor. Mi obsesión por querer que no
hubieses muerto me ha llevado a llamarte todos los días, sabiendo de antemano la
respuesta negativa a la que me enfrentaba. Mañana daré orden de cortar la línea
de teléfono. Me sorprende tanto que me hayas contestado que no sé qué decirte.
Solo se me ocurre expresar lo mucho que te siento. Que siempre te oleré. Que me
esperes para que, cuando estemos juntos, sigamos siendo tan felices con lo
hemos sido en la Tierra. Que siempre te querré y siempre me comportaré con la
dignidad que se puede esperar de un hombre que ha sabido lo que es el amor de
una mujer. Pero… ¡háblame tú! Dime como estás…
- Riiiing - Riiiing….
Antonio Campillo Ruiz
Hans Jocher Bakker
La fuerza de la mente y del deseo es creativa, es capaz de crear fantasias adormecedoras y hasta alucinaciones...
ResponderEliminarCautivante relato y la imagen condice el drama de detrás de cada riiiiinng...
Abrazos Antonio.
MUCHOS HABLAN CON LOS MUERTOS QUE HAN MATADO...
ResponderEliminarAlucinante retrato que forma com as letras... (preciosa imagem que acompanha o estupendo texto!)
ResponderEliminarBeijo.
Es un relato verdaderamente emocionante. El amor todo lo puede... hasta llegar al más allá.
ResponderEliminarLa imagen es impresionante.
Un abrazo grande, querido Antonio.
Me has emocionado y es que hay amores que se sienten mas en el allá.
ResponderEliminarBesos
A saber donde está la línea divisoria entre lo que para los demás es real y la locura. Qué más da si la mente engaña o no, mientras haya un ápice de ilusión en esa realidad inventada?
ResponderEliminarQuerido Antonio, muchísimas gracias por el recibimiento en este intento de vuelta a la blogosfera. No me resulta fácil sacar el tiempo; pero aquí estoy disfrutando de las letras de un maestro.
Un abrazo enorme y feliz semana.
Un relato, subliminal, emocionante y, hasta , perverso, amigo Campillo. No soy un experto, como sabes, pero me encanta la metafísica y sus derivas hacia la realidad del ser, su origen y su futuro, pero me ha encantado este relato que deduzco es de tu puño y letra. Genial, amigo, genial. Lo pasaré a mis alumnos, con tu permiso y con tu firma, claro.
ResponderEliminarPor fortuna no he sufrido la muerte de un amor...pero alguna vez me hubiera gustado telefonear a mi padre, fallecido hace ya muchos años. El tiempo te aleja tanto de las voces amadas y desaparecidas, que cualquier locura, suena cuerda con tal de no perder esas sensaciones insustituibles. Muy conmovedor, Antonio! Bravo.
ResponderEliminarPuf, el dolor, la pérdida, la necesidad de olvido, el silencio, la nostalgia, el ansia por recuperar los perdido, nos trastornan cuando un ser querido se va para no regresar. Todo ello está contenido en tu relato, corto y expresivo, lleno de fuerza.
ResponderEliminarUn saludo
Paso a dejarte un abrazo y mil gracias por todo.
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