EL PEOR ENGAÑO
Antonio
Campillo Ruiz
A Marián
Inmersos
en el triste paisaje nublado de Yorkshire, típico de Inglaterra, los
personajes de esta historia, tan real como terrible, ven cómo su situación
laboral afecta no sólo a su situación económica, sino también a sus relaciones
familiares, sentimentales e incluso
personales. The Navigators”, “La
cuadrilla” de Ken Loach, 2001, se llevó a la
pantalla gracias al guión de Rob Dawber, ferroviario que enfermó gravemente
debido a la manipulación de amianto, asbesto, durante su labor diaria de
trabajo. Falleció en febrero de 2001, a los 45 años, días después de concluir
el rodaje de “La cuadrilla” y no pudo ni asistir al estreno ni recoger su
premio Bafta al mejor guión. Conocía perfectamente el trabajo de ferroviario y
la dureza de las condiciones para realizarlo con profesionalidad.
El
espectador puede asistir a la interpretación de actores no profesionales, sus
vivencias cotidianas tan similares a personas que se cruzan por la calle cuando
se apresuran a llegar a sus lugares de .trabajo, su cotidiano y aburrido día a
día, mejorado mediante la imagen dinámica por la posibilidad de conocerles en
su propia casa, con sus problemas y alegrías. Los trabajadores que conforman
una típica cuadrilla de trabajo son compañeros y amigos, son conscientes de las
ayudas e incluso reparto de trabajo que cada uno debe realizar sin necesidad de
ser vigilados. Son profesionales que deben cumplir un trabajo bien realizado y
duradero. Las bromas y las preocupaciones son necesarias entre ellos y
conllevan un reforzamiento de la unión del grupo.
En
este ambiente de camaradería, entre 1948 y 1997, La British Rail fue el
operador de la mayor parte del transporte en tren que tenía Inglaterra. Estaba
conformada por cuatro grandes compañías de ferrocarriles y, entre 1994 y 1997,
se inició un proceso de privatización, llamándose ahora British Railways. Este
cambio tuvo una decisiva influencia en el trabajo de los miles de empleados que
sufrieron las consecuencias de despidos y contratos de personas no
profesionales, reducción de plantillas y deficiencia en los medios de seguridad
en el trabajo y, por fin, una loca carrera por minimizar gastos en perjuicio de
los trabajadores.
Con
un estilo directo y sin reticencias, Loach muestra al espectador las inmensas y
ambiciosas fauces de los empresarios que, sin escrúpulo alguno, están
dispuestos a arrasar con las conquistas laborales, acuerdos y derechos de los
trabajadores, para alcanzar el máximo de ganancia en la transacción que han
realizado. A nadie le importa su estabilidad, su dignidad, sus vidas… A pesar
de ello, no es lo peor que aprenden los propios trabajadores: son aleccionados
sobre la necesidad fomentar las ganancias de la empresa a costa de cualquier
cosa, aunque hayan perdido poder adquisitivo, y derechos.
Esto les condena a
realizar acciones tan irracionales como la mentira para poder seguir
malviviendo, para seguir siendo esclavos de un sistema que les coharta hasta
exprimirles, para que sean el icono de lo que sucede en cada instante, día tras
día, en un mundo cuyo decorado son los países donde la ley es “la explotación
del hombre por el hombre”, emergentes o supuestos ricos venidos a menos por
tropelías y dominio de los poderosos hipercapitalistas, dueños de gobiernos y
su dirigentes. Loach consigue unos cuantos momentos bastante elocuentes cuando
se engaña, con consentimiento propio, al líder sindical, los manejos salariales
para buscar vinculaciones por servicios, las presiones y amenazas de directivos
ante su propio despido, etc.
“Si
quieres trabajar tienes que dejar de trabajar”, explican dirigentes y sabios
asesores de las empresas que cambian de nombre como de zapatos para integrar,
vender o comprar con beneficios, la empresa u otras similares. Sorprendidos con
las nuevas estrategias, desconocidas hasta ese momento e ininteligibles para
los trabajadores, se sorprenden al comprender las nuevas leyes del voraz
capitalismo, se contempla no asegurar ninguna estabilidad laboral, y tras el
vencimiento de cada contrato hecho por un tiempo inferior a un año, el
trabajador es dejado vacante durante algunos días, semanas o incluso meses,
para que todo empiece de nuevo y cese toda obligación por cuenta de la
antigüedad. Mucho huele a podrido en este ejemplo tan evidente que nos plantea “La cuadrilla” porque ¡se parece tanto a situaciones actualmente soportadas…!
Ken Loach
Es importante visionar la película a plena pantalla.
Ya tenemos cine, también, para hoy. Gracias amigo Antonio.
ResponderEliminarMe encantará verla!!.
ResponderEliminarGracias!! y un abrazo muy grande.
Ignoraba hasta su existencia. Gracias Antonio.
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